…
En estos mundos de hoy, se observan muchas actitudes personales, cuya conducta en los distintos órdenes de la vida, es opuesta a la razón. Estos comportamientos, al menos en política, son o deberían ser inadmisibles, ya que suponen un atentado a la convivencia humana civilizada.
En situaciones como las que se están viendo hoy en Venezuela, no hay cabida a las medias tintas, (sobre todo internacionales) o peor aún, a posturas cuya ambigüedad contenga, por mínima que pueda ser, ese sutil lavado de cara condescendiente con el dictador.
Es asunto más que claro y comprobado:
De un lado, hay prácticamente más de 3 de cada 4 ciudadanos que, ejerció su derecho a elegir presidente, y pese a todas las zancadillas, palos en las ruedas y demás cariñosos detalles, han emitido un fallo inapelable.
Del otro lado, el candidato perdedor y actual presidente, Nicolás Maduro, se ha negado a admitir su derrota, y arremete con todo lo que tiene, o mejor dicho, con todo lo que le queda (los fusiles), después de haber perdido hasta su miserable dignidad.
Los argumentos que exhibe el que ha sido apaleado a votos, son a tal punto ridículos, que de no ser lo terrible que resultan en la práctica real, nos darían para escribir un soberbio libreto de película tragicómica, como jamás ha sido visto en la historia del séptimo arte mundial.
Les resumo el argumento:
A groso modo, relata el caso de un aficionado a la lotería que pretende cobrar el premio gordo, pero no presenta el billete que lo acredite como ganador.
Argumenta que lo compró, que lo tiene en una caja de custodia de un banco a resguardo de ser robado por algún carterista de los tantos que merodean por las agencias de venta de lotería. Que dispone de varios testigos, que puede presentarlos como prueba testimonial de que lo que dice es absolutamente cierto.
El regente del local le responde:
Mira listo, yo soy aficionado al buen comer, le meto el diente a todo, pero tengo una norma que nunca he desestimado… jamás como chorradas como las que tú me acabas de contar, es más, te diré lo que te respondería mi cuñado venezolano Edmundo: NO COMO GÜEVONADAS GRAN CARAJO, así sin más.
Reír para no llorar…
Cantaclaro
…