Los que tenemos a cuestas más años de los que quisiéramos contar, somos generalmente muy dados a hablar y actuar a la “antigua”… salvo que se trate del típico “vejestorio” que se niega a asumir su inexorable estado decadente, tanto físico como mental, con lo que ello supone.
Es por eso, que muchos hayamos terminado por adquirir (a fuerza de años de experiencias) algunas virtudes que muchas veces se disfrazan de artes adivinatorias. No es el caso, se trata simplemente del elemental sentido humano de autodefensa a repetir los mismos errores cometidos con anterioridad.
En política, y más concretamente en la situación de Venezuela de estos terribles tiempos, y más concretamente todavía, en lo referido al dictador Nicolás Maduro, pondré de manifiesto hoy aquí un asunto de pero-grullo, que no es otra cosa que lo que con sobradas razones, se sospecha que hará al respecto del “enguerrillado” país que supuestamente gobierna.
¿Qué es lo que pretende el autócrata?, personalmente creo lo siguiente:
Pretende, como bien lo dijo, quedarse por las buenas o por las malas, lo que ha resultado ser lo segundo, es decir, las malas. Quedarse por las malas implica que muy pocos aprueben lo que hace en contra de las mayorías (en este caso abrumadora) que rechazan una forma de conducta autoritaria y mezquina, que ha llegado al límite del desgaste de sus actos convertidos en bazofia, monserga y criminal estupidez.
Pretende extender, por la fuerza de los fusiles, un tiempo que se le agotó. Es como un partido de fútbol en el que al equipo que está perdiendo por paliza, solo le queda tratar de sobornar o amenazar al árbitro para que extienda el tiempo de juego de forma ilegal y decrete la agonía, de tantos minutos como sean necesarios, para marcar penaltis inexistentes, hasta que con esas engañifas vencer a su rival, aunque reciba el rechazo de la fanaticada y las críticas razonadas de expertos independientes internacionales designados para tal misión.
Pretende no aceptar que la francachela del saqueo terminó. Que lo que fue jolgorio, acabó en pesar. Que las bebidas y manjares se terminaron, y si no hay más que ofrecer, nadie puede ir a tumbar las mesas, romper los vasos y platos, o llegar al paroxismo de golpear a quienes fueron organizadores e invitados, a una celebración que concluyó al llegar la oscuridad total de la noche, pero que dio paso a un nuevo y esplendoroso amanecer.
Pretende no asumir que en política, como en el amor, toda relación entre personas civilizadas puede llegar a su final… las maneras son las que en definitiva importan, sean cuales sean sus razones.
Pretende imponer a sus esclavizados seguidores, la obligación de ir a escucharlo en sus ridículas peroratas llenas de la más supina ignorancia y mala baba. Es como aquella supuesta estrella que, por ser pésima cantante o actor/a, nunca tiene público en sus presentaciones personales, porque todo su actuar deriva en infumables necedades y, aun así, insista en continuar por ese camino colmado de basura.
Pretende quedarse por las malas (así lo declaró). Es como aquel consumidor de sustancias prohibidas, quien convertido en esperpéntico dependiente de tales productos, ignora la masiva información referida al tema, la exhortación de su familia y amigos, y al hecho demostrado que de continuar por ese callejón sin salida, solo hay un destino final: la cárcel o la muerte.
Pretende ser como un/a ludópata, que termina vendiendo las pertenencias de su hogar, o se dedica a robar, para continuar en la pérdida inexorable del dinero propio o de otros. Como sabido es que estos infelices enfermos, cuanto más pierden, siguen perdiendo más, hasta que la ruina consume su inútil vida, y los que fueron parte de su entorno familiar y social, o son tanbien víctimas de sus acciones, o lo abandonan.
Pretende actuar como aquel secuestrador que, luego de verse acorralado, amenaza con asesinar a sus víctimas, en una acción desesperada por su inminente captura, lo que supone para el delincuente, dos únicas opciones: cumple su inútil promesa, o termina por saldar su delito con cárcel.
Pretende simplemente imponer un régimen totalitario, violador sistemático de todos los derechos personales, y solamente generador de inmensa pobreza y masiva emigración, el cual, más tarde o más temprano, tendrá que afrontar un final similar como el que señalan con el dedo acusador el nazismo y el fascismo.
Esto es al menos mi testimonio a título personal.
Cantaclaro
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