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Érase una vez una rana que andaba tranquilamente por el campo, cuando de repente la llamó un escorpión:
Ven rana, por favor.

¿Qué quieres de mí?, le dijo temerosa la rana.

El escorpión le explicó que quería cruzar al otro lado del río, pero no sabía nadar.

Como tenía miedo de ahogarse y sabía que ella era buena nadadora, le pidió ayuda para poder cruzar sobre su espalda.

No puedo, dijo la rana, eres un escorpión y, cuando me acerque a ti, seguro que me picarás y moriré sin remedio.

El escorpión se defendió:

Necesito cruzar al otro lado, tengo prisa y no puedo rodearlo, por favor, ayúdame, sé que soy un peligroso escorpión, pero no tengo la culpa de ser lo que soy.

La rana siguió negándose, no terminaba de confiar en su interlocutor y temía que le engañase.

Te propongo lo siguiente, dijo el escorpión: acércate a la orilla y yo, en vez de trepar por tus patas, daré un salto y me subiré a tu espalda. Además, piensa en

esto… si te pico, morirás y te hundirás, pero si tú mueres, yo también me ahogaré.

Esa explicación convenció a la rana que terminó confiando en el escorpión. Sin embargo, cuando llegaron a la mitad del río, la rana sintió un pinchazo, y todo su cuerpo comenzó a paralizarse, con su último aliento logró preguntarle al escorpión:

Escorpión maligno, ¿por qué lo hiciste?

Y respondió el escorpión antes de hundirse también:

Lo siento rana, no pude evitarlo… “está en mi naturaleza”.

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Podemos ponerle nombre a los protagonistas de esta vieja fábula … he pensado que a uno de ellos, lo llamaré o Zar Putin o Benjamín Netanyahu, ambos le van muy bien… el de la infeliz ranita, lo pone Ud. 

Cantaclaro

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