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El pasado domingo 3 de diciembre, el gobierno de Venezuela convocó un referendo consultivo sobre el futuro del Esequibo. Un territorio “controlado” por Guyana, pero que Venezuela considera suyo y lo es. Los venezolanos aprobaron las propuestas del gobierno de Nicolás Maduro, que incluyen la creación de un nuevo estado de nombre Guayana Esequiba, como parte del territorio nacional y otorga la ciudadanía venezolana a sus habitantes.
Al margen de todas las consideraciones patrioteras, sensacionalistas, oportunistas, demagógicas, populistas y demás flores que adornan el recetario del desgobierno venezolano actual, forzoso es reconocer, que sobre este vetusto reclamo territorial, la razón está del lado venezolano. Sin la menor duda.
Un poco de historia
A mediados del siglo XIX y para ser más exactos en 1841, comenzó oficialmente la disputa entre Caracas y Londres, cuando el gobierno venezolano denunció la incursión británica en su territorio nacional.
Con 159.500 km. cuadrados ricos en recursos naturales, el Esequibo ha sido por siglos el foco de una intentísima disputa territorial. Formó inicialmente parte del los imperios español y holandés. La fracción holandesa correspondiente fue posteriormente vendida por ese país al Reino Unido.
El Reino Unido había adquirido lo que llamó Guyana Británica mediante un tratado de compra con los Países Bajos, que curiosamente no definía la frontera occidental del territorio comprado. Razón por la que los británicos en otra de sus “genialidades” designaron en 1840 al explorador Robert Schomburgk para que trazara los límites fronterizos. Schomburgk (juez y parte) fijó unilateralmente, la línea divisoria de la nueva Guyana Británica, que se dio en llamar la “Línea Schomburgk”. A esta nueva linde se añadían (por la cara) 80.000 Km. adicionales.
Ante tal descomunal atropello, Venezuela (recurriendo a los límites establecidos en los tratados de su independencia del imperio español) demostraba fehacientemente que su frontera se extendía hasta el este del río Esequibo, reclamando así dos tercios de la entonces ya constituida nueva colonia británica.
Si no quieres taza…taza y media
Pero la línea fronteriza no quedó ahí. Años después, cuando se descubrió la existencia de oro y diamantes en la zona disputada, el Reino Unido extendió la frontera aún más, agregándole (estos fueron por el morro) otros 85.000 kim. adicionales a su colonia.
Para Venezuela, esa fue la gota que colmó el vaso. Su gobierno decidió entonces romper relaciones con Londres y pedirle ayuda a EEUU, solicitándole que activara la famosa “Doctrina Monroe” (América para los americanos), una ley que desde 1823 establecía que cualquier intento europeo de interferencia en estados soberanos de la América toda, sería visto por EEUU como muestra de “disposición hostil”, es decir, fue algo semejante a la actual asistencia recíproca de la OTAN, contra Rusia.
Tras la insistencia venezolana y la presión del entonces presidente estadounidense Grover Cleveland, que persistía en denunciar que la frontera del Esequibo había sido “ampliada de una manera misteriosa”, en enero de 1895 la Cámara de Representantes de su país propuso una resolución exigiendo el arbitraje internacional.
Lo irónico es que siendo Cleveland en realidad uno de los presidentes más antiimperialistas de EEUU en toda su historia, no necesariamente estaba tratando de ejercer una especie de “control imperial estadounidense” sobre América del Sur.
Es de suponer que pretendía evitar a toda costa que los británicos siguieran expandiéndose descaradamente, como ocurrió a finales del siglo XIX, cuando se llevó a cabo por las potencias europeas el reparto de África. La situación apuntaba de idéntica manera el hecho de repartirse América Latina como lo hicieron con el continente africano.
No obstante, el primer ministro británico Lord Salisbury respondió a la presión estadounidense, declarando en implícita amenaza, que la Doctrina Monroe no tenía ninguna validez para el Imperio Británico.
Aquella respuesta enfureció al presidente Cleveland y el 17 de diciembre de 1895, ante el Congreso norteamericano, solicitó que se creara una comisión que tendría como tarea inmediata, investigar exhaustivamente los límites en disputa, y propuso que las conclusiones de dicha comisión se hicieran cumplir “por todos los medios”.
La propuesta fue aprobada por unanimidad y en la prensa estadounidense comenzaron a circular rumores de guerra con el Reino Unido. Londres sabía que no podía darse el lujo de entrar en una nueva guerra con el gigante gringo y terminó aceptando la intervención en su colonia.
Así fue como EEUU representando a Venezuela y el Reino Unido, firmaron el 2 de febrero de 1897 un tratado en Washington para someter la disputa a un arbitraje internacional. Venezuela estaba convencida de que la justicia estaría de su lado, pero la comisión terminó fallando un par de años después a favor de los británicos, y la desvergonzada “Línea Schomburgk” sería pues, la frontera entre ambos países.
Al polémico fallo se le conoce hoy como el Laudo Arbitral de París. Venezuela tuvo algún éxito logrando que EEUU interviniera ayudándole, pero lamenta que una vez que Washington se metió de lleno en el asunto “ignoró completamente los intereses venezolanos”, ocupándose solo en defender los suyos.
Mucho después, en los años 1950, surgieron evidencias muy claras que descubrían la complicidad (soborno) entre los delegados británicos y el juez ruso de aquel tribunal en París, cuyo voto fue decisivo para el fallo en contra de Venezuela.
Como respuesta a aquellas revelaciones, en 1962 Venezuela denunció el laudo como “nulo e írrito” y reactivó el reclamo del territorio ante las Naciones Unidas (ONU). Tras la denuncia venezolana, se firmó el Acuerdo de Ginebra, según el cual la zona es “controlada” por Guyana, aunque su soberanía es reclamada por Venezuela.
El acuerdo, que era de carácter transitorio, estableció un plazo de 4 años para solucionar el diferendo. No obstante, sus pautas siguen vigentes y la disputa por la Guayana Esequiba continúa. Pero ya Venezuela no cuenta con el apoyo de Washington y sus sueños por controlar una región tan rica en recursos naturales parecen haberse esfumado.
Aunque los títulos legales de Venezuela son muy poderosos, a los 120 años del arbitraje, el contexto geopolítico, social y moral es radicalmente diferente al que existía en aquel momento.
Ahora la demarcación territorial que reclama Venezuela representa más del 50% de la extensión de un país independiente y soberano. Está habitado por unas 250.000 personas cuya nacionalidad es guyanesa, y habría que comenzar preguntándoles que status nacional preferirían.
Hoy en día, en materia militar, Venezuela no es la parte atrasada y débil que se enfrentaba al poderosísimo imperio británico de la época. Ahora es el lado fuerte de un interdicto fronterizo, que se enfrentaría a otro estado carente de fuerza militar comparable a su oponente.
La situación de Venezuela hoy, no es precisamente la de un país cuyo gobierno sea un dechado de atributos democráticos y morales, que se defiende de un invasor poderoso que ocupa su territorio.
Venezuela está absolutamente sola en su reclamo. Hasta sus supuestos aliados, como Cuba, China y Rusia, están del lado guyanés.
Los países agrupados en la Comunidad del Caribe (CARICOM), están a favor de Guyana. Los miembros de Petro Caribe, que han recibido miles de millones de dólares en petróleo venezolano subsidiado, de los que no han pagado ni uno, también. La Organización de Estados Americanos (OEA), las Naciones Unidas (ONU), Brasil, México, Colombia, EEUU y algún otro país de la región están todos con Guyana.
Esta es la situación real, en la que se encuentra el Esequibo venezolano… nada más y nada menos.
Así es que muchas veces (demasiadas para mi gusto) se escribe la historia de los abusos y demás tropelías cometidas en este mundo … tarde y mal.
Cantaclaro
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