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Si George Orwell volviera a escribir su sátira Rebelión en la granja, sobre los regímenes socialistas de nueva impronta, pero usando como tópico la situación de la llamada izquierda progresista contemporánea con sus múltiples variantes acomodaticias.
Diagnosticaría probablemente que los especímenes dominantes no son los cerdos y los perros, sino los topos, los camaleones y sobre todo “las gallinas” apoyadas por cualquier “valiente” que les pueda servir como auxilio in extremis para cruzar algún “Puente”, como el del Pisuerga en “Valladolid”.
De hecho, una extraña moda intelectual se ha apoderado de gran parte de la clase pensante, de supuestos líderes encumbrados por esos valores de toda la vida, que los hace columpiarse con alegre frivolidad entre posiciones de “añejo populismo” decimonónico y falsos mitos del posmodernismo reciente que afirman ser propios. Todo ello enriquecido con palabrería, fórmulas comunistas fracasadas, poses, sonrisas forzadas y cinismo a granel.
La esencia de esa moda es la imposibilidad de discernir una alternativa eficaz contra el despropósito actual que amenaza. Inviable el presente, indescifrable el futuro, en los distintos foros, donde tanto les gusta acudir, estos líderes políticos a nivel nacional y regional, convierten los Platós de TV en el equivalente del Muro de las Lamentaciones, que sirve como caja de resonancia a los cantos lúgubres o alegres (según convenga) de los protagonistas estelares de primera línea.
La incapacidad de hablar y sobre todo, actuar congruentemente, del futuro económico y social organizando a las masas en torno a él es una realidad inocultable. La ceguera de estos “visionarios intelectuales”, no es, por lo tanto, atribuible a las circunstancias puntuales que siempre han cerrado el paso a una profunda autocritica.
Nadie con un mínimo grado de ética y moral puede ser cómplice de la barbarie actual. Todo es pose de los bufones teatreros de TV, dramaturgia de panfleto y coreografía del ridículo dominante.
Cierro este mal rollo, con una frase que últimamente repito mucho… soy optimista por naturaleza… pero cada día menos. Por algo será…
Cantaclaro