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Hay muchas personas, que con todo lo que ha caído y cae, siguen preguntándose por qué y cómo es posible, la fiera resistencia ucraniana ante Rusia.
La respuesta es de pura lógica:
El pueblo ucraniano sabe muy bien lo que le depararía (histórico, cierto y comprobado) después de una eventual derrota, ante el sempiterno antagonista de su frontera oriental.
Un poco de historia
El resentimiento hacia Moscú en Ucrania tiene profundas raíces históricas, una de ellas, es la gran hambruna de la década de 1930, cuando en el llamado granero de Europa, más de 6 millones de hombres, mujeres y niños ucranianos, murieron literalmente de hambre.
Conocido como Holodomor, (palabra que en idioma ucraniano significa “matar de hambre”). El programa diseñado por el Estado Soviético presidido por Joseph Stalin tenía una doble finalidad: por una parte, pretendía eliminar físicamente a los campesinos que se resistían a las colectivizaciones forzosas de sus tierras, y por otra, reprimir cualquier síntoma de rebrote del ancestral nacionalismo ucraniano que se definía como proeuropeo y no ruso.
El Holodomor fue silenciado, por obra y gracia, del eficiente aparato de propaganda del Komintern (Internacional Comunista), que logró desviar la atención del problema y vender una magnífica imagen de la URSS a nivel internacional.
Es bien sabido por todos los países que han sido víctimas de alguna tropelía, que lo que hoy llamamos memoria histórica es un arma de defensa muy poderosa. Y en este caso, para la Ucrania actual, un país libre e independiente, que pretende impedir y desafía el retroceso que supone la dominación neo imperial rusa, es de importancia capital.
En 1929, el dictador soviético impuso una enorme colectivización del campo. Ese proceso obligó a millones de campesinos a entregar sus tierras. El resultado fue una hambruna de dimensiones jamás vistas. Muchos historiadores lo definen como el primer holocauto.
El Kremlin “orquestó” la catástrofe para deshacerse del problema político que suponían las pretensiones nacionalistas de Ucrania. Stalin mató a millones para enterrar la historia y las aspiraciones ucranianas. Es decir, que los soviéticos llevaron a cabo un genocidio en que la hambruna fue parte de un plan para imponer la “rusificación” de Ucrania.
Se pretendía así, lograr la eliminación de sus élites culturales, de su sentimiento histórico de nación y hasta del mismo idioma ucraniano. El hambre intencional, las requisas, eran parte del propósito de “rusificar y sovietizar” a los ucranianos, aunque fuera por inanición.
Para los ucranianos existe esta historia de opresión desde hace más de 300 años. En cada época de los cuales, hubo desplazamientos forzados, opresión, donde hasta las lápidas de los cementerios estaban prohibidas en el idioma local, o de canciones que no se podía cantar. Una historia que en Occidente se ignoró durante mucho tiempo y que ya no se pudo pasar por alto, desde la reciente invasión de Putin.
Es un hecho irrefutable que las afirmaciones sobre supuestos nazis ucranianos son inventadas y engañosas. Sin embargo, la narrativa persiste porque Vladímir Putin y sus expertos propagandistas siguen difundiendo la desinformación. Es de lo poco que saben hacer bien, además de todo lo demás que siempre han hecho y hacen… a su inhumana y brutal manera.
Este falso argumento de acusar de nazismo a Ucrania, está absolutamente fuera de lugar, es algo ridículo a más no poder. El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, es un judío de habla rusa que ganó las últimas elecciones presidenciales por un enorme margen frente a un candidato ucraniano no judío.
En fin, que ante cualquier duda referida al tema de hoy, lo tenemos fácil, solo debemos preguntarle a cualquier refugiado de los no pocos que tenemos acogidos…
La historia de Ucrania se repite.
Cantaclaro
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