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Sobre los lamentables acontecimientos de Brasil del domingo pasado, y a los fines de entender o interpretar con alguna exactitud lo sucedido, tan importante como el análisis de causa que obligatoriamente habrá que hacer, es saber de qué pie cojean los protagonistas implicados en esta samba brasileira.

Jair Bolsonaro

Este singular personaje guarda una increíble semejanza en actitud, maneras, ideas, comportamiento y meteduras de pata, con su colega norteamericano Ronald Trump a quien dice admirar y presume de ser su amigo.

Como su colega del norte, tiene pendientes múltiples demandas judiciales penales de supuestas actuaciones delictivas cometidas durante su desempeño como presidente.

Con la supervisión de la Corte Suprema, la Policía Federal investigó sus actuaciones y concluyó que encajaban en la incitación pública a la práctica de delitos, ya que podían incentivar a desobediencia de normas sanitarias obligatorias. Además de otras causales.

Se le acusa de citar noticias falsas relacionadas con el Covid.

De declarar públicamente que jamás usaría mascarilla.

De divulgación de datos confidenciales en una investigación secreta de estado.

De narrativa sobre procesos electorales fraudulentos, sin pruebas ni indicio alguno.

De incitación al delito de violación e injuria a la diputada federal María do Rosario.

De declarar oficialmente que las personas vacunadas contra el covid, estaban desarrollando el SIDA.

De haber incentivado la epidemia, con charlatanería y fármacos ineficientes.

De infringir medidas sanitarias preventivas por celebrar y reivindicar aglomeraciones.

De uso fraudulento de fondos públicos en la compra de insumos varios y vacunas.

De delito continuado de sobornos en múltiples permisos de tala forestal en la Amazonia.

Las infracciones que se le atribuyen fueron cometidas cuando estaba en ejercicio del mandato presidencial y por disposición constitucional gozan de total inmunidad.

Luiz Inácio Lula da Silva

Este otro personaje, no es precísamente una inocente e inmaculada criatura salida de algún convento de clausura. Por el contrario, fue condenado en 2017 a 12 años de prisión con un prontuario de categoría superior, y cumplió 19 meses de condena antes de que esta fuera anulada por un defecto procesal.

Convicto de delito de corrupción continuada.

Convicto de malvesación de caudales públicos.

Convicto de prevaricación en documentos oficiales.

Convicto de recibir un piso como soborno por adjudicaciones de obras.

Convicto de cobro por favores a una constructora que le regaló otro piso de lujo.

Convicto de cobro a otra constructora que le obsequió una casa-mansión de campo.

Convicto de compra fraudulenta de un terreno que posteriormente se utilizaría en una obra oficial.

Convicto de recibir múltiples sobornos por contratos adjudicados a la multinacional Odebrecht.

Convicto de sobreprecios con Hugo Chavez en exportaciones de alimentos.

Convicto de negociados ilegales de exportaciones petroleras con Petrobras.

De todo lo anterior, el Tribunal Supremo de Brasil anuló todas las sentencias y ordenó su escarcelación… lo demás es historia futura.

Como diría un viejo amigo: estos dos son “igual de peores”.

Esto no se quedará así sin más “ringorrangos”…esto seguro que se hincha.

Cantaclaro

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