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Fragmento de una nota anterior:
…la Cuba castrista castrada social, política, económica, cultural y moralmente, cuenta con una Constitución (calcada a la de Stalin en la URSS) que pretende legitimar un régimen tiránico que consagra el desvergonzado principio de la legalidad socialista.
Las decisiones del gobierno se basan en el ordenamiento jurídico sancionado por un poder totalitario.
En Cuba se celebran “elecciones” para simular que allí funciona una verdadera democracia popular. Obviamente, todas las elecciones que han tenido lugar en la isla desde hace más de seis décadas son absolutamente controladas, no son auténticas elecciones.
Sólo participan en ellas los candidatos del régimen, o sea, no existe oposición alguna pues no hay libertad política. Se trata de un Estado militante con una ideología hegemónica que niega el pluralismo político y la alterabilidad en el poder. Son sencillamente funciones de circo, donde los electores votan por candidatos únicos de partido único que curiosamente ganan siempre por el 99%.
Pretenden, por supuesto sin lograrlo, hacer creer al mundo que en Cuba se vive una democracia “ordenada y diferente”. Es lo que intentó implantar Hugo Chávez en Venezuela, y su heredero Nicolás Maduro sigue con el mismo empeño.
En las elecciones venecubanas pasa lo que en los restaurantes de esos “chefs televisivos” de estrellas y cuentos… todo el mundo sabe que allí no se va a comer, se va a que le jodan a uno.
Pero he de reconocer, que esa “gloriosa revolución castrista” tiene un plus característico que le proporciona gran ventaja sobre el sistema auténticamente democrático, del que se diferencia claramente por un detalle:
Le ahorra al elector “los penosos agobios a la hora de elegir el candidato, evitándole así la dura tarea de escoger a quien le dé la gana”.
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El pueblo cubano malvive bajo una dictadura absoluta que ha perdurado 62 años. No se había visto en Latinoamérica y puede que en el mundo, algo semejante en toda la historia contemporánea. Fidel Castro primero, Raúl Castro después y Díaz Canel hoy, son el arquetipo del absolutismo hecho gobierno en la isla mártir de José Martí.
La terrible represión contra sus oponentes, las penurias a la hora de acceder a los bienes de primera necesidad, el autoritarismo político y el control sobre la libertad de movimientos, han sido el signo distintivo de esa parasitaria revolución que siempre ha necesitado “al otro” para sobrevivir.
A la luz de todo lo que se ha escrito y verificado sobre Cuba desde 1.959 hasta nuestros días, se llega fácilmente a una sola conclusión:
La supuesta revolución cubana, se escribirá en el libro de la historia como una de las mayores estafas políticas, sociales, económicas y morales aplicada al hombre moderno.
Las palabras elecciones, democracia y libertad tienen un significado palmario, inequívoco y muy comprensible para todos. Son palabras de mutua correlación que dejan con el culo al aire la patraña revolucionaria cubana, así de claro.
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Lo que empezó como una manifestación en un pequeño pueblo cercano a La Habana, se fue extendiendo como reguero de pólvora a lo largo y ancho de la martirizada isla de Cuba.
Sin tener qué llevarse a la boca, sin medios para enfrentar la propagación del coronavirus, sin electricidad, sin agua, sin medicamentos básicos y sin siquiera una mínima rendija por donde deslizar algo que se parezca a una protesta.
Por primera vez en más de seis décadas, miles de personas (el pueblo llano) superando el miedo a la represión, se lanzaron a las calles en más de 20 poblaciones al grito de “libertad abajo la dictadura”.
Como respuesta, el supuesto presidente de la felicidad hecha isla, lejos de aparcar la arrogancia y el mal entendido orgullo político, se niega a aceptar urgente ayuda internacional, y le responde a la desesperada población con un “sonoro silencio” que acompaña con la frase: “estaremos en las calles combatiendo”.
¿Combatiendo qué cosa? ¿la hambruna general? ¿las enfermedades curables? ¿la ausencia total de libertad? ¿la miseria generalizada? ¿a los indefensos ciudadanos que no estén de acuerdo con ese sistema embrutecedor y miserable?
Mientras tanto el silencioso estruendo de los neo progresistas de medio pelo, los nuevos redentores de la igualdad, los igualitarios comunistas, ni fu, ni fa, que tanto han defendido las bondades de ese sistema hambreador y criminal. Esos social-comunistas que todos conocemos que ni son lo uno, ni son lo otro deben estar ahora escondidos debajo de sus camas…
Cantaclaro
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