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Me gusta el cine, o mejor dicho, me gusta el buen cine y hoy se me ha ocurrido la pésima idea de hablar sobre una película memorable, uno de los films más emotivo, fascinante, cautivador, perturbador y trágico que uno haya visto en los no pocos años que ya va contando. Me estoy refiriendo a la película cuyo título es The Lives of Others (La vida de los otros).
Cuenta la historia de un agente de la Stasi (policía política de la Alemania del Este) asimilado en el engranaje policial comunista que poco a poco va congeniando con las personas que vigila.
Descubre los afectos que él no tiene y los deseos de libertad que motivan las transgresiones de sus investigados, provocando desde su aparente insensibilidad, una reflexión determinante sobre el valor de su propia existencia y la del sistema que defiende.
Ese hombre es Gerd Wiesler un autómata de frio rostro, instructor y actuante pero también víctima de un sistema implacablemente cruel, de proceder rutinario, inquisidor y paranoico en el que su existencia vital como funcionario son un simple número y unas letras.
Notable intriga política y drama humano-social ambientado con pelos y señales, en un país con un régimen totalitario, opresivo, odiosamente intervencionista, y limitador absoluto de libertades individuales y colectivas como el que se respiraba en aquella Alemania Oriental del muro de la vergüenza.
Lo mejor de la película es su atemporalidad.
Lo peor es que no haya más películas como esta.
Cantaclaro
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