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El mirador del indiano

Hablando de elecciones

Estos comunistas que de alguna manera co-gobiernan en el Estado español, nunca admitirán (por ahora) que son fieles devotos y encienden cirios en la capilla que comparten Fidel Castro y su hijo putativo Hugo Chávez.

Esto es algo que si bien no apruebo, lo acepto y respeto, así es el sistema democrático y así debemos entenderlo.

Ahora bien, lo intolerable de este asunto es el verdadero contenido que estos intachables demócratas “a su manera” te quieren hacer tragar.

Mentiras, cuentos fabulados, medias verdades, comparaciones fuera de contexto etc.., poniendo como ejemplo a seguir la Cuba dinástica de los Castro y el sucesor dedo-designado Díaz Canel, quienes con insólito cinismo, siempre afirman que en Cuba hay elecciones, por lo tanto democracia activa.

Uno años tiene y en su transcurrir ha comido de todo, de todo sí, pero güevonadas las justas.

Dicho lo dicho, doy mi versión sobre las “peculiaridades” de las elecciones a la cubana:

La Cuba castrista “castrada social, política, económica, cultural y moralmente”, cuenta con una Constitución (calcada a la de Stalin en la URSS) que pretende legitimar un régimen tiránico que consagra el desvergonzado principio de la “legalidad socialista”.

Las decisiones del gobierno se basan en el ordenamiento jurídico sancionado por un poder totalitario.

En Cuba se celebran “elecciones” para simular que allí funciona una verdadera democracia popular.

Obviamente, todas las elecciones que han tenido lugar en la isla desde hace más de seis décadas son absolutamente controladas, no son auténticas elecciones.

Sólo participan en ellas los candidatos del régimen, o sea, no existe oposición alguna pues no hay libertad política.

Se trata de un Estado militante con una ideología hegemónica que niega el pluralismo político y la alterabilidad en el poder.

Son sencillamente funciones de circo, donde los electores votan por candidatos únicos de partido único que curiosamente ganan siempre por el 99%.

Pretenden, por supuesto sin lograrlo, hacer creer al mundo que en Cuba se vive una democracia “ordenada y diferente”. Es lo que intentó implantar Hugo Chávez en Venezuela, y su heredero Nicolás Maduro sigue con el mismo empeño.

En las elecciones venecubanas pasa lo que en los restaurantes de esos “chefs televisivos” de estrellas y cuentos… todo el mundo sabe que allí no se va a comer, se va a que le jodan a uno.

Pero he de reconocer, que esa “gloriosa revolución” castrista tiene un plus característico que le proporciona gran ventaja sobre el sistema auténticamente democrático, del que se diferencia claramente por un detalle:

Le ahorra al elector “penosos agobios a la hora de elegir el candidato, evitándole así la dura tarea de escoger a quien le dé la gana”.

Cantaclaro

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Sobre Venezuela en estos infaustos tiempos de supuesta revolución...

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