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Hace ya unos cuantos años decía aquí:
Cada lunes los venezolanos amanecen con la noticia de que hay otra empresa expropiada, o mejor, otra empresa robada.
Ese edificio de allá ¿privado? ¡¡exprópiese!! ¿y esta casita de aquí? ¿privada también? ¡¡exprópiese!! ¿y esa finca de más allá? ¿de quien es? ¡¡exprópiese!! ¿aquella fábrica de perinolas es de algún oligarca? ¡¡exprópiese!! y la chupeta de aquel carajito catire que me mira asustado, ¿de qué sabor es? ¿de mandarina? ¡¡exprópiese!!
Así gobernaba el sátrapa depredador en su borrachera de poder y dólares imperiales, con ademanes chulescos y aires de conquistador romano, ¡exprópiese! exclamaba seguido de vítores y aplausos del lumpen chavista que lo seguía ciega y anhelante de recibir alguna limosna del nuevo emperador.
Las expropiaciones (robos institucionalizados) chavistas se convirtieron en una de las características más angustiantes y perniciosas del llamado proceso. Por esa vía prepotente e ilegal se arruinaron infinidad empresarios y se enriquecieron otros tantos secuaces del fallecido déspota.
Las pérdidas materiales debido a esta práctica expoliadora fueron cuantiosas, miles de empresas desaparecieron del mapa productivo. La industria, el comercio y los servicios se vieron diezmados de la noche a la mañana por la nefasta furia del tirano fuera de control.
Un país que se encontraba en el siglo anterior a las puertas del desarrollo, se desmoronó en total colapso, como consecuencia de la ineptitud y saqueo sistemático de lo que se inició como petro-régimen y se transmutó en narco-régimen.
Pero el daño por las pérdidas derivadas de las expropiaciones, con todo y lo cuantiosas, no ha sido lo peor que le ha ocurrido a Venezuela en el monumental desbarajuste de las últimas dos décadas.
Lo peor ha sido la expropiación de la misma dignidad. La Venezuela que uno conoció era un país de gente honorable, de personalidades dignas, de emprendedores empresarios progresistas, de una democracia con defectos pero que funcionaba.
La Venezuela actual es un país de medio pelo, desacreditado, de farsantes, de corruptos e ineptos funcionales que secuestraron el poder político, de personas sumisas esperando dádivas y de mucha gente talentosa y educada que bien por cobardía o bien por conveniencia, está amoldada al medio… a la mediocridad que hoy manda en ese país.
Chávez expropió y logró confiscar hasta la dignidad de millones de venezolanos, siendo Maduro el de la puntilla diabólica que remató la faena, el que utilizó el control por hambre hasta de sus propios seguidores, quienes tarde comprendieron que no era su prometida liberación la que buscaban los “revolucionarios rojos” sino su total esclavitud.
Por supuesto que todavía hay admirables e importantes grupos que resisten esa degradación, pero el país luce hoy sin capacidad de respuesta a la barbarie. Lo que se aprecia es una mayoría de su población oprimida por el hambre que espera la bolsa subsidiada de comida, arrodillada ante la tiranía en total sumisión al narco-gobierno que lo controla todo.
El único apoyo del régimen son las Fuerzas Armadas, en cuyo seno conviven todo tipo de criminales y sus cómplices que guardan silencio y aceptan que se lleven a cabo las peores atrocidades ante sus propias narices. Es un silencio comprado con dádivas y todo tipo de privilegios a los que la gran masa hambrienta y enferma no tiene ningún acceso.
Como digo, la expropiación de la dignidad es el golpe de gracia que le han dado a Venezuela. ¿Cómo explicar que una nación que liberó las dos terceras partes de la América colonial, esté hoy invadida sin resistencia por las manadas de los infames parásitos de la dinastía Castro, quienes controlan los puntos estratégicos fundamentales del país?
¿Qué se puede decir ante el hecho indiscutible del petróleo y minería de metales valiosos en manos de China y Rusia?
¿Cómo entender que una nación privilegiada, con los mayores y mejores recursos, energéticos, marítimos, agrícolas, clima, fertilidad, agua, etc. etc. se encuentre hoy en el foso de todos los índices económicos y sociales del planeta, sin que esa tragedia haya generado una masiva sublevación ciudadana que paralice el país de punta a punta?
Pese a todo, quedan aún políticos muy preparados y dignos: Antonio Ledezma, María Corina Machado, Leopoldo López y algunos (pocos) más que están presos o perseguidos, unos dentro y otros fuera del país. Pero Venezuela, por sí misma ya no se levanta. Es triste y lamentable el decirlo, pero la liberación tendrá obligatoriamente que venir de allende sus fronteras.
El robo de la dignidad es, referida a la autoestima, lo peor que le puede suceder a cualquiera como persona. Y es ese gran capital, ese gran tesoro lo que le han expropiado (robado) a Venezuela como Nación.
De esta indignidad trágica, no se logra la recuperación tan fácilmente como la del robo material. Se necesitará una o más generaciones nuevas, incontaminadas y preparadas para lograr que Venezuela renazca con toda su gloria de las cenizas… como el ave Fénix.
Cantaclaro
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Nunca se había conocido un proceso de destrucción institucional, económico, social y de seguridad ciudadana más rápido y profundo que el que ha provocado el dictador Nicolás Maduro en los casi cuatro años de debacle bajo su presidencia.
Liquidó la división de poderes en contra de su propia Constitución bolivariana, sometió al Poder Judicial, anuló a la oposición democrática ampliamente
mayoritaria, controló el Consejo Nacional Electoral a su capricho y eliminó cualquier garantía en los procesos electorales.
La consecuencia de este cataclismo es bien conocida, millones de venezolanos no pueden acceder a los alimentos básicos ni a los medicamentos más elementales para combatir sus enfermedades, la hiperinflación (la más grande del mundo) que destruye el poder adquisitivo de los salarios ha hecho desaparecer rápidamente la clase media.
Instrumentalizó la justicia y los servicios de inteligencia (G2 cubano) para detener y encarcelar a los disidentes políticos y a cualquiera que proteste contra la falta de alimentos, medicinas, la arbitrariedad y los abusos.
Con tantos presos políticos como hay, la mayoría sin juicio o con órdenes de excarcelación, juega a su capricho “soltando” media docena hoy bajo condiciones estrictas y deteniendo docena y media mañana sin garantía alguna al debido proceso.
Haciendo uso del cinismo que les caracteriza, al día siguiente de las elecciones de diciembre del 2015 el Consejo Nacional Electoral admitió el abrumador triunfo de la oposición democrática con una mayoría de dos tercios. Pero inmediatamente al reconocimiento empezó la metódica tarea de acoso y derribo de la Asamblea Nacional electa anulando sistemáticamente su poder de representación de la soberanía popular.
Se inventó un recurso para eliminar a los representantes elegidos en el estado Amazonas, suprimiendo así la mayoría cualificada obtenida. Increíblemente ni han repetido elecciones en ese estado y hoy es el día en que sigue sin representación parlamentaria como si la región no formara parte de Venezuela.
La Asamblea derrotada el 6 de diciembre aprovechó para recomponer el Tribunal Supremo de Justicia y la Corte Constitucional días antes de que tomara posesión la nueva Asamblea Nacional. Desde ese momento, los dos organismos quedaron a las órdenes del Gobierno, y fueron anulando todas y cada una de la leyes aprobadas por la nueva mayoría: le cortaron a la Asamblea Nacional los poderes de control presupuestario, del control del Banco Central y de todos los estamentos y empresas públicas, para terminar declarándola en desacato y liquidando las funciones representativas que la Constitución le da.
La consecuencia es que las cuentas (presupuestos) del Estado y de las empresas públicas han sido avaladas en contra de la Constitución por un Tribunal Supremo al servicio de Maduro, las leyes emanadas de la Asamblea Nacional legítima no han tenido ninguna vigencia para corregir la catastrófica situación. En definitiva, la representación más genuina de la soberanía popular venezolana está sometida a la arbitrariedad del poder ejercido por el autócrata Maduro.
El adefesio de la Asamblea Nacional Constituyente fue el paso final de un golpe continuado, contra la división de poderes, contra la genuina Asamblea Nacional, instalándose un régimen arbitrario y tiránico que ya desconocía los derechos de su propia Constitución chavista. Esta llamada popularmente “prostituyente” es un apéndice al servicio del dictador, fraudulenta y desconocedora del sufragio universal, que pretende ejercer el llamado “poder originario” por sobre cualquier poder del Estado.
Esa falsa Asamblea Nacional Constituyente vota a mano alzada por unanimidad todo lo que le pide su patrón Maduro, convoca elecciones sin garantías y a su capricho, como fueron las de gobernadores y alcaldes. Se constituye en juez y parte con una falsa comisión de la verdad y arrasa con cualquier espacio institucional de libertades. A esta engañifa ninguna instancia internacional democrática le atribuye validez alguna ni legitimidad, tampoco lo hace la práctica totalidad del pueblo venezolano, sea cual sea su posición política.
Se ha hablado mucho de diálogo, especialmente desde junio de 2016. Pero ese diálogo hasta el día de hoy solo ha servido para que el gobierno consolide su poder tiránico.
Cuando se comenzó a hablar de diálogo, había 74 presos políticos. Al día de hoy, mientras el gobierno libera a unos cuantos, se queda con más de 500 y podría detener mañana a 500 más, convirtiendo a los presos en rehenes de un falso diálogo.
De ese diálogo surgía la expectativa de que se respetaría el revocatorio establecido en la Constitución para octubre de 2016. Pero el gobierno desconoció ese derecho, burlando con decisiones judiciales descabelladas y arbitrarias su aplicación, anulando todo el esfuerzo opositor para movilizar democrática y pacíficamente a los ciudadanos.
La oposición se manifestó y centenares de miles de venezolanos salieron a las calles para exigir esas prioridades soportando una oleada de represión y de muertes completamente desconocidas. Por eso hoy ya nadie cree en el tal diálogo y habría que sustituirlo por un claro y sólido proceso de una transición democrática.
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En las circunstancias actuales, desearles “Felices” Pascuas y un “Próspero” Año Nuevo es un insulto al pueblo de Venezuela. Me limitaré a manifestarles mis mejores deseos y esperanzas de futuro.
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