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El mirador del indiano

El perifollo asimétrico del siglo XXI

Desfile Hugo Chávez

Durante más de mil años las legiones romanas que regresaban de las guerras de conquista, disfrutaban del honor del triunfo en un desfile tumultuoso. Encabezaba la marcha el victorioso comandante en un suntuoso carruaje tirado por soberbios caballos blancos especialmente enjaezados para la ocasión y acompañado de músicos y equilibristas. Le seguían carretas cargadas de tesoros, aturdidos prisioneros esclavizados, armamento y toda clase de animales extraños fruto de la rapiña en los territorios conquistados. Montado en el mismo carruaje, un esclavo, al tiempo que sostenía sobre la cabeza del agasajado caudillo una corona de laurel en oro, le susurraba insistentemente al oído: toda gloria es pasajera…


Los que vimos por televisión el desfile militar realizado en Caracas con motivo del 200 aniversario de su independencia, pudimos presenciar la puesta en escena de un aberrante espectáculo destinado a humillar a los venezolanos en general y a sus Fuerzas Armadas en particular.

No fue tan solo un show más de los tantos escenificados por ese  chauvinista y ridículo gobierno, fue la culminación de todo un mega programa de propaganda política y culto a la personalidad, al estilo “clásico” de los dictadores clásicos, montado bajo la excusa de la celebración de una fecha señalada.

El ritual, el escenario, sus acabados, los disfraces, las palabras emanadas de los guiones “declamados” con engolada voz (dando rienda suelta a ese portento de “refinamiento expresivo” tan propio del supremo comandante del micrófono, llamado cursilería) por los locutores militares exaltando al socialismo sectario y a la revolución chavista, excedieron con creces cualquier manifestación (y las ha habido muchas) anterior. (1*)

BlindadoLa figura del general (cuyo nombre ni puedo ni quiero recordar) que montado sobre un tanque (bien grandote por cierto) presidiendo, dirigiendo o lo que sea que pintara allí subido, con un atuendo recargado, extraño, con los adornos más insólitos: boina roja, guantes rojos, bufanda roja, mangas y puños bordados en oro, daba la impresión de estar uno en presencia del torero-polichinela chavista del siglo XXl.

Si lo anterior que les describo fuera poco perifollo, el general en cuestión lucia su corpachón de muchomacho, “enchapado de hojalata” desde el bigote hasta la bragueta, insinuando mil batallas pero ninguna realizada, como no sean las efectuadas contra estudiantes, amas de casa, empleados y demás apátridas o traidores a la misma.

Para qué contarles más, la esperpéntica imagen, mezcla de traje de torero Art Decó con modelito de John Galliano, era todo un canto al absurdo, a lo estrafalario, a lo ridículo… al más puro estilo Chávez.

La guerra asimétrica (lo que no dijeron los locutores del desfile)

Y desfilaron con la marcialidad y gallardía que era de esperar de estos “rangers” socialistas de nuevo cuño, insuperables Rambos al servicio del socialismo amenazado.

Habían recibido completísima formación por parte de los cubanos, para llevar a cabo con éxito la tan cacareada “guerra asimétrica” mil veces anunciada (como debe ser) en Aló presidente por su Comandante en Jefe. Disponían además de un importante arsenal en armamento de última generación comprado y pagado a precio de oro a los rusos, el mismo que vimos en el desfile de marras.

Rebelión La ParaguaContaban pués, con sobradas garantías para consolidar la fe avalada en la gloriosa guerra de independencia, donde se acreditó el destino de la Nación forjadora de libertad de cinco naciones americanas.

Consumarían la insigne misión de destruir el imperio más poderoso de todos los tiempos, que amenazaba otra vez con aquello de: “la planta insolente del extranjero ha profanado el sagrado suelo de la patria”  bla, bla, bla…

Comenzarían por rechazar la inminente invasión, después con las fuerzas yankis derrotadas y en desbandada vendría el asalto final a Washington, luego la White House donde vive aquél negro pelo-malo traidor a su raza y después… la gloria.

En principio la guerra asimétrica se dio, y se dio bien (más abajo doy el desenlace). El enemigo fue rodeado por el aguerrido ejercito del pueblo (muy pueblo) atacando con pequeñas unidades de combate situadas detrás de sus líneas. Las operaciones militares fueron de carácter y estructura guerrillera popular. Se aplicaron tácticas milenarias de resistencia y “ataque en la selva” que eludían el regular frente a frente, al invasor había que derrotarlo con unidades pequeñas y móviles. Y así ocurrió… (2*)

La batalla (tampoco la mencionaron… secreto militar)

La batalla se dió en La Paragua, un pequeño enclave en el Estado Bolivar a orillas del rio del mismo nombre. Allí había mineros (indígenas en su mayoría) de varias generaciones dedicados a la extracción artesanal de oro y diamantes.

Estos mineros, fueron brutalmente desalojados de las explotaciones y despojados de sus rudimentarios yacimientos mediante la habitual fórmula del ¡exprópiese!  ¡exprópiese! esta vez el pretexto usado fue la noble causa ambiental.

Una vez que hubieron salido del lugar los antíguos tenedores de las minas, cayeron en masa como plaga de langosta decididos a quedarse con el negocio los mismos Guardias Nacionales que poco antes habían participado en el expolio, es decir, usaron el consabido argumento del: te quitas tu, para ponerme yo. Se “arrecharon” pués y con razón los pemones… se desencadenó la batalla…se desató el salvajismo, la barbarie y estalló el Armagedón indígena del siglo XXI.

Los pemones, la etnia más grande y belicosa de la Gran Sabana, se cabrearon tal y como lo habían hecho en el siglo XVII con Dominicos, Franciscanos, Capuchinos y después con los conquistadores españoles que les sucedieron.

Provistos con armamento (arcos y flechas) del principio de los tiempos, esta vez se enfrentaron a los abusadores “chabestias”, les quitaron sus relucientes Kalashnikov, los amarraron de pies y manos y los encerraron en una gran jaula de madera hasta que se presentó en el lugar un muchomacho generalote que negoció el “armisticio”.

Un detalle lamentable de este episodio tragicómico es (así lo cuentan los pemones) que el coronel que comandaba la expedición de saqueo, cuando vio a los indígenas con arco y flecha en mano desarmando a sus soldados, puso los pies en polvorosa y salió corriendo como alma que lleva el diablo. Dicen (sinceramente, esto no lo creo) que aún se encuentra en paradero desconocido.

La pregunta obligada es: ¿son esos los insignes oficiales de “patria o muerte” de la guerra asimétrica del comandante asimétrico que como  simétricos muñecos llenos de medallas de latón y vestidos como para el carnaval de Rio, desfilaban el otro día en Los Próceres?

Es de suponer que ya el “imperio” habrá tomado nota de que para su invasión en ciernes, no necesitará marines ni cosa que se le parezca. Les bastará con enviar un par de docenas de emplumados pieles rojas (como no tienen pemones, creo que los que aparecen en la peli “Bailando con lobos” podrían valer) y…auuuuuuuuuu adiós luz que te apagaste…adiós a la gloriosa guerra asimétrica del comandante del micrófono.

Cantaclaro


(1*) Hay un hecho cierto en torno a los desfiles militares en general y en algunos más que en otros en particular, donde la profusión y el ondear de banderas es muy sospechosa, entre sus pliegues suele siempre esconderse camuflado mucho hijo de puta. Estos bochornosos espectáculos de generales cargados de medallas de hojalata, vociferando consignas alusivas al socialismo cubanoide de patria o muerte y de lealtad hacia un “supremo comandante”, son hechos que vivirán eternamente en el libro de las infamias. El tiempo, árbitro inexorable, es quien siempre sentencia este tipo de actuaciones, solo que demasiado tarde…

Desde 2001 hasta 2011 el régimen venezolano ha gastado más de US$ 46.000 millones en armas y equipos militares diversos, de ese dinero una buena parte ha ido a parar, vía comisiones y sobreprecios, a las cuentas en paraísos fiscales de militares y civiles corruptos. Las frenéticas compras de “sofisticados” equipos fueron ampliamente cuestionadas por observadores y especialistas en la materia que señalaron la inconveniencia de adquirir dispositivos y artilugios con los que ni oficiales ni soldados estaban familiarizados y cuyos manuales de operación están tan mal traducidos que resultan incomprensibles hasta para los “enteradillos” (que los hay y muchos) capitostes de la revolución.

La desaforada carrera armamentista, emprendida por el mega-comandante que de todo sabe y entiende, está condenada a las chiveras (desguaces) a unidades con años de vida útil por delante y plantea interrogantes relacionados con el mantenimiento, actualización y recambio de equipos que, en el caso de las ex potencias comunistas, no eran más que sobrantes de la Guerra Fría. Afirman los expertos que los componentes del Ejército, Aviación, Marina y Guardia Nacional, almacenan mucha costosa utilería para brillar en paradas y desfiles pero son solo chatarra inútil (tanques que apenas ruedan, aviones que ni despegan, barcos que si acaso flotan, cañones que no disparan etc. etc.).

Teatro, patria, más teatro y más patria… A eso se reducen todos los “logros”, incluyendo los desfiles engañabobos que no pueden esconder la dramática realidad. Dicho en buen criollo: paja, pura paja con la que quieren engatusar al hastiado personal que desde hace más de 15 años por no comer no come ya más cuentos. 

(2*) El término guerra asimétrica comenzó a ser usado por Chávez para referirse a una nueva doctrina de la Fuerza Armada Nacional (FAN), según la cual era necesario prepararse para enfrentar una agresión imperialista contra la patria a través de una estrategia que involucraba también a la milicia y a las organizaciones populares.

La guerra asimétrica incluye el uso de bandas civiles armadas como agentes de la represión y prácticas extremadamente brutales y violentas destinadas a infundir terror en la población. La conclusión de que buena parte de esta brutalidad exacerbada obedece a la influencia del castrismo cubano en Venezuela es imposible negar.

 

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Sobre Venezuela en estos infaustos tiempos de supuesta revolución...

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