Fue uno de los cinco o seis intelectuales venezolanos más destacados de los últimos 70 o más años, me refiero a Jorge Olavarría.
Breve semblanza:
Descendiente de vascos y orgulloso de serlo, nació en Caracas el 12 de diciembre de 1.933.
Licenciaturas de Derecho en la Complutense de Madrid, Historia y Letras en Oxford y La Sorbona.
Post grados académicos en Bélgica, Luxenburgo y EEUU.
Columnista del diario El Nacional era considerado uno de los mejores articulistas de Venezuela y Latinoamérica.
Fundador editor de la revista Resumen que semana tras semana hizo las delicias del más exigente lector. De altísima calidad y sin duda uno de los mejores semanarios que se haya impreso jamás en Venezuela. Publicación en que por cierto, yo mismo tuve oportunidad de firmar algunas “cositas”.
Senador y Constituyente.
Fue uno de los primeros seguidores de Chávez en cambiar públicamente de opinión y oponerse a él con todo su saber y energía. Podría decirse que lo machacó sin misericordia allá donde tuvo ocasión de hablar y escribir.
La polémica y la denuncia fueron el sello indeleble de su vida pública. No se doblegó jamás ante nada ni nadie. Se fue del país por un largo tiempo, me voy dijo, porque yo no entiendo a este país ni este país me entiende a mí.
Era una persona extremadamente ilustrada, un gran humanista, con modales que en ocasiones lo hacían lucir como uno de esos perros que cuando muerden no sueltan. La verdad es que tenía un poderoso intelecto y una cultura abrumadora y avasallante.
Pasará a la historia como un gran hombre (otro más) adelantado a su tiempo que aró en el mar, nadó contra corriente, superó tempestades y torpedeó inmensos portaaviones.
Falleció en Caracas el 18 de abril de 2005
Sobre el discurso:
Designado Orador de Orden por el Congreso Nacional, manifestó públicamente su rechazo al proyecto de Chávez que ya lo vislumbraba hegemónico y con visos de anular la democracia.
La vigencia del discurso profético de Jorge Olavarría nos debe llamar a la reflexión hoy en día a todos.
Fue la primera, última y única vez que le cantaron “las verdades del barquero” al entonces pichón de dictador de forma directa y personal, frente al parlamento en pleno y ante la presencia de los miembros de las misiones diplomáticas acreditadas en el país.
Fue una jornada realmente inolvidable de seguro única e irrepetible.
Este discurso, además de una impecable pieza oratoria al más puro “estilo Olavarria”, representa, a mi modo de ver, una composición fundamental de análisis, para comprender lo sucedido en la sufrida Patria de Simón Bolívar en estas (como él decía) horas menguadas de supuesta revolución.
Constituye bajo mi punto de vista, un verdadero hito en la historia política contemporánea de Venezuela, primero por su contenido, segundo por el contexto en el que se produjo y tercero y más importante por sus “características premonitorias de lo que sucedería después”.
Cantaclaro
…
No son muchas las oportunidades que se le presentan en la vida a un hombre, de entrar con honor en la Historia y no salir de ella jamás. Una de esas oportunidades, tuvo el ilustre venezolano Jorge Olavarría y no falló.
Designado como orador de Orden en la sesión solemne del Congreso Nacional del 5 de julio de 1999, denunció y asumió con el coraje y valentía que lo caracterizaban, lo que nadie en ese entonces se atrevía a decir, hacer y ser: la voz democrática de la nación.
Sin ambages, sin medias tintas desnudó en público los planes de un dictador en ciernes.
Discurso completo
Señor Presidente Constitucional de Venezuela, Presidente y Vicepresidente del Congreso Nacional, Señores Representantes de los Poderes constitucionales de Venezuela, Señor Nuncio de su Santidad, Decano del Cuerpo diplomático y Excelentísimos señores Embajadores y Honorables Encargados de las misiones diplomáticas aquí presentes, Señoras y Señores.
Esta solemne celebración, la última del siglo, coincide con una hora menguada de la patria. Es una hora triste, tensa, bochornosa, preñada de peligros y de amenazas para los que queremos vivir en libertad y democracia, bajo el imperio de la ley.
No es hora de historias pasadas. La historia se está haciendo aquí y ahora. Es la circunstancia la que nos exige seguir el ejemplo de los próceres que firmaron la declaración de la independencia, de los que fundaron las bases y sentaron los principios de un Estado Constitucional en el cual la ley “la ley respetase la libertad y el honor”, como decía una cancioncita que andaba por allí corriendo por las calles de entonces. Es la hora de hacer verdad el himno, el himno que hoy cantamos. Es la hora de hacer como ellos, no de hablar de ellos. Porque si no, seguiremos cantando que “el vil egoísmo, otra vez triunfa”.
Con el recuerdo de las heroicidades de los libertadores no vamos a exculpar las cobardías de hoy. Así no aprenderemos las lecciones que, con el sacrificio de sus vidas, nos dieron quienes firmaron el Acta que acaba de ser leída.. Con esa retórica, apenas lograríamos anestesiarnos del dolor de las verdades que hoy nos abochornan y que nos han traído donde estamos. Por ese camino, no nos vamos a encontrar jamás con nosotros mismos.
Los hechos de hoy plantean ante la conciencia moral de los venezolanos de hoy la obligación de hacer algo por lo que hoy amenaza la esperanza de cambiar lo que hay que cambiar. Esos hechos pueden hacer y si se les dejan, van a hacer retroceder a Venezuela a un ayer, cuyos atavismos de violencia están latentes, y sólo falta alguien que los despierte. Y alguien los está despertando.
Mañana nadie podrá declararse eximido de responsabilidad, si hoy cada quien no asume la responsabilidad que le corresponde. Sin egoísmos. Sin cobardías.
Para las revoluciones que están revolucionando al mundo de hoy, la retórica heroica de las revoluciones de ayer, de poco, valen. Esa retórica heroica no nos hace más ricos, ni más sabios, ni mejores ciudadanos. No nos consuela de lo que somos, con el recuerdo de lo que fuimos. Lo que ellos hicieron ayer, no nos exime de lo que nosotros, aquí y ahora, debemos hacer hoy.
La valentía que vale en el mundo del siglo XXI, no es la valentía del asaltante temerario. Es la valentía del saber, la valentía del trabajo, la valentía del dominio de una tecnología que ha cambiado al mundo en los últimos años, más que todos los cambios del milenio que concluye, y que va a cambiar la dinámica política de las sociedades humanas a extremos que la imaginación no alcanza a imaginar.
Esa debe ser la valentía de los venezolanos que tienen que ser valientes en el siglo XXI. Para ellos, para los venezolanos de mañana, los venezolanos de hoy y ahora que tenemos alguna responsabilidad, debemos tener, hoy y ahora, el valor y la decisión que se necesitan para enfrentarse a la orgía de insensatez demencial que nos empuja hacia atrás. Que nos lleva a desandar caminos andados. Que nos induce a repetir errores cometidos.
Si los venezolanos nos dejamos alucinar por un demagogo dotado del talento de despertar odios y atizar atavismos de violencias, con un discurso embriagador de denuncia de corruptelas presentes y heroicidades pasadas, el año entrante Venezuela no va a entrar al siglo XXI. Se quedará rezagada en lo peor del siglo XX. O retornará a lo peor del siglo XIX.
El desprecio que el señor Presidente manifiesta por una Constitución que le otorga legitimidad a su mandato, pero que él sentenció a muerte, a muerte prematura, no nos aclara los términos de la constitución de sus verdaderas intenciones con la cual propone reemplazarla.
Por lo pronto, está claro que nadie puede ignorar las repetidas amenazas que el señor Presidente ha proferido en contra del Congreso, de la Justicia y sus Magistrados, del Fiscal y del Contralor, del Consejo Nacional Electoral y de las Fuerzas Armadas. Ni un sólo Poder Constitucional ha sido eximido de sus amenazas. Ni uno solo.
Y no es que la imagen que el país tiene de estos poderes sea inmerecida. No. Si hemos llegado a una situación en la cual estas amenazas se profieren sin que el país se ponga de pie para protestarlo, por algo es. Pero estas no son las amenazas de un reformador de lo que se niega tercamente a ser reformado. No.
Son los anuncios de un destructor.
El señor Presidente amenazó con lanzar a sus seguidores a la calle si decidían un recurso interpuesto en forma que él consideraba contrario al pueblo. Y no pasó nada. Un pueblo en cuyo nombre dice hablar y del cual alega haber recibido un mandato de poder absoluto…dictatorial.
Así lo consignó por escrito en una memorable carta enviada a los magistrados de Justicia. En esa carta, el Presidente reclamó para sí la exclusividad en la conducción del Estado.
El Señor Presidente cree, sinceramente que el Estado es él. Que él es el único representante del pueblo en la estructura constitucional de la separación de los poderes.
Cuando Justicia decidió en una forma contraria a la que él esperaba, el Presidente acusó a sus magistrados de estar coludidos contra él y, en repetidas ocasiones posteriores, los acusó de corrupción. Y no pasó nada.
La Corte Suprema de Justicia ha negado el pretendido carácter originario sin embargo, el señor Presidente ha afirmado y reafirmado repetidamente, que va a disolver los poderes, va a destituir a los Diputados y Senadores, va a destituir a los Gobernadores de los Estados, tan legítimamente elegidos como él, va a destituir a los Magistrados de Justicia y a todos los Jueces y va a nombrar sus sustitutos porque alega que su origen está viciado, y que esa Asamblea va a derogar, modificar y hacer leyes, todo antes de aprobar y antes de que esta sea aprobada por el pueblo en un referéndum.
Nunca antes en la historia de Venezuela, salvo, por supuesto, en los días de Boves y Morales, se había hecho una predica tan clara y abierta en favor del caos y la anarquía. Nunca.
Los más radicales revolucionarios han predicado un orden nuevo, pero orden. Nadie han predicado el desorden, la incertidumbre y la arbitrariedad como ideales para construir una nueva República.
El Presidente pretende equiparar la elección con un hecho revolucionario, creador de un gobierno de facto.
Estamos ante la necesidad de desvelar un enorme engaño, que nos está invitando a elegir no a unos representantes encargados de hacer una nueva Constitución… nos está invitando a elegir unos Dictadores. … unos Dictadores tumultuarios que amenazan abrir juicios populares a todo el que ellos califiquen de corruptos. Juicios en los cuales los principios cardinales del Derecho que han costado dos milenios a la humanidad consagrar como derechos intangibles, sean reemplazados por el trágico eufemismo de la justicia popular que nunca ha sido justicia y siempre ¡siempre! ha terminado masacrando al pueblo en cuyo nombre dice hablar.
Una asamblea dictatorial obediente a su voluntad que tendrá, según dicen, el poder de disponer de nuestras vidas a su arbitrio, porque no estarían limitados por más ley que la voluntad de la mayoría.
Además, el Presidente ha instado al Consejo Nacional Electoral a la violación de las bases comiciales para la elección de unas bases que él mismo propuso y que aprobadas por el electorado en el referéndum, fueron vertidas por la autoridad electoral en un reglamento que ahora, el señor Presidente se niega a respetar, alegando que puesto que no hay ley que regule la elección, él puede hacer y decir lo que le venga en gana para promover a sus candidatos, así se lo prohíba la ley y las bases comiciales que él mismo propuso y que se aprobaron en el referéndum.
En esta línea de palabras y de acciones, el señor Presidente apoya abiertamente a los candidatos de su parcialidad y para ello hace uso público y notorio de recursos del Estado.
Cuando el Consejo Nacional Electoral le amonesta, el Presidente hace burla del árbitro electoral, de la amonestación que recibió, y anuncia que seguirá haciendo lo mismo, y lo sigue haciendo.
Cuando el Contralor anuncia su decisión de investigar el hecho, el Presidente lo ofende y lo descalifica. El hecho es dramáticamente claro, señoras y señores. El señor Presidente ha violado su deber de respetar y de hacer respetar las Leyes.
No digo que el Presidente ha violado su juramento, porque lo dio en forma harto irregular, al extremo que puede decirse que no juró como se lo manda ese momento, la calificó de “moribunda” y no sé si dijo que juraba respetarla, o terminarla de matar.
Pero si la respuesta del señor Presidente a la pregunta ritual que le fuera formulada fue equívoca, la autoridad que le tomó el juramento, lo entendió por dado cuando le dijo: “Si así lo hiciereis, que Dios y la patria os premien, si no, que os lo demanden.”
Pues no lo ha hecho. No ha respetado ni ha hecho respetar las Leyes. Por el contrario, ha instigado abiertamente a su desobediencia y lo ha hecho a los obedientes y no deliberantes miembros de las Fuerzas Armadas. Y como Dios anda muy ocupado en cosas más importantes y la patria somos todos, y no es nadie, alguien se lo debe demandar. “Alguien”…
Hace tres días, en su condición de Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, el Presidente violó su juramento constitucional de respetar y sostener las Leyes cuando promovió a treinta y tres oficiales de las Fuerzas Armadas cuyo ascenso había sido expresamente negado por el Senado, en legítimo ejercicio de su atribución establecida en el Ordinal Quinto del Artículo 150.
Además de esto, que es obvio, y que debe producir acciones inmediatas por parte de quienes están obligados a tomarlas, lo que el Presidente Hugo Chávez está haciendo con las Fuerzas Armadas… legal, para legal, meta legal o ilegal, va a llevar a la destrucción de una de las instituciones de mayor prestigio de la sociedad venezolana. Una institución cuyo nivel de profesionalismo, había costado muchos años y muchos esfuerzos llegar hasta el lugar donde estaban.
La atribución del Senado, ejercida en sintonía con lo que las instancias de evaluación interna de las Fuerzas Armadas habían decidido en relación a los oficiales cuyo ascenso negó, no la inventaron los que el Presidente Chávez llama cúpulas corruptas de los partidos…
Señor Presidente, déjeme ilustrarlo… el primero que propuso, y lo introdujo en el proyecto de Constitución que presentó al Congreso de Angostura, la facultad del Senado de autorizar los ascensos fue Simón Bolívar. Desde el mismo inicio de su carrera militar, la preocupación de Bolívar por la disciplina del Ejército y su acatamiento a la autoridad civil y constitucional fue constante.
En 1813, después de la exitosa campaña guerrillera del Magdalena, y de haber tomado Cúcuta, Bolívar se vio impedido de pasar a Venezuela por la actitud del Coronel Castillo, a quien se le había nombrado como su segundo y quien alegaba que Bolívar no podía legalmente llevar las tropas granadinas más allá de la frontera.
Bolívar acató esto y se dirigió al Congreso en solicitud del permiso correspondiente. Pero como se hizo evidente que la actitud de Castillo era obstruccionista y no legalista, Bolívar le escribió al Presidente, …más que un raciocinio táctico, estratégico o político de la campaña que pensaba iniciar en Venezuela, le formula una declaración de principio extremadamente importante. Le dice: No hay estado beligerante sin tropas, y no hay tropas sin disciplina.
Este primer incidente en la carrera de Bolívar, en la carrera militar, revela la constante de una firme convicción en la disciplina del Ejército como condición de su misma existencia. Y de su sumisión al poder civil como requisito de su carácter republicano y constitucional, que era la razón por la que había ejército y se luchaba.. La disciplina del poder militar, y su razón de ser como brazo armado de una república constitucional por la cual se luchaba, fueron los dos pilares del pensamiento de Bolívar en materia militar, y la constante de su vida.
Tras la conquista de Angostura y la instalación del Congreso en 1819, Bolívar presentó el proyecto de Constitución en el cual, por primera vez en la historia constitucional de Venezuela, se le atribuyó al Senado la facultad de aprobar los ascensos militares en estos términos:
El Presidente, nombra los empleos civiles y militares que no reservare. Entre los reservados se comprenden los de Coronel inclusive, cuyo nombramiento lo hará el Poder Ejecutivo con aprobación del Senado. Si este no conviniere en el nombramiento, puede repetir su instancia apoyándola mejor. La resolución del Senado, en este caso, es decisiva.
La Constitución de Bolívar estableció por primera vez en nuestra historia constitucional, el carácter no deliberante de las Fuerzas Armadas y su jefatura por quien quiera ejerciera las funciones de Presidente. Y apartándose del modelo federal de 1811, estableció que era exclusividad y no facultad soberana de las provincias tener cada una de ellas sus propias fuerzas armadas.
Ya lo había dicho en 1813 y lo consignó en que propuso a de 1819: No hay Estado sin fuerzas armadas. No hay fuerzas armadas sin disciplina. No hay disciplina sin ley. No hay ley si el jefe de esa fuerza disciplinada y obediente, no la respeta y la hace respetar.
Si se rompe por quien tiene la obligación que respetarla y hacerla respetar, se acaba la disciplina. Se acaba se acaba el Estado. Palabra de Bolívar… así de claro, así de simple.
La Constitución de 1830 repitió la atribución del Senado para autorizar ascensos y el carácter no deliberante de las Fuerza Armadas pero en 1864 omitió esta atribución del Senado y consagró la facultad de los Estados de tener sus propias Fuerzas Armadas, al extremo que Nacional tenía que pedir permiso para pasar por el territorio de los Estados de fue una de las causas que llevaron al enguerrillamiento crónico que le siguió hasta que en 1908 Gómez tomó el poder y empezó a desmontar la disgregación implícita en el modelo federal y acabó con los caudillos.
Y esa fue la razón de la proliferación de rangos militares otorgados por el Mariscal Falcón y por los Presidentes que le siguieron, por lo cual, para fines del siglo pasado Venezuela tenía más generales y coroneles que soldados, y no tenía Ejército. Los ejércitos de entonces eran los partidos de entonces. Eran partidos armados. Eran fuerzas de ocupación al servicio de Guzmán Blanco o de Crespo, pero no de y mucho menos de sus instituciones.
Llegar a un Ejército permanente, institucional, parecía entonces una quimera. Regresar a eso parecía, antes de ayer, una imposibilidad. Pero ese es el camino por el cual vamos. Por lo pronto ya tenemos más coroneles y generales de aviación, que aviones; y más almirantes y capitanes de navío, que navíos.
La creación de un Ejército profesional, permanente y nacional se inició a comienzos de siglo. Cuando Gómez apartó a Castro del poder inició con energía y decisión, la integración de las viejas montoneras del siglo pasado en un Ejército homogéneo, tecnificado y moderno.
El hecho fue que a la muerte de Gómez en 1935, con una estructura fundamental de un Ejército profesional, con espíritu y reglamentación de permanencia institucional. Ese Ejército disciplinado fue lo que hizo posible que el General Eleazar López Contreras realizara las transformaciones que eran necesarias para cambiar el carácter dictatorial del régimen en el cual él se había formado y para que re-fundara la democracia en el siglo XX.
El General López Contreras heredó una estructura de poder militar que le hubiera permitido prolongar el régimen autocrático. No lo hizo así. Y uno de los primeros indicios que dio el General López Contreras de su carácter liberal y democrático fue cuando, después de la muerte de Gómez, se quitó el uniforme y entró a Caracas como Presidente, vestido de civil.
Un detalle que merece ser recordado en estos momentos, cuando se nos está dando indicios de lo contrario.
La importancia que dentro de toda estructura militar tienen los procedimientos institucionalizados de ascenso que alejen lo más posible la discrecionalidad en la calificación de los méritos, tienen procedimientos se ponen de manifiestos con un detalle, cuando vemos que una de las principales razones que alegaron los oficiales que formaban Unión Militar Patriótica en 1945, la logia que conspiraba para derrocar a Medina, era que el General Mediana se había negado a retirar del Ejército a los viejos generales Prato, Ardila y Matute que los oficiales de llamaban “chopo e’ piedra” y cuya prolongada permanencia ellos, los oficiales jóvenes, veían como bloqueando sus carreras.
La Constitución de 1947 fue la primera que consignó lo que puede llamarse doctrina militar del Estado Democrático. Esa doctrina, paradójicamente, fue inspirada y colocada en esa Constitución por los oficiales que derrocaron a Medina Angarita, pero lo hicieron por especialísima influencia de la mentalidad, de la manera de pensar, del entonces Ministro, Teniente Coronel Carlos Delgado Chalbaud, quien en 1946 expresó públicamente su convicción de que las Fuerzas Armadas venezolanas debían ser obedientes, no deliberantes, apolíticas, institucionales y profesionales.
Esos principios se consignaron en el capítulo III del Título IV de esa Constitución, que estableció que las Fuerzas Armadas eran, cito: apolítica, esencialmente profesional, obediente y no deliberante, organizada para garantizar la defensa nacional, mantener la estabilidad interna y respaldar el cumplimiento de y de las Leyes.
Al principio de la impersonalidad de la institución al servicio exclusivo de las funciones militares son incompatibles con las funciones políticas, y después ratificar el principio muy antiguo de que la autoridad jerárquica suprema de la fuerzas armadas es el Presidente, se sumaron los avances que habían sido logrados en el gobierno de Gómez, como eran la exclusividad y el monopolio del Poder Nacional para mantener fuerzas armadas y poseer armas de guerra.
El apoliticismo de las Fuerzas Armadas quedó sentado claramente en el Artículo 99 de esa Constitución, y los mecanismos institucionales y legales y no discrecionales de ascensos recibieron jerarquía constitucional al establecerse en el Artículo 101 que los grados militares sólo podrán obtenerse con a ratificación del principio bolivariano de la atribución del Senado de autorizar los ascensos.
La doctrina militar del Estado Democrático quedó muy bien consignada en su artículo 132, que establece con admirable elocuencia que las Fuerzas Armadas forman una institución apolítica, obediente y no deliberante, organizada por el Estado para asegurar la defensa nacional, la estabilidad de las instituciones democráticas, y el respeto a y las leyes, estableciendo que el acatamiento de las Fuerzas Armadas está por encima de cualquier otra obligación, reafirmando que no están en ningún caso al servicio de una persona o parcialidad política.
Personalmente, yo pienso que el carácter no deliberante de las Fuerzas Armadas es indispensable para el mantenimiento de su disciplina y esa disciplina es indispensable para la estabilidad de cualquier orden de gobierno, democrático o no.
Pero aunque no pensara así, el hecho es que hoy, la ley vigente referida a las Fuerzas Armadas así lo mandan. Las Fuerzas Armadas, no son deliberantes.
El mero anuncio por el Presidente Chávez de convocar a una Asamblea militar para que los militares le hablen al país, es otra violación. Quizás la más peligrosa de todas. Hasta para él mismo y el mantenimiento de su autoridad.
Ha llegado la hora señores …ha llegado la hora de recordarle al Presidente que los poderes que él ofende, que él amenaza, merecen tanto respeto como el señor Presidente tiene el derecho de esperar de ellos y de todos nosotros.
Pero estos poderes, además de ser acreedores del respeto, tienen un poder y unas facultades positivas que el Presidente no debe desconocer o menospreciar. El Artículo 192 establece: El Presidente es responsable de sus actos de conformidad con esta Constitución y estas Leyes. El Artículo 121 , advierte que el ejercicio del poder por el Presidente de acarrea responsabilidad individual por abuso de poder o por violación de la ley. El artículo 46 establece que si el Presidente ordena o ejecuta un acto que viole o menoscabe los derechos garantizados, incurre en responsabilidad penal, civil y administrativa, según los casos.
La responsabilidad penal del Presidente no es inmune a las consecuencias de la comisión del delito de abuso de autoridad por actos arbitrarios, y del delito de incitación a la desobediencia de las leyes. La Corte Suprema de Justicia en pleno, tiene competencia para declarar si hay o no méritos para el enjuiciamiento del Presidente de la República. La Ley establece que la acusación del Presidente ante de Justicia es derecho de cualquier ciudadano. El Ministerio Público, también tiene esta facultad, según lo establece el Artículo 220, ordinal 5º
A la acusación deberán acompañarse los documentos, testimonios, informaciones de nudo hecho u otros medios de prueba que acrediten los hechos sobre los cuales ha de versar el juicio. Recibida la acusación, Justicia debe decidir si hay o no mérito para proseguir el enjuiciamiento dentro de las 10 audiencias siguientes de su presentación. Si decide que hay méritos, lo debe participar inmediatamente al Senado. El Senado está facultado para autorizar por el voto de la mayoría de sus miembros el enjuiciamiento del Presidente, y el Presidente quedará suspendido del ejercicio de sus funciones tal como lo establece la constitución que está viva y está vigente.
El Presidente ha dicho reiteradamente que no le importa que lo enjuicien.
A quienes me escuchan…y a quienes no me quieren escuchar…repito quienes me escuchan… y a quienes les compete hacerlo, debe importarles. Si no lo hacen, no será por falta de causales.
Antes de venir aquí medité mucho acerca de lo que en esta hora y desde esta tribuna debía decir. Un viejo y sabio amigo me había aconsejado: Deja hablar al venezolano angustiado que tienes dentro… eso es lo que he hecho.
Yo no sé si he acertado con lo que se debe decir en este momento. Sólo sé que he hablado como mi conciencia me lo manda. Eso me basta.
¿Qué más se puede decir para sacudir a los venezolanos que me escuchan y sacarlos de su apatía, de su conformismo,…de su cobardía cívica… para alertarlos de lo que puede suceder y va a suceder si se deja pasar lo que se está diciendo y se está haciendo?
Yo no soy de los que ven en los escasos dos siglos de nuestra historia republicana, una morbosa secuencia continua de fracasos en el empeño iniciado en la fecha que hoy conmemoramos para construir un Estado constitucional. No, no…
No es cierto que nuestras 26 constituciones sean una prueba de una sucesión constante de fracasos. Yo las veo como una secuencia constante de frustraciones. Y de la frustración siempre queda la esperanza que la constancia la lleve al éxito.
Las frustraciones de nuestra historia están eslabonadas por una sucesión magnífica, gloriosa de coraje y de constancia en la defensa de los principios democráticos que fueron sembrados en un día como hoy hace 188 años. De no haber sido por ese coraje y esa constancia, Boves habría triunfado.
En su día fueron más, fue mayoría la que siguió a Boves, y minoría la que seguía a Bolívar. Pero para nuestra fortuna, no todos los venezolanos de entonces se hicieron soldados de Boves. Y no todos los venezolanos de hoy, son como los que ayer siguieron a Boves.
He dejado hablar al venezolano angustiado que tengo dentro. Porque no somos pocos los venezolanos que estamos angustiados por las tempestades que van a provocar los vientos de odio, de ilegalidad y de violencia sin razón ni sentido, que hoy se están sembrando.
Es a esos venezolanos angustiados a los cuales les he hablado… para ver si encuentro en ellos alguna empatía de mi angustia. Pero no es por ellos ni para ellos que he hablado.
He hablado por mis hijos, por mis nietos por los hijos y los nietos de todos los que tienen hijos y nietos. Por ellos he hablado. Ellos son los que van a vivir en del próximo siglo.
Ellos son los que van a tener que pagar y que cargar lo que hoy hagamos o dejemos hacer para detener, o para dejar pasar, lo que tanto daño amenaza..
Mañana, mis hijos y mis nietos no me podrán reclamar el no haber dicho lo que debía decir cuando pude y debí decirlo. Yalo dije, yo cumplí. Ahora les toca a ustedes.
Jorge Olavarría (Caracas 5 de Julio de 1999)
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Discurso: —> https://www.youtube.com/watch?v=cfEr4mFnDxI
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