El campo base se ha quedado hoy vacío. En silencio. Y no es ninguna metáfora. Recorrer la morrena del glaciar Khumbu era hoy lo más parecido a pasear por un gigantesco cámping desierto, donde por cierto comienzan a dejarse notar los huecos de las expediciones que ya han cumplido su objetivo y han vuelto a Katmandú. Por no haber, no ha habido ni visita del helicóptero, que en los últimos días no ha dejado de hacer viajes para trasladar a alpinistas. Bien por congelaciones, bien porque pueden pagarse los 6.000 euros (el precio ha bajado desde los 10.000 euros en apenas menos de un mes), que cuesta volar a la capital y ahorrarse los cuatro días del trekking de vuelta. Las cosas estaban tan tranquilas por aquí que un grupo de sherpas se ha dedicado a andar en bici por el glaciar. No me pregustéis ni cómo ni porqué, pero la foto así lo atestigua.
Todos los alpinistas se han ido para la montaña. En unos casos el Everest y otros el Lhotse, aunque hasta el campo 3 el camino es común para los dos. Por lo que respecta a los españoles, hoy les ha tocado el campo 2, ubicado a 6.400 metros, en el fondo del Valle del Silencio. Edurne Pasaban, Asier Izagirre, Ferran Latorre y Nacho Orviz han partido a las seis de la mañana y a las 12.30 habían llegado ya a su objetivo. La primera vez que hicieron ese recorrido tardaron más de nueve horas. Milagros de la aclimatación.
“Hemos subido muy bien, la Cascada de Hielo ha sufrido nuevos desprendimientos y está bastante rota, pero sigue siendo bastante segura. Y luego, en el Valle del Silencio hemos tenido suerte y no hemos pasado mucho calor gracias a la niebla que había”, ha explicado la alpinista tolosarra por walkie después de comer ensaladilla y yogur fresco, preparados por el cocinero de la expedición, que esta madrugada ha partido del CB a las tres de la mañana para llegar con tiempo al C-2 y prepararles la comida.
Juanito Oiarzabal y sus compañeros con destino al Lhotse, además de Unai Llantada, que busca el Everest con oxígeno pero realiza este primer tramo con el grupo del Lhotse, tardaron prácticamente lo mismo que el equipo de Endesa, aunque en sus caso salieron a las tres de la madrugada precisamente para evitar el calor del Valle del Silencio. “También hemos subido muy cómodos, aunque cuando hemos llegado al campamento nos ha tocado trabajar. El deshielo había dejado la tienda medio colgando y hemos tenido que cambiarla de sitio”, explicaba el vitoriano. Al menos luego tenían la recompensa de un buen menú: alubias y bacalao rebozado “que nos hemos subido hecho del campamento base”.
Ensaladilla, alubias, bacalao, your fresco… a 6.400 metros. No es un menú precisamente alpino. Pero son las licencias que un monte como el Everest permite. El campo 2 del Sagarmatha es una especie de Campo Base Avanzado, donde las expediciones, sobre todo las comerciales, instalan casi todas las comodidades del CB y los clientes pasan semanas enteras aclimatandose y evitando así continuas subidas y bajadas por la Cascada de Hielo que, aunque este año está en buenas condiciones, suele ser una verdadera ruleta rusa.
Se encuentra, además, a una altitud donde el cuerpo de los alpinistas todavía tolera alimentación ‘normal’, ya que uno de los principales problemas que presenta la altitud extrema es tanto la falta de apetito como la intolerancia a los alimentos. Asier Izagirre es un claro ejemplo de ello. A partir de los siete mil metros vomita prácticamente todo lo que come. Así que conviene disfrutar de estas últimas ‘delicatessen’ porque a partir de mañana cuando suban al campo 3 (7.100 metros) deberán conformarse con papillas, sopas liofilizadas y barras energéticas, aunque algún sobre de jamón serrano y queso de Idiazabal también se ha podido ver esta mañana en las mochilas de los alpinistas.
Nosotros, los que nos hemos quedado en el CB, para solidarizarnos con ellos, esta noche hemos cenado la comida lioficilizada que ellos toman (o debieran tomar) arriba: tallarines carbonara con pollo, espaguetis boloñesa y verduras salteadas. Los tallarines estaban bien y hemos estado todos de acuerdo en que es lo que mejor les entra arriba. Los espaguetis eran un poco más fuertes y las verduras las hemos desechado porque aunque de sabor estaban bastante bien tenían demasiado picante. Y de postre hemos tomado el Ensure, unos batidos energéticos que también se llevan para arriba. Eso sí que lo toman con gusto en los campos de altura y hemos coincidido con ellos: mejor el de vainilla que el de chocolate.
Y antes por la tarde, aprovechando que los de la productora querían grabar unas imágenes, hemos estado probando una máscara de oxigeno como las que llevan los alpinistas. No único que os puedo decir es que la sensación de claustrofobia es increíble.
En cuanto a las noticias que llegan del resto del CB, el lento goteo diario de cimas en el Everest acumula ya más de cien ascensiones esta primavera, lo que es bastante inusual, ya que los últimos años las cumbres se acumulaban en tres o cuatro días. La culpa parece tenerla la meteorología. El tiempo está siendo bastante inestable, aunque no lo suficientemente malo como para disuadir a las expediciones comerciales, que están situando a sus clientes en la cima con cuentagotas.
Está circuntancia está suponiendo que haya más congelaciones de las habituales, ya que se están realizando ataque a cima en días con más viento o nieve que otros años. Por contra parte, el hecho de que ya hayan subido más de cien personas viene muy bien a Edurne y sus compañeros, que encontrarán menos gente, y previsiblemente menos atascos, el sábado.
En cuanto a las gestas y récords que cada año nos ofrece el Everest, hace un par de días se logró uno de los desafíos pendientes en los ‘ochomiles’: encadenar, sin pasar por el campo base, el Everest y el Lhotse. Lo logró el guía de una expedición comercial, el estadounidense Michael Horst, aunque los más puristas ya han puesto el grito en el cielo ya que lo consiguió con oxígeno artificial y después de que dos sherpas le equiparan y abrieran la ruta hasta desde el C-3 hasta la cima del Lhotse.
En cuanto a las ascensiones sin oxígeno, de momento sólo uno de los que habían anunciado que iban a subir a pulmón libre afirma haberlo conseguido. Se trata del iraní Mahdi Amidi, que escala ‘ochomiles’ para estar más cerca de Ala y pedirle por la salud de sus dos hijos, enfermos de cáncer. Sin embargo, el relato que hizo Amidi a su regreso al CB no concuerda mucho con una ascensión sin oxígeno -afirma haber subido hasta el escalón Hillary, haberse dado la vuelta por mal tiempo, volver al Collado Sur y cuatro horas después ascender de nuevo hasta la cumbre, todo ello sin oxígeno artificial- y tendrá que ser Miss Hawley la que contraste la información y valide la ascensión.
Y ahora, con vuestro permiso, me voy al saco, que el día ha comenzado a las cinco de la mañana y se ha hecho largo. Hoy no hay ni estrellas ni luna casi llena. Durante toda la tarde ha caído una nevada de aúpa -nada que nos asuste. Estaba prevista por el meteorólogo- y aún sigue nevando, aunque con menos intensidad. El consuelo en estos casos es el de siempre: hace menos frío.
En bici por el glaciar.