Leo en mi periódico que una bandada de buitres ha devorado en el barrio de Llaguno de Carranza una vaca que estaba pariendo (Sergio Llamas, EL CORREO viernes 28 de marzo de 2008). Este ataque no es el primero que se registra tras la reapertura del muladar de Ordunte y estoy seguro que se sucederán otros más. ¿La razón? Una muy sencilla. Hay demasiados buitres, y pueden añadir cuervos y grajos, para la poca carroña que les deposita en este caso la Diputación. Dice que les proporciona unos 400 kilos de restos cárnicos a la semana. Una minucia para unos animales de enorme envergadura y gran apetito.
Tengo que confesar que durante los largos años que llevo recorriendo las montañas de nuestra geografía he visto muchos buitres y no he presenciado ningún ataque. En mis años mozos, los pastores de Egiriñao, con los que se solía juntar el famoso Basilio, nos aseguraban que eran aves carroñeras. No había demasiados ejemplares y anidaban en los roquedos de Lekanda. Además eran objeto de persecución aunque no hacían ningún mal. Ahora han mudado los hábitos.
El recordado Félix Rodríguez de la Fuente contribuyó con sus programas en TVE a concienciar a la ciudadanía y las medidas ultraprotectoras que siguieron, consiguieron no sólo salvar la especie, sino relanzarla. En la actualidad cerca de 5.000 ejemplares sobrevuelan los cielos de la península. Una pequeña parte de esos miles son los que se han comido la vaca carranzana, como se podían haber zampado una en Puente Viesgo o en la campa de Urbía.
Modestamente creo que se les ha permitido multiplicarse en exceso y lógicamente, necesitan comer. Y ya no se trata de matarlos de hambre, ni por supuesto a tiros o con estricnina, a la vieja usanza.
Los expertos deberían tratar de encontrar el término medio. Ese que permita contemplar su pausado vuelo desde la cima del Zalama y a la vez, que no perturbe el sueño de los ganaderos, que bastante tienen con el precio de la leche.
PD: En algunas ocasiones, y seguro que éste no es el caso, también entra en juego la picaresca. La vaca o la oveja puede haber muerto en el parto y lo más fácil es echarle la culpa a los carroñeros, como en otras ocasiones culpan a los lobos de algún desaguisado.