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Iditarod: en busca del límite humano

¿Cuantas veces nos hemos preguntado por nuestros límites físicos y/o psicológicos? Eso mismo debieron preguntarse los creadores de la Iditarod Trail. Esta prueba es la equivalente para humanos de la conocida Iditarod para perros. Creo que no es exagerado hablar de la prueba más dura del mundo a la vista de sus características: La Iditarod cruza Alaska a lo largo de 1.800 kilómetros por terreno nevado desde Anchorage hasta Nome. Buena parte de la carrera, sobre todo la primera mitad (comienza el 24 de febrero), transcurre aún en la oscuridad del invierno boreal.
Un desafío a la resistencia física y psicológica, en el que los únicos compañeros de viaje son la soledad, la oscuridad, la nieve, las tormentas, las dificultades para orientarse y la temperatura extrema. Una prueba sobre todo contra uno mismo y sus límites en la que la organización advierte de los peligros propios de un territorio salvaje como Alaska: osos, lobos, avalanchas, búfalos, mooses, deshidratación, hipotermia, rotura del hielo…
Para la edición de este año se inscribieron 32 participantes en sus tres categorías: esquís, BTT y a pie, de los cuales únicamente doce lo hicieron para el recorrido completo hasta la localidad de Nome, ya que esta prueba está dividida en dos carreras diferentes en cuanto a distancia: una, llamada McGRATH, (finaliza en dicha localidad), tiene un recorrido de 350 millas (550 km) y la NOME, con un recorrido de 1.100 millas (1.800 km). En ambas carreras, cada participante ha de llevar consigo el material que considere necesario para sobrevivir durante el recorrido: saco, tienda, comida, combustible, hornillo, suplementos, baterias, etc…
Este año, en la categoría de a pie sólo hubo tres inscritos. Y uno de ellos, un español: Josetxo Estébanez, ‘Marine’, conocido alpinista aragonés con varios ochomiles en su haber al que sin duda le encaja mejor el apelativo de polifacético aventurero.
Y es que su currículum parece no tener fin: además de subir varios ochomiles, ha cruzado Islandia con su bicicleta de montaña, subiendo a varios volcanes en actividad, ha ascendido el McKinley, el Everest en solitario sin ayuda de sherpas, ha pedaleado desde Hong Kong hasta el Tíbet. Es la primera persona en descender completamente con un kayak, en solitario, el Amazonas, desde su nacimiento en los Andes hasta el mar, tiene un muy alto grado de escalada en roca y hielo, es un alpinista comprometido y ético, miembro profesional de los grupos de rescate, una vez cruzó andando y sin dinero el estado de Nueva York, o se perdió varios meses por Centroamérica con su bicicleta.
Así que tarde o temprano tenía que llegar la Iditarod. Y ha sido este año. Marine tomó la salida el 24 de febrero… y se retiró ayer a menos de 200 kilómetros del final. Y lejos de una derrota, esa decisión fue su gran victoria, como él mismo explica en su blog: “si verdaderamente queréis valorar mi fuerza o mi determinación, hacedlo por haber tenido el suficiente coraje como para abandonar a dos o tres días del final de una travesía que me ha llevado cuatro semanas, y no por haber recorrido 1.613 km a pie, entre 14 y 16 horas diarias, recorrer entre 35 y 83 km diarios, nieve fresca durante días y días, vientos de hasta 110 km/h, temperaturas de hasta -43ºC y en unas condiciones que no dejaban momento de relajación. Suena una pasada, ¿verdad? incluso para mí…, pues honestamente, ahora mismo me valoro mas por haber tenido ese empuje moral de ‘por fin’ poder tomar la decisión de abandonar que por todo lo demás.
Son sólo un par de frases, pero suficientes para introducirnos en la experiencia extrema de Marine. De verdad, no dejéis de entrar en su blog y leer en primera persona su experiencia. Si esos no son los límites del hombre, no deben estar muy lejos.

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Por Fernando J. Pérez e Iñigo Muñoyerro

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