No sé si debo preocuparme o achacarlo simplemente a la mala suerte, a mi ‘puntería’ a la hora de elegir los lugares para las excursiones. El caso es que, últimamente, monte en el que llevo a pasear mis huesos, monte en el que encuentro algo que no debiera de estar allí: basura. “Vaya noticia nos estás dando” pensaréis la mayoría. Y tenéis razón. Hoy en día, restos inmundos del paso del hombre encuentras hasta en los sitios más inverosímiles. Pero es que, como díria el otro, hay basuras y basuras. Os cuento lo que me pasó.
Aprovechando este inesperado verano invernal, el otro día fui a dar una vuelta al Armañón. Hacía tiempo que no me acercaba por las lomas del Armañón y el karst del Jorrios. Concretamente, desde antes de la flamante declaración de Parque Natural que recibió todo el macizo y su entorno el año pasado. Subí desde Turtzioz, por el barrio de Cueto, remontando la vertiente Este del monte por la larga pista que lleva hasta las lomas que hay entre el Armañón y el Jorrios. Aprovechando el anuncio de buen tiempo, decidí madrugar. Hice bien. Acababa de amanecer cuando empecé a andar y el Jorrios se vistió de un rojo intenso al ser tocado por los primeros rayos de sol. Y luego, cuando gané altura, un espectacular mar de nubes cubría, a mis espaldas, los valles encartados. Una vez en el cordal herboso, ascendí hasta el buzón del Armañón. El día era de foto. Debía estar de vuelta a casa para la hora de comer, así que no me quise meter en el lapiaz del Jorrios, pero no me resistí a acercarme hasta el Ilso de la Bandera, la última loma que hay antes de bajar al collado de Campopedreo, puerta de entrada al karst. Desde esa pequeña altura, el Jorrios ofrece una imagen majestuosa y quería aprovechar para sacar unas fotos. Me aupé al otero y empecé a disparar. Estaba embelesado con la belleza y la luz que desprendía la roca y en un primer momento ni me fijé, hasta que un reflejo del sol me hizo mirar para abajo, hacia le collado de Campopedreo. Allí, en mitad del praderío, había algo que no correspondía con el paisaje. Estaba un poco lejos. Miré a través del objetivo de la cámara. No daba crédito! Pero no había duda. Allí mismo, en el corazón de Parque Natural de Armañón, entre sus dos montes más destacados –Armañón y Jorrios– estaban los restos calcinados de ¡un todo terreno!. No sé cuanto tiempo llevarán allí, pero desde luego el modelo del vehículo no parece muy viejo. Ya he dicho que hacía tiempo que no me acercaba por esa zona, pero si algunos habéis estado en los últimos meses me gustaría saber si ya visteis el coche (en la foto, con el Jorrios al fondo). En todo caso, creo que los responsables del Parque Natural deberían extremar el cuidado en evitar imagenes como ésa. Por supuesto, el primer responsable es el energúmeno que ha dejado allí esa chatarra y es quien tendría que retirarla, pero ya sabemos que es poco probable que eso ocurra, así que en un espacio natural como éste esa tarea debería corresponder a los responsables del Parque. Y hacerlo lo antes posible.