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Alfredo García cuenta su experiencia en el Everest


Alfredo y Pedro García llegaron el pasado fin de semana a España y tras pasar por zaragoza para ver el estado de sus congelaciones, el riojano ya está en casa. Algo más tendrá que esperar el guipuzcoano, que sufrirá la amputación de varias falanges en algunos de sus dedos de las manos.

Alfredo también ha relatado en su blog con todo detalle lo sucedido el día de cumbre y el dramático descenso que vivieron ambos. Básicamente, culpa de los problemas que tuvieron a un sherpa que no djó varias botelas de oxígeno en el lugar acordado.

Además, a continuación os dejo el reportaje que mi compañero David Gutiérrez publica hoy en la edición de La Rioja:

LA CIMA DE LAS EXPERIENCIAS

Entre la frontera de Nepal y la China tibetana se alza, majestuosa y señorial , la montaña más alta del planeta. Elevada a 8.848 metros sobre el nivel del mar, la cima del Himalaya, representa una de las cumbres más emblemáticas del alpinismo y despierta las ansias de conquista entre los montañeros. El 24 de mayo, el riojano Alfredo García logró hollar, junto con su compañero Pedro García, esta ilustre montaña, y se convirtió en el primer riojano en alcanzar la cima del mundo.

La proeza, que se produjo a las 6.17 horas de España, dilata el curriculum del riojano que, a pesar de sus 28 años, ya cuenta con su cuarto ‘ochomil’: en 2008 hizo cima en el Broad Peak (8.047 metros); en 2007 en el Cho Oyu (8.201 metros); y en 2006 en el Gasherbrum II (8.035 metros). En la expedición, con Alfredo y Pedro García, había un tercer compañero, el alavés Josu Ortubay. Sin embargo, éste desistió atacar la cumbre porque no se encontraba en las condiciones físicas adecuadas.

Alfredo García tiene la piel morena, consecuencia de su paso por el Himalaya, y habla de manera lánguida. Se define como una persona trabajadora y constante. Declara que cuando tiene un objetivo claro va a por él, «pero con cabeza». Así es como se lanzó a la conquista de ‘La madre del universo’. No duda en afirmar que los malos momentos de un alpinista «quedan en el olvido». La experiencia de ésta, su última ascensión, queda demasiado cercana. Tal vez por ello es inevitable recordar las penurias del viaje, como la varicela que contrajo en el campo base, y que ocasionó que tuviera que hacer parte de la aclimatación solo.

La expedición llegó al campo base del Everest el 15 de mayo. El día escogido para atacar la montaña era el 23. Sin embargo, la previsión meteorológica aconsejaba posponer la cita a la jornada siguiente. García relata que decidieron esperar «a pesar del desgaste que supone estar un día más a 7.000 metros de altura», porque no queríamos tener más incidentes. Pero «el día perfecto que nos prometieron», detalla el montañero con ironía, «se convirtió en una nevada». La tormenta cesó durante un par de horas, justo en el momento en el que la bandera riojana ondeó, por primera vez, en el techo del planeta.

Alfredo asegura que le embargó un sentimiento de «alegría contenida», porque a pesar de ser la culminación de un trabajo duro, «todavía quedaba bajar». Los montañeros se encontraban bien, pero el regreso se complicó: «Contábamos con una botella de oxígeno que no llegamos a tener porque el sherpa que nos acompañaba no hizo su trabajo» afirma el alpinista.

Cuando Alfredo y Pedro comenzaron el descenso, el cansancio y la falta de oxígeno impidieron que avanzasen con normalidad. Una ventisca complicó las cosas y tuvieron que desistir de su idea de continuar bajando la montaña ante la probabilidad de tener que realizar un vivac (dormir al raso). Decidieron pasar la noche en el campo 3 (a 8.450 metros), con una tienda de campaña y una manta térmica como único refugio.

El riojano relata que fue una noche diabólica: «Pablo tenía las manos congeladas y el infiernillo que teníamos para fundir nieve no se encendía. Después de una hora y media intentándolo, decidimos dormir un rato». Pero Alfredo no podía. «Me sentía obsesionado con hidratarnos para evitar la congelación. Insistí de nuevo y al fin conseguí encender el infiernillo y pude fundir litro y medio de agua». A la mañana siguiente alcanzaron el campo 2 donde les esperaba el rescate. Llegaron al campo base exhaustos y agotados, después de pasar unas 40 horas a una altitud de más de 8.000 metros.

Alfredo García cree que se le está perdiendo el respeto al Everest. Tras sus experiencias personales, quiso enfatizar que hay personas que no son conscientes del riesgo que corren al enfrentarse a retos para los que no están preparados. «Mucha gente piensa que simplemente con pagar se sube la montaña», afirma García. «Detrás de mi iba un japonés y dos personas más, y ninguna bajó», concluye el riojano. Los propios alpinistas españoles, y a pesar de su experiencia en la montaña, tuvieron que ser ingresados a su regreso en la clínica Maz de Zaragoza. García afirma que «al vernos, los médicos nos dijeron que esperaban encontrarnos peor», pero por precaución fueron ingresados en el hospital de Katmandú. El riojano ha sido dado de alta y se recupera en casa. Su compañero, tras sufrir congelaciones en las manos, puede perder entre 4 y 6 falanges.

Por Fernando J. Pérez e Iñigo Muñoyerro

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