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Año catastrófico para los seteros

«Es el peor año de recogida setas que he conocido en mi vida», declaró hace pocas fechas a mi compañero Juanma Velasco de ‘El Diario Vasco’, el experto micólogo Xabier Lasquíbar, nacido en Tolosa hace 84 años, aunque afincado en San Sebastián. Fundó en 1965, junto a un grupo de aficionados, el departamento de Micología de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, a la que pertenece.

Lasquíbar decía en la entrevista, entre otras muchas cosas interesantes que “Yo lo achaco a la polución atmosférica y a la sequía. Pero el hecho de que haya pocas setas no es algo solo de aquí. Ocurre en toda Europa. Así como disminuyen los peces y las aves, pues con las setas ocurre igual. Hace poco, en una de mis salidas al campo, estuve hablando con un cazador que me decía que en el monte no se ven ni pajaritos.
– ¿Qué condiciones se tenían que haber dado para que hubiera habido setas y hongos en el monte?
– Tenía que haber habido más humedad. Los meses de julio y agosto los montes estaban bastante húmedos aunque tampoco hubo setas. En septiembre y octubre, que es una época teóricamente mejor, hasta hace poco los montes han estado muy secos. Ha faltado humedad y ha habido viento sur y para las setas lo peor que hay es el viento sur. Es su enemigo número uno. Además, cada año tenemos más polución atmosférica y con eso no hay nada que hacer…
– El panorama que dibuja es muy negro. ¿Los aficionados pueden tener alguna esperanza?
– Esperanza, siempre. Pero yo veo que cada año que pasa hay menos setas. Puede haber un año, como hace tres, con una salida de hongos excepcional, pero la recogida de setas es cada vez menor. Se notó sobre todo a partir del año 90. Desde entonces ha ido bajando. Hace 30-40 años había muchas más setas que ahora, tanto las comestibles como las no comestibles.
– ¿Tiene algo que ver la masificación de la afición?
– No, no tiene nada que ver. Cada seta produce millones de esporas. Lo único que puede hacer la masificación es que al pisar la zona se destruyan los micelios de las setas -que tienen una función de reproducción o de absorción de nutrientes para las setas- . La masificación quizás es más perjudicial para las setas comestibles, pero a las que cogemos los micólogos, las más raras, nadie las hace caso. Este año tampoco salen.

Hasta aquí lo que dice Lasquíbar, que también asegura que muchas de las setas que se venden en las tiendas especializadas, proceden de Rumanía.

En resumen, que 2008 está resultando catastrófico para los seteros, de manera especial para aquellos que recolectan y comercializan hongos y níscalos (tengo unos amigos en la zona del Tera, en Zamora, que se dedican a ello), y que en un futuro aún puede resultar peor.

En mis paseos montañeros es frecuente que encuentre setas. No salgo a buscarlas, pero tropiezo con ellas. A mediados de octubre estuve en la sierra de Ayllón, entre Riaza y Tamajón. Había llovido y vi muchas setas en la vertiente madrileña y de Guadalajara de la sierra. Eran ejemplares de Edulis, robellones, lepiotas y alguna rúsula. En la zona segoviana había galampernas y poco más. En los prados de Riaza los inmigrantes se dedicaban a coger y vender setas de cardo, pleurotus eringyi.

Después he recorrido los montes de Zalla, en concreto la vertiente de la Garbea, y salvo algún níscalo, nada de nada. Lo mismo me ha ocurrido en la zona de Orozko. El pasado día cuatro de noviembre subí al Garaigorta por el barrio de Arrugaeta y el bosque estaba pelado. Localicé, ¡alegría¡, dos boletos negros en el collado del Unzueta y poco más. El sábado pasado recorrí la zona de robledales de Espinosa de los Monteros y tampoco nada. Finalmente el jueves subí a Castro Grande por Relloso y salvo unos pocos coprinos en el borde la pista, el paseo resultó desolador para un amigo setero que me acompañaba. Por lo demás fue sensacional, tanto por la temperatura, como por el paisaje y el terreno, rebosante de agua, y más verde que nunca.

En resumen, que no hay setas, y salvo ese ‘golpe de hongos’ que los seteros esperan que aún se produzca, 2008 será considerado como nefasto.

La foto de un minúsculo, pero sanísimo coprino, es de compañero de fatigas Mauricio Martín.

Por Fernando J. Pérez e Iñigo Muñoyerro

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