Ya estamos en Navidad. La frase suena a perogrullo. Y lo es. Pero esque yo lo sentí ayer. En las laderas del Pagasarri. Por estas tierras,como por casi todas, cada sector social o cultural tiene suconvocatoria clave que anuncia la llegada de estas fiestas (prefiero noadjetivarlas. Eso se lo dejo al gusto de cada uno): el sorteo del’Gordo’, el Mercado de Santo Tomás, las luces navideñas… Y losmontañeros tenemos nuestro propio acto desde hace 17 años: la Subida alPagasarri que organiza la BBK. Es la cita en la que te reunes con esoscompañeros de sendero que llevas tiempo sin ver, en la que recuerdastus últimas gestas a los amigos (crédulos o no), en la que les hablasde los planes futuros. Es el bautismo montañero para muchos–grandes o pequeños, hombres o mujeres–. O la ocasión anual paraconocer en persona y estrechar la mano a escaladores famosos quesiempre acuden a la cita (Alberto Iñurrategi es uno de los fijos). Ytambién la única vez al año en la que muchos otros pisan el monte. Es,en definitiva, la democratización absoluta de la montaña. Y es quehablamos de una participación cercana a las 10.000 personas.
A los que nos gusta la soledad y el silencio en el monte, unamultitud así puede parecer una locura, pero tampoco hay querasgarse las vestiduras. “Es un día al año”, como dijo Juanjo SanSebastián durante la presentación de la edición celebrada ayer. Y si hay un monte ideal para llevar a diez mil personashasta su cumbre, ése es el Pagasarri, suficientemente humanizado desdehace mucho tiempo por unos motivos bastante menos nobles que éste.
Y como somos de Bilbao, es desde luego la marcha montañera más numerosade las que se organizan en España. Y, hasta donde llegan los datos deJuanjo San Sebastián, de toda Europa. Juanjo atribuye el éxito a lageografía del Pagasarri ya que “en cualquier monte no puedes meter adiez mil personas”. El Pagasarri lo permite, con una altitud modesta yal alcance de todos y a la vez con una extensión y una red de caminosque permite incluso variar de recorrido todos los años.
El Anaitasuna pamplonés, por ejemplo, lleva casi una década intentandoreproducir el ‘fenómeno’ del Pagasarri con la Subida al San Cristóbal.Pero no pueden. El monte no les deja. No ‘caben’ más de las tres ocuatro mil personas que participan los últimos años. Ni el monte tienetamaño para absorber más gente ni su red de caminos es losuficientemente amplia para hacerlo.
La Subida al Pagasarri fue una tímida idea de Juanjo San Sebastián (dequién si no) que no tardó en cuajar. Su idea era hacer un pequeñohomenaje a los pioneros del montañismo vasco, como Antxon Bandres, queidearon a principios del siglo XX concursos y pruebas deportivas –hoytotalmente anacrónicas– para que la gente se animara a ir almonte, y de paso dar a conocer otras rutas y paisajes del Pagasarri.Las primeras ediciones apenas reunieron a dos mil personas. Una pequeñafamilia en comparación con las multitudes actuales. Pero pronto comenzóa crecer. De los dos mil se pasó en poco tiempo a los cinco mil. Y deahí a los diez mil actuales. Las cifras marean: 12.000 bocadillos,5.000 litros de vino, agua y caldo, 10.000 regalos, todo ello a cargode un pequeño ejército de casi 150 personas.
ante estas cifras, el éxito social de la Subida al Pagasarri está fuerade toda duda, pero no cabe duda de que la damnificada ha sido lavertiente montañera de la marcha.
Ahora ya es imposible intentar conocer nuevos rincones del Pagasarri. Yel mero hecho de pretender hacer pasar a sus diez mil participantes porun pequeño sendero se antoja una locura. Pero, como decía antes, paraeso hay 364 días al año en los que recorrer la pista de Artabe, lamisma por la que ayer pasaron más de nueve mil personas, es un remansode tranquilidad rodeado de naturaleza y en la que no te sueles cruzarcon más allá de una decena de personas.
Pese a ello, y si no os importa, yo me quedo con aquellas primerasediciones de la Subida. En la que ibas hasta Ugao en tren para subirpor Zollo o te desviaban por un pequeño sendero para descubrirte algúnárbol singular o la boca de una pequeña cueva. Eran otros tiempos.