Mientras conocíamos la llegada a la seguridad del campo base de la expedición al G-IV con un Ferran Latorre herido en un codo y una pierna al caerle una piedra en un rapel y la cumbre de Alberto Zerain en el K2 , la noticia de una tragedia en esta última montaña ensombrecía todo lo demás.
Como suele suceder en estos casos, los datos que llegan son algo confusos y las cifras, totalmente provisionales. En principio, al parecer estan confirmados nueve muertos y cuatro desaparecidos de diversas nacionalidades (coreanos, pakistaníes, nepalíes, serbios, holandeses, noruegos… al verse alcanzados por una avalancha en la zona alta de la montaña, por encima del campo IV, a más de ochomil metros de altura.
La secuencia del suceso es la siguiente: decenas de alpinistas parten hacia la cumbre del K2 desde los campos altos el pasado 1 de agosto. La ascensión se desarrolla sin contratiempos y casi una veintena de ellos hacen cumbre, aunque algunos de ellos muy tarde, cerca de las ocho de la tarde, ya prácticamente noche cerrada en el Karakorum.
Es en el descenso cuando se desencadena la tragedia. Un bloque de hielo se desprende del serac que pende sobre el conocido como “cuello de botella”, un estrecho y técnico paso a 8.200 metros por encima del “hombro” (una especie de explanada a casi 8000 metros de altura donde se suele ubicar el campo IV) y que da acceso a las empinadas rampas que llevan a la cumbre.
El serac arrastró las cuerdas fijas que equipaban la ruta y se llevó por delante a varios alpinistas, mientras que otros quedaron aislados por encima del “cuello de botella”.
En estos momentos, el objetivo de los equipos de rescate que han iniciado la ascensión es, más que buscar supervivientes, equipas de nuevo de la ruta para que los alpinistas que permanecen aislados, y que acumulan ya casi tres días por encima de los 8000 metros, puedan descender a altitudes más seguras.