Alex Txikon (Lemoa, 1981) ya está de vuelta en casa. Regresa de su tercer intento a un ochomil en invierno. Y una vez más lo hace de vacío. Aunque esa no es la sensación que él tiene. Esta vez ha estado más cerca que nunca. «Hemos acariciado la cumbre», asegura. Pero al final ha sido una decisión entre el éxito y la muerte cuando uno de sus compañeros de cordada, el paquistanó Ali Sadpara, sufrió un edema cerebral durante el ataque a cumbre. «Y me alegro de haber tomado la correcta. «Todos estamos vivos y eso es lo importante de verdad».
– Es la vez ha estado más cerca que nunca.
– Sííí!!! Sin duda. Hemos acariciado la cumbre. He encontrado la montaña y la ruta y hemos estado más cerca que nunca de hacer cima.
– ¿Cómo fue el día de cumbre?
– Salimos a las tres de la madrugada. Recuerdo que hacía mucho frío. Pero mucho. La temperatura era entre 35 y 45 grados. Y hablo de temperatura, no de sensación térmica. Avanzamos rápido, muy rápido. Recorrimos la cuenca Vacin en menos de una hora, cuando en verano tardan casi tres. Daba 25 pasos y paraba a respirar. Descongelaba el buff de un par de golpes y me lo ponía en la cara para dar bocanadas con la boca abierta. Tres o cuatro veces. Movía dedos de pies y manos para ver que estaban bien y hacia los ejercicios mentales de recordar matrículas y teléfonos para comprobar que la cabeza también estaba bien. Y vuelta a andar. Otros 25 pasos. Así nos plantamos aún sin amanecer en la base de la trapecio cimero. Teníamos todo el día por delante para llegar a la cima. Hablé con el campo base por walkie y se lo dije. ¡Esta vez no se nos puede escapar la cumbre!
– Pero en ese momento empezaron los problemas.
– Eso es. Yo me había empollado la fotos de la pirámide que me habían pasado otras expediciones. Sus corredores de nieve, sus pasos entre rocas. Los que llevan a la falsa cima y los que llevan a la cumbre. Pero confié en Alí, que ha estado dos en la cumbre. ¡Se conoce el Nanga como el pasillo de su casa! Cómo iba a pensar que se podía perder. Pero eso es lo que pasó. Nos llevaba por un corredor pero luego daba media vuelta, lo intentaba por otro y lo mismo. Alguna vez yo le avisaba ¡Alí, que por aquí no puede ser! Y volvía a rectificar. Una de las veces nos metió por en una travesía por una pala de 75 grados de hielo vivo y resulta que unos pocos metros más abajo se podía hacer andando sin problemas. Y cuando por fin pareció dar con el camino bueno, de repente, se sentó y dijo medio llorando «por aquí no podemos llegar a la cumbre. El camino está al otro lado. Tenemos que volver al campo IV».
– No era muy tarde. ¿No había opciones de seguir?
– En ese momento nos quedamos en estado de shock. Reconozco que no supe como reaccionar. Podía haber llamado al CB, desde nos veían con el telescopio, y haberles pedido que no indicasen el camino. O habernos sentado un momento para reflexionar sobre lo que hacer, aunque a 40 bajo cero y a casi ochomil metros tampoco estábamos para muchos debates… Pero, sinceramente, en ese momento no reaccione y para cuando me di cuenta Ali y Danielle estaban ya descendiendo.
– No se planteó en ese momento ir solo para la cumbre?
– Claro que sí. Eran todavía las ocho de la mañana y teníamos todo el día por delante. Pero también tengo que reconocer que me dio un poco de miedo tirar para arriba yo solo.
– ¿Y al día siguiente?
– Me pase toda la noche dándole vueltas porque sentía que habíamos dejado escapar una oportunidad única, con la idea de volver a intentarlo a la mañana siguiente. Pero viendo todo lo que pasó está claro que tirar para arriba hubiese sido una locura. Las opciones eran o hacer cumbre o no volver todos. Y ante eso, me alegro de la decisión tomada. Hemos vuelto todos a casa y sanos. Y al final eso es lo verdaderamente importante.
– ¿Cuándo se dieron cuenta de que Alí estába sufriendo un edema cerebral?
– De vuelta al C-4 empezó a sentarse cada poco tiempo, algo extraño conociendo su fortaleza. Luego, ya en la tienda, le notamos algo torpe. Pero ya fue evidente a la mañana siguiente, cuando de repente se echó a llorar diciendo que necesitaba electricidad y confundió los calcetines con las manoplas. Ahí nos dimos cuenta de la gravedad de la situación. Recogimos todo con urgencia y empezamos perder altura todo lo rápido que pudimos.
– ¿Cómo se explica que un alpinista aclimatado y con la experiencia de Alí sufriera un edema?
– Lo tengo muy claro. Fue por las tres semanas que estuvimos parados en el CB por el mal tiempo. Eso y que es un campo base muy bajo, a apenas 4.000 metros, nos hizo perder aclimatación, y Alí se resintió. Incluso a Danielle se le notó algo ido en algunos momentos a la vuelta del ataque a cumbre. Y a ello hay que añadir el palizón que nos dimos hasta el campo 4. Hasta el CI tardamos casi 11 horas con nieve hasta el pecho. Llegar al C-2 nos llevó dos días, escalando a pelo porque las cuerdas estaba enterradas en hielo. Ya la noche sin poder dormir por el viento. Lo mismo que en C-3. Y al C-4, el día antes del ataque acima, llegamos a las 6 cargados con 25 kilos a la espalda. Y a la una de la madrugada arriba para ir a la cumbre… fue muy duro. De una exigencia física brutal.
– Nunca nadie había estado tan cerca de la cima en el Nanga en invierno. La Kinshoffer parece la mejor vía.
– Había habido ya algún intento por esta misma vía, pero creo que hemos dejado claro que la mejor vertiente para hacer cima en invierno es la Diamir y la mejor ruta, la Kinshoffer. Lo que pasa es que hay que tener dos cojones y trabajarla. Equiparla y meter 2.000 metros de cuerda. Y eso es un trabajo muy duro, más de lo que la gente se piensa. Porque muchos dicen «es que montáis un teleférico…». Y yo les digo, «ponte a trabajar, hazlo y luego me dices». Y encima en las condiciones que íbamos. Sin partes metereológicos, practicamente con lo puesto…
– Pero la sensación que han trasmitido es que parecía sencillo.
– ¿Sencillo? Pues me gustaría ver allí al que piensa eso. ¿Tu sabes lo que es escalar el muro Kinshoffer totalmente congelado con una mochila de 25 kilos a la espalda? Las hemos pasado muy putas. Pero mucho. Y nos hemos currado la montaña desde el campo base. Y en unas condiciones jodidísimas. Y eso es algo que no me lo quita nadie. Y el que crea que ha sido fácil que coja el invierno que viene y se vaya para allí.
– ¿Volverá a remata la faena?
– Sí. El año que viene voy a volver, con Ali de nuevo. Quizá también danielle, aunque lleva tres invierno seguidos en el Nanga y eso pesa mucho. En todo caso con un equipo pequeño otra vez, aunque cambiaremos la estrategia. Iremos bastante antes. Para estar en el CB a mediados de diciembre como muy tarde, porque en la primera parte del invierno el tiempo es mucho más estable. Solo hace falta que el Nanga acompañe…
– A qué se refiere?
– A que el tiempo y las condiciones sean mejores.
– ¿No lo han sido este invierno?
– No. No han estado bien para nada. Lo que pasa es que lo hemos peleado y ha parecido que lo hemos hecho fácil, pero en absoluto. El otro día hablando con un amigo me lo decía «Si habéis ido fenomenal, como si hubies sido en verano». Pero es que hemos apretado mucho. Cuando en verano se tardan dos horas del base al C1 y nosotros hemos tardado diez horas es por algo. Lo que pasa es que no nos hemos achantado. Hemos estado ahí, dándole duro continuamente. Y si en el CB la temperatura llega a 25 bajo cero es porque hace frío de verdad. Las condiciones no han sido nada buenas. El invierno ha sido bueno hasta que llegamos al CB.
Fotos: Colección Alex Txikon