>

Blogs

Alberto Iñurrategi: “El Everest todavía me tienta”

Si hubiera que definir con una palabra a Alberto Iñurrategi (1968, Aretxabaleta) sería tímido. En público se muestra reservado, sobrio, incluso distante. Así que uno de los peores tragos que se le puede hacer pasar es enfrentarse a una entrevista periodística. Ysi el profesional no es uno, sino casi una decena, Alberto lo pasará peor que la «terrorífica» noche del 26 de septiembre de 2009 en la cara Norte del Everest, cuando la diminuta tienda instalada en mitad de aquella colosal pared en la que dormía con Juan Vallejo y Mikel Zabalza fue barrida por varias avalanchas. Salieron vivos de milagro.

Las condiciones en el refugio Montgarri, próximo a la estación de esquí de Baqueira-Beret, no tienen nada que ver a las de aquella noche. Los periodistas han sido invitados para la presentación de una de las prendas estrella del patrocinador de Alberto, la chaqueta Jannu Ternua, premiada internacionalmente y que el propio alpinista ha testado en sus últimas expediciones. La tarde es espléndida. El sol hace brillar las montañas nevadas y el ambiente es relajado. Idóneo para mostrar que esa imagen distante del atxabaltarra es pura fachada. En la distancia corta, una vez rotas las barreras, muestra su verdadera personalidad, afable y con un agudo sentido del humor.

– Usted es el ‘culpable’ de la nueva prenda, la chaqueta Jannu, que ha recibido varios premios a nivel internacional. ¿Cómo llegó a desarrollarse?
– La Jannu nace de unas líneas estratégicas en las que se decide que Ternua tiene que apostar por una línea funcional y técnica. Y dentro de esa línea la chaqueta Jannu es un artículo más. Se quería desarrollar una línea de ropa técnica con la filosofía de varias capas con distintos tejidos. He participado activamente desde que se decidió apostar por esta línea que Ternua ha denominado Alpine.

– Desde siempre, Alberto Iñurrategi ha estado identificado con Ternua. ¿Cuándo comenzó con ellos?
– Es una relación de fidelidad.. Empecé con ellos el año 1992. Entonces no había mucha elección. Al estar en Arrasate, cerca de casa, la elección fue por proximidad. Desde el principio hicieron sentirnos como de casa y hoy es el día que sigo disfrutando de esa confianza, de esa relación. Y participar en el desarrollo del producto es devolverles esa confianza, ese trato del que tan agradecido estoy.

-¿Ha evolucionado mucho el alpinismo en estos 20 años?
– Para mí la mayor evolución, el mayor cambio, han sido las nuevas tecnologías, el acceso a internet. Ni el goretex, ni la pluma, ni los sacos de dormir, ni las mochilas, ni los piolets, han proporcionado una ventaja tan clara como la que en estos momentos ofrece Internet y el acceso a los partes meteorológicos. Eso está permitiendo hoy en día optimizar muchísimo los intentos a cumbre y los intentos fallidos a cumbre cada vez son menos porque los partes cada vez más son más precisos y fiables. En cuanto a las prendas y el equipamientos, está claro que se está evolucionando y ha habido mejoras como en la ligereza, pero el los últimos 20 años desde que se inventó la bota de plástico, que ese sí fue un cambio que revolucionó el alpinismo, los cambios han sido muy pequeñitos. Efectivamente hay muchos tejidos y  prendas muy específicas para cada actividad, pero todavía no se ha inventado la prenda que sirvas para abarcar las distintas condiciones que puedas encontrar en una expedición o en una actividad cualquiera de montaña.

– ¿Al margen de su uso para los partes meteorológicos, qué le parece el uso de Internet en las expediciones?
– Como todo, tiene sus pros y sus contras. En este país lo más trivial puede ser un notición con el mero hecho de contarlo. Y eso lo facilitan las nuevas tecnologías. Pero se cuenta sin tener mayores referencias, sin ser consciente, por ejemplo, de que lo que se está haciendo ya se hizo hace 50 años. Y se corre el riesgo de contar las cosas de una forma distorsionada. Por lo demás, si se hace un uso racional creo que es muy positivo.

– ¿Pero no se abusa de ella?
– Está en manos de cada uno hacer un uso racional de esas tecnologías. Si el teléfono satélite sólo lo usas para emergencias o para hablar un día a la semana con la familia, no sé qué pierde una expedición de aventura. Además, a lo largo de la historia del alpinismo, las expediciones y los alpinistas siempre ha echado mano de los últimos avances. Las primeras expediciones al Everest llevaban topógrafos, científicos, médicos…. ¡De todo! En cada tiempo ha tirado de los recursos que había en ese momento. Así que me cuesta entender a la gente que renuncia a llevar un teléfono satélite para una emergencia.

– Esa tecnología ha significado también un cambio a la hora de demostrar las cumbres…
– El problema es que cada vez se cruzan más intereses comerciales y económicos. Yo, desde luego, creo que deberíamos poder demostrar siempre una ascensión. No me parece tan difícil. Una foto, una descripción precisa del lugar… Hay distintas maneras de hacerlo. Pero eso de llegar a la cumbre en solitario y perder la cámara… hombre, te puede pasar una vez, pero dos… No sé… Yo llevo veintitantos años en esto y a mí no me ha pasado nunca. Nunca he tenido ningún problema para sacar una foto en la cumbre. Cosa que entiendo que pueda ocurrir si, por ejemplo, llegas a ella con muy mal tiempo. No me parece fácil pero bueno… puede pasar. Pero de ahí a no poder hacer una descripción de lo que has visto, de no poder dar un detalle… Eso va también con la conciencia de cada uno.

– Últimamente ha elegido montañas más técnicas y no tan altas. ¿Esa es ahora su preferencia?…
– Sigo con ganas de ir a montañas altas… Por ejemplo, una de las que todavía estoy enamorado es el Everest, que todavía me tienta… O sea que no renuncio a ellas. Ahora bien, hay tantas montañas en las que se pueden hacer tantas cosas que de vez en cuando conviene salir de las más altas.

– ¿Qué ruta elegiría para volver al Everest?
– Yo volvería incluso por la vía normal… ¿Sabes cuántas veces se ha subido en alpino el Everest? Dos. Messner en 1980 y Loretan y Troillet en 1996. ¿Sabes cuánta gente te vas a encontrar en otoño en el Everest? ¡A nadie! ¡Estás absolutamente solo! ¡Y eso es un lujazo! ¡Y a nadie se le ocurre ir a la normal del Everest en alpino y en otoño! ¡A nadie! Y es un objetivo alpinístico de primer orden. A mí me encantaría subirlo por la Horbein, pero iría encantado también a la normal. Me parece una opción de mucha envergadura…

– Sin embargo, parece una montaña reservada para los turistas…
– Aquí todo el mundo considera el Everest una cuesta de vacas, una autopista, turismo de altura… Sí, sí… en primavera. ¡Vete en otoño! Y sube, no a la cima o a ocho mil quinientos metros, sino al collado Norte. Abriendo tú la huella, ¿eh? Y luego cuéntame. Claro, si mandas un ejército de sherpas a que te abran la huella, te pongan la cuerda fija e incluso te olvidas en el campo base el piolet porque no te hace falta… Y que conste que no me parece mal, ¿eh? Pero se pierde parte de ese aliciente, de esa emoción que encuentras haciéndolo de esta otra manera.

– ¿No cree que el Everest está desprestigiado alpinísticamente?
– No creo que el Everest haya caído tan bajo. Creo que es más una tendencia muy generalizada. Los alpinistas más punteros no se centran tanto en montañas tan altas, salvo excepciones como Ueli Steck, que en los últimos años se está dedicando a un ochomilismo puntero. Pero el resto, como Mike Fowler, Steve House… gente de este perfil, se están moviendo en montañas más modestas en altura, seismiles o sietemiles, pero con actividades de mucha más dificultad y más técnicas. Por lo demás, me extraña que no haya estos intentos en alpino al Everest por la ruta normal, aunque lo entiendo porque es una experiencia muy cara en la que hay que tener muchas ganas.

– ¿Le parece normal lo que sucede en el Everest?
– Por una parte me parece una evolución lógica. La gente quiere ir al Everest, a los ochomiles. Como antes pasó con el Aneto, el Mont Blanc, el Aconcagua o el McKinley. Las montañas más altas atraen a la gente, como a mí en su día. Yo, con 22 años tenía una ilusión terrible por saber qué era eso de superar la cota de los ocho mil metros. Por eso yo entiendo que la gente tenga esas ganas de ir a un G-II, a un Cho Oyu o a un Everest. Lo que no puedo entender es que exista gente que llegue al campo base del Everest y tenga que hacer un cursillo para ponerse los crampones por primera vez e intentar ascender a la montaña más alta del mundo. Como no entiendo que luego, utilizando esos medios tecnológicos de los que hablábamos antes, cuenten la experiencia como si fuese lo más de lo más. ‘Perdona chico. Para ti sí. La experiencia personal desde luego que es respetable, pero sitúate. Mira antes lo que se está haciendo actualmente en el alpinismo y cuenta luego tu experiencia en base a eso, no en lo que te ha supuesto a ti emocionalmente’. Ahí se pierde totalmente la medida. No nos controlamos.

– ¿Al hilo de la masificación del Everest, qué le parecen los rescates en helicóptero a 6.000 o7.000 metros, que comienzan a generalizarse?
– Es el mismo debate que se está generando en los Alpes o Pirineos. El problema es que hay gente que se mete en dificultades que le superan, sabiendo que con el teléfono puede llamar para que le saquen de la pared. Eso hace 15 años no ocurríría. Lo que pasa es que de ahí a valorar qué actuación es irresponsable y por tanto hay que cobrar el servicio de rescate y cual no es complicado y me parece entrar en un terreno muy resbaladizo.

– ¿Es factible un rescate a 7.000 metros?
– Eso ya es tecnología aeronáutica que yo no controlo. Desde luego se está haciendo. Si no recuerdo mal a Juanito y a Pauner los sacaron del Annapurna estando a siete mil metros. Pero el riesgo que asumen los pilotos me parece altísimo y muchas veces son para rescates de actuaciones muy irresponsables y… ufff… Es un tema complejo.

– Siempre ha escalado sin oxígeno…
– No lo he utilizado nunca y me parece que ya no lo voy a usar… Salvo que me ingresen en el hospital y sea por prescripción médica… ja ja ja.

– ¿Considera que es hacer trampa?
– A nivel personal no entiendo evitar una dificultad como es la falta de oxígeno utilizando artificial, pero respeto a la gente que lo hace. No me parece mal, siempre y cuando se baje la botella. ¿Sabes el trabajo que eso genera en Nepal? ¿La cantidad de sherpas que se emplean para ofrecer la posibilidad de que los expedicionarios cuenten con esas botellas a ochomil metros? A mí me parece estupendo. Eso sí, luego que no presuman de haber hecho la primera ‘extramundial’. Si es una decisión personal no me parece mal.

– ¿Le parece que tiene explicación el intento de linchamiento por parte de un grupo de sherpas a Simone Moro y Ueli Steck en el Everest la pasada primavera?
– Pues seguramente que tiene explicación… seguro. Otra cosa es que yo la tenga.

– Se ha hablado de un enfrentamiento latente entre sherpas y alpinistas y que tarde o temprano iba a suceder algo así…
– Yo no he vivido ni he visto nunca una situación que justifique un conflicto como el que se vivió allí esta primavera, en el que estuvieron a punto de cargarse a tres alpinistas. Creo que no hay nada que justifique semejante nivel de violencia. Ahora bien, tampoco estaba allí ni sé lo que pasó exactamente. Por la experiencia que yo tengo y que he vivido en estas montañas, no veo una explicación razonable a lo sucedido. También es cierto que se dan circunstancia cada vez más complicadas. Cada vez se trata peor a los locales y eso van generando tensiones. Aunque de ahí a lo que se vivió en el Everest… ufff.

– ¿Cuáles son sus próximos proyectos?
– De momento están a la espera, sobre el papel. Aunque no tengo ningún problema en adelantar que volveremos al Paiju Peak. Creemos que merece la pena. Dejamos incluso en Skardu parte del equipo y tenemos ya una parte del trabajo bastante adelantado. Conocemos la medida de la montaña  eso es una pequeña ventaja. Tenemos más posibilidades que el verano pasado. Merece la pena volver a intentarlo.

– A la vuelta de la expedición reconocieron que habían errado en la estrategia de ascensión. ¿Sigue pensando lo mismo?
– En Paiju hubo un componente muy importante, y es que apenas teníamos información de la montaña. Y eso tiene sus pros y sus contras. A favor tiene que cuando vas a un lugar desconocido la emoción de la novedad y la incertidumbre, de la aventura, es tremendo. Es un aliciente muy importante. Y en contra está la propia falta de información. No es fácil salir de casa con un equipo ligero y una idea basada en una foto y acertar en el acceso, en el planteamiento y con el tiempo. No es fácil. En el Paiju Peak quiero pensar que no estuvimos finos en el planteamiento. Quizá tenía que haber sido más conservador, lo que nos hubiese permitido  hacer más de un intento.

– ¿Ser padre de familia condiciona la elección de sus proyectos?
– Desde luego que es algo que hace reflexionar, pero en momentos puntuales. Porque luego nos olvidamos, nos calentamos y vuelves a esa dinámica de buscar emociones y, dicho vulgarmente, de hacer cosas que te ponen cachondo, sabiendo que estás asumiendo unos riesgos a veces bastante altos. Y la familia hace su contrapeso, pero te vas adaptando y te vas acostumbrando. Y al final esa carga ya no te pesa tanto. Y hoy es el día que me planteo retos en montaña sin que sienta ese peso familiar.

– Su última proyección, ‘Elogio del fracaso’, repasa sus expediciones sin cima. ¿Ha aprendido más de sus fracasos que de sus éxitos?
– Yo creo que sí. Yo pienso que todos aprendemos más de los fracasos que de los éxitos. Hace unas semanas, leí un artículo sobre el deporte y el fracaso y había una frase que me gustó mucho. Decía que el éxito se despacha rápidamente con la autocomplacencia, mientras que el fracaso te lleva a la autocrítica, a un replanteamiento, a modificar la estrategia, a extraer enseñanzas de la experiencia vivida. En ese sentido, me parece muy interesante el fracaso. Sin negar que el éxito nos gusta a todos. Pero desde luego el fracaso no lo entiendo como algo negativo.

– ¿Sin embargo, realmente ha vuelto de alguno de sus viajes con la sensación de haber fracasado?
– (Alberto duda unos segundos)… Pues mira, ahora que lo dices, la verdad es que no. No me ha pasado nunca, porque siempre me han aportado algo. De haber cometido errores sí, como en el Paiju Peak este año, en el que fallamos en el planteamiento de la expedición. Pero de fracaso, nunca.

– ¿Qué le parece la actividad de Kilian Jornet, con sus récords de ascensión al Mont Blanc y Cervino y que ahora quiera batir el récord del Everest? ¿Cree que son extrapolables esos récords, ese minimalismo, esa velocidad, de los Alpes al Himalaya?
– Creo que conviene recordar que esto no es nuevo. Cuando Loretan y Troillet hicieron el Everest en alpino por el corredor Horbein subieron y bajaron en 46 horas. Ya me parece subir rápido… Loretan tiene varios 8.000 en menos de 24 horas. Dicho esto sí es cierto que Kilian está rompiendo con todos los moldes. No sé de donde ha salido este hombre. Esta haciendo cosas increíbles. Ahora bien, que se puede hacer en el Everest lo que ha hecho en el Mont Blanc o en el Cervino… no lo sé… Aunque tampoco hubiera pensado que Ueli Steck iba a subir la sur del Annapurna en 16 horas… Es increíble.

– ¿Qué le parece esa ascensión?
– Increíble. Me parece increíble…

– ¿Y la falta de pruebas de esa ascensión?
– Yo no me lo cuestiono. De Ueli Steck personalmente yo no me lo cuesto. Pero, insisto, a mí me parece increíble. Y entiendelo como quieras. Pero también es verdad que sus antecedentes le avalan. Hace pocos años estuvo en el Shisha y tardó 15 horas en hacer una ascensión que… bueno… yo hace unos años tardaría un poco más pero ya me veía haciendola el el día. Pero lo que ha hecho en el Annapurna no me veo haciéndolo ni en cinco días… Es que yo he estado allí y hay que ponerse debajo de ese monte para ver lo grande que es… es increíble.

– ¿El futuro del alpinismo está en actividades como la de Steck?
– No. Para nada. ¿Cuántos Ueli Steck hay en el mundo?. Solo uno. Como Kilian Jornet solo hay uno. Creo que el alpinismo va hacia actividades ligeras, que recuperan el purismo. Pero la velocidad es para unos pocos elegidos.

– ¿Y las invernales, tan de moda ahora, qué le parecen?
– A mí no me seducen. Me parece emplear muchos recursos y mucha logística para una ascensión que alpinísticamente no aporta nada, por rutas normales y con cuerda ficha. Muy sufrida, eso sí, pero poco más. Cre oque e lalpinismo invernal no está hecho para los europeos, quizá para los polacos sí, pero no para nosotros. Es muy duro.

– Siempre ha recordado que el fallecimiento Félix supuso acabar con una cordada irrepetible, por la conexión que había entre ambos en su condición de hermanos ¿Ha logrado con sus nuevos compañeros recuperar esas sensaciones?
– Después de escalar toda mi vida con Félix tuve la suerte de encontrarme con Jon Beloki. Por circunstancias de la vida dejó la montaña y empecé a escalar con Juan Vallejo y Mikel Zabalza y sigo en ese camino de dar un valor muy grande al compañero de cordada. Al final, su trabajo y el tuyo son los que van abrir el camino y tiene que haber un entendimiento. Tienes que entender sus gestos, sus palabras, tienes que compartir una misma visión… Para mí es algo muy importante. Y me da pena cuando veo que actualmente se ha perdido el valor más preciado que tiene el alpinismo. Ahora la gente va con el que puede, con quien sea. Se ven circunstancias que te dan que pensar. Uno se ata con cualquiera y si toca participar en el rescate de un amigo, intentamos que sean los sherpas los que se impliquen por nosotros. No existe ese componente del valor de la cordada. Antes esto no pasaba. Escalar con otro que no fuera de tu cordada era como poner los cuernos a la novia.

-¿Nunca se ha planteado hace alguna actividad en solitario?
– No me atrae. Llegué al Broad Peak en solitario y no me gusta la idea. En esas montañas tan grandes solo, me parece muy peligroso. No estoy hecho para las solitarias.

– ¿Llegará a jubilarse de la montaña algún día?
– De la profesión sí; de la afición, lo dudo mucho. Es que esto me encanta.

– ¿Se ve como Carlos Soria, con más de 70 años subiendo ochomiles?
– Es que lo de Carlos es admirable, pero yo cre oquees inalcanzable. Llegar a su edad con esa fuerza. Con esa motivación, esas ganas que le pone y esa facilidad de convivir con gente 50 años más joven que él me parecen admirables. Pero yo no me veo

– ¿Le gustaría que sus hijos siguieran sus pasos?
– No tanto que sigan mis pasos, como compartirlos con ellos. Ir al monte con ellos. Que disfruten del monte y se dejen de mayores aspiraciones.

– ¿Quiénes han sido sus referencias alpinísticas?
– La verdad es que no tuve demasiadas. Los clásicos, Messner, Bonati, Loretan… Quizás este el que más, porque vivimos su época, incluso coincidíamos con él y con Troillet cuando íbamos a Katmandú. Hicieron grandes cosas en los 90.

– ¿Cómo desarrolló esa pasión tan temprana por los ochomiles?
– Es curioso, el ochomilismo lo inicié muy pronto pero en cambio en el alpinismo empecé muy tarde. A mí no me gustaba subir cuestas, caminar… De chaval empecé practicando la escalada deportiva, sobre los 15 años. Era un fanático. Y como todo fanático de la deportiva odiaba caminar más de un cuarto de hora. Mi primer viaje a Pirineos lo hice tarde, con 18 años. Fue mi hermano el que me picó.

– ¿Y qué montaña le hizo cambiar esa mentalidad?
– El Posets. Sí, sí, claramente. Fue en el primer viaje al Pirineo. Y dije ‘joder, si esto está muy bien’. Y luego la verdad es que todo fue muy rápido. Ese mismo año fuimos a los Alpes, y a los dos años estábamos en el Pumori.

– ¿Qué recuerdos guarda de esa primera vez que fue al Himalaya?
– Éramos unos críos. Yo tenía 21 años y teníamos poca experiencia, en montaña y en viajar. Éramos muy de pueblo y jóvenes. Sí que le echábamos muchas ganas, pero mucha inconsciencia también. Y tuvimos suerte de que las cosas nos salieron bien, adquiriendo experiencia de forma muy rápida. Todo pasó muy deprisa. Luego llegó el Makalu, que fue muy importante, con Felipe Uriarte, un veterano. Sufrimos las primeras congelaciones, a mi hermano le amputaron alguna falange y aprendimos muchísimo en aquella expedición. Pero aún así, al año siguiente fuimos al Everest sin saber a dónde íbamos.

 

(Fotografías: Colección Ternua)

 

Por Fernando J. Pérez e Iñigo Muñoyerro

Sobre el autor


enero 2014
MTWTFSS
  12345
6789101112
13141516171819
20212223242526
2728293031