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El alpinismo vasco despide a Emilio Hernando

El pasado martes, el cuerpo de Emilio Hernando dijo ‘basta’ y sucumbió a un cruel cáncer ante el que nunca se rindió. Su mente –su alma– voló siempre muy por encima de sus sueños e ilusiones. Lo ha hecho mientras luchó contra la enfermedad y lo seguirá haciendo, seguro, allí donde se encuentre ahora.

Porque si algo ha caracterizado a Emilio Hernando (Bilbao, 1953) ha sido su capacidad para hacer realidad sus sueños. Para ser feliz. Lo demostró primero en el mundo de la escalada,

Emilio, durante una visita a EL CORREO

hasta donde llegó de la mano de su hermano Pedro, con el que formó las primeras cordadas «cuando casi nadie escalaba», recuerda un buen amigo. Su determinación le llevó a territorios y vías casi vírgenes formando parte de la segunda generación de escaladores vascos tras los pioneros Udaondo, Landa y compañía.

«Quizá no hizo nada que nadie hubiera hecho por aquel entonces, pero sí hizo muchas cosas que muy pocos habían hecho», recuerda Juanjo San Sebastián, uno de sus muchos compañeros de cuerda en aquella época, como ‘Zulu’, Miguel Ángel Lujua, Kike de Pablo, Rafa Chávarri ‘Sacarino’, Iñaki Pirla, Iñaki Zarraga… «Cuando el compañero de cordada era algo sagrado, él invitaba a todos a escalar con él. Conmigo lo hizo cuando aún no me conocía», recuerda San Sebastián. Un concepto de escalada, por cierto, que hoy está muy extendido. Aunque tuviera mala suerte con las caídas, «en una época en la que una caída de escalada era sinónimo de accidente». Así que las tres que tuvo le llevaron al hospital, la tercera de ellas, tras una evacuación con helicóptero en el Naranjo de Bulnes «cuando el concepto de rescate en montaña ni se había creado».

Eran tiempos en los que ayudaba a sus padres en la librería-cafetería que tenía en la Avenida Madariaga, «un concepto de negocio ahora muy extendido pero entonces desconocido. En realidad eran dos lonjas, una cafetería y la otra librería, con la caja registradora en medio».

Fue también pionero en ver las expediciones como algo más que escalar montañas. «Las planteaba sobre todo como una forma de descubrir mundo». Así que los viajes a Alaska en 1976

Durante el homenaje que se le tributó el pasado mes de junio, al lado de uno de sus hijos. (foto: Juanma Sotillos)

y Perú en 1979 fueron el mejor bagaje para convertirse en 1980 en el miembro más joven de la expedición que logró la primera ascensión vasca al Everest.

Y tras la gesta que marcó el himalayismo vasco siguió haciendo realidad sus sueños. Como cuando abrió, pocos años después, Mendiko Etxea, la primera tienda de material de montaña en Bilbao. O años más tarde, cuando recuperó la ferrería Ansotegi de Etxebarria para crear allí su particular paraíso terrenal y ofrecérselo, en forma de hotel rural, a sus amigos.

Aunque todo ello no hubiera sido posible sin Kata, su mujer, y sus hijos Pello, Gontzal y Julen. Sin duda su mejor legado.

Ayer, el pasado y presente del alpinismo vasco se dio cita en la iglesia Santa María de Xemein para despedirle. Desde la generacion de Ángel Landa a la de Alex Txikon quisieron sumarse a un sincero y espontáneo homenaje a un verdadero pionero que empeñó su vida en hacer realidad sus sueños. Goian Bego. Descanse en paz.

 

 

Un joven Emilio, en el centro, sentado en el suelo, en la foto de familia de la Expedición vasca de 1980 al Everest.

Por Fernando J. Pérez e Iñigo Muñoyerro

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