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Gerlinde Kaltenbrunner: “Lo de crear listas y competiciones en los ‘ochomiles’ es típicamente masculino”

Gerlinde Kaltenbrunner (1970, Austria) es una mujer menuda, casi delicada,
con una sonrisa siempre dispuesta a iluminar su rostro. Su imagen no hace pensar en
una alpinista de raza que hace apenas tres meses conquistó el K2 -la segunda montaña
del mundo y la más difícil- por su casi inescalada cara norte para convertirse en la
primera mujer en ascender los catorce ochomiles sin la ayuda de oxígeno artificial. Allí
fue la líder de un equipo de escaladores de élite que consumó una ascensión histórica.
De un grupo del que tiró hasta la cumbre de una montaña que le ha hecho sufrir como
ninguna, intentada más veces que ninguna y en la que el año pasado vio morir a uno
de sus mejores amigos, el sueco Fredrick Ericsson. Por eso, cuando recuerda aquel
atardecer del 23 de agosto en la cima, la emoción aún recorre su cuerpo y los ojos se le
inundan de lágrimas.
-¿Parafraseando a Armstrong cuando conquistó la luna, lo que ha hecho usted al
completar los 14 ochomiles sin oxígeno es un pequeño paso personal pero una gran
salto para la mujer?
-Hasta ahora nunca había pensado que lo que hice podía ser un gran paso para el
género femenino. Era un sueño mío, personal. Pero he recibido tantos mails, llamadas
y mensajes de mujeres de todo el mundo que he acabado por ser consciente de lo que
supone para la mujer. De haber hecho algo grande. Y eso me llena de alegría. Por
ejemplo, ayer mismo recibí un correo electrónico de un grupo de montañeras de Irán
en el que me daban las gracias y me explicaban lo que para ellas significaba por poder
mostrar al mundo lo que las mujeres podemos hacer.
-Entre el primer hombre (Reinhold Messner) y la primera mujer en acabar los
14 ‘ochomiles’ han pasado 25 años. ¿Ese tiempo, prácticamente una generación, es
también la diferencia que existe entre el alpinismo masculino y el femenino?
-No lo creo. A finales de los ochenta, la polaca Wanda Rutkiewicz ya demostró que las
mujeres estaban muy fuertes y si no hubiese fallecido seguramente habría terminado los
Catorce en los años noventa. El problema es que hasta hace muy pocos años las mujeres
no han mostrado interés por los ‘ochomiles’ como reto global. Pero la diferencia entre
el alpinismo o la escalada masculina y la femenina no es tanta. Y hay ejemplos que lo
demuestran, como la estadounidense Lynn Hill y otras mujeres que realizan escaladas al
nivel de los hombres.
-¿Por qué entonces han tenido que pasar tantos años? Factores económicos, sociales…
-La primera razón creo que es la maternidad. Un reto como el de los 14 ochomiles
supone estar durante prácticamente diez años centrada en él y renunciando, entre otras
cosas, a la posibilidad de tener hijos. Unos años, además, que normalmente coinciden
con la edad habitual para tenerlos. Es una renuncia muy importante. Otra razón,
por mi experiencia, es que la mayoría de las mujeres no quieren renunciar a ciertas
comodidades, a vivir durante semanas en los entornos hostiles y duros de un campo
base. Después de las proyecciones vienen muchas mujeres a felicitarme y a decir que
me admiran, pero también me dicen que ellas nunca se verían haciendo eso, aunque les
da mucha fuerza para su vida cotidiana, para el día a día.

-Edurne Pasaban dijo un día que su decimoquinto ‘ochomil’ sería ser madre ¿El suyo
también?
-No, no, jajajaja. Este es un tema que lo tengo solucionado. He decidido no tener hijos.
Vivo con Ralf (Dujmovits, alpinista que también ha escalado los 14 ochomiles. Se
encuentra a su lado durante la entrevista y le agarra de la mano al pronunciar la frase), él
ya tiene dos hijos de una relación anterior y formamos una familia con la que me siento
muy identificada y realizada. Nunca he pensado que se podía compatibilizar el riesgo
de una expedición con la vida familiar, todavía tengo muchos sueños por realizar en las
montañas y por eso el de la maternidad es un tema que tengo zanjado (“lo tenemos los
dos”, apostilla Ralf, y ríen juntos con ganas).
-Casi siempre has escalado con Ralf, hasta que él acabó los Catorce. Entonces buscó
otros compañeros, pero siempre han sido hombres. ¿Le hubiese gustado formar una
cordada femenina? ¿Ha echado en falta una compañía femenina en esas montañas?
-Una sola vez he hecho una expedición con una mujer, la checoslovaca Lucia Orsuloba,
en el Dhaulagiri en 2007, pero tuvimos que abandonar a 7.400 metros porque tuvo un
edema cerebral. Por eso cuando he buscado compañeros no he mirado su sexo, sino su
nivel alpinístico. Y de momento, por desgracia, no he tenido la suerte de encontrar una
compañera de cordada que funcione, tanto físicamente como mentalmente, como yo.
Durante varios años ha sido Ralf y luego otros, pero si encontrase una mujer muy fuerte
me encantaría ir con ella.
-Ralf ha comentado alguna vez que es partidario de crear dos listas de ‘ochomilistas’,
los que los han subido sin oxígeno artificial y los que los han subido con él. ¿Usted está
de acuerdo en hacer esa diferenciación?
-Crear esas diferenciaciones, esas listas es un comportamiento típicamente masculino.
Yo no necesito listas de ningún tipo. Para mí lo más importante es que, después de
una ascensión realizada con honestidad, cada uno encuentre la satisfacción de haberla
realizado, de acuerdo a sus posibilidades y a sus capacidades. Por eso las listas ni me
interesan ni sirven para nada.
– ¿Nunca se ha sentido presionada por la llamada carrera femenina de los ochomiles?
-Esta ‘competición’ nunca ha existido realmente, aunque mucha gente lo haya creído.
Ha sido más una invención de los medios de comunicación, a los que les encanta buscar
titulares y competitividad. Pero yo nunca he sentido la más mínima presión por ello. Lo
más importante para mí ha sido siempre subir en mi estilo, sin porteadores, sin oxígeno,
si es posible sin usar cuerdas fijas y en un estilo honrado con mis principios y con la
montaña. Durante un época intenté explicárselo a la gente, pero siempre he sentido que
no me entendían, así que lo dejé. Pero nunca he sentido esa especie de competición que
a la gente le parecía gustar.
-Acabó los Catorce con la cara norte del K2, una ascensión sobresaliente, histórica. ¿Es
de la que más orgullosa se siente en los Catorce?
-No me siento orgullosa de esa ascensión, me siento feliz por haberla conseguido. Pero
no es orgullo. Es algo más íntimo, más personal. Una alegría muy muy profunda.
¿Tres meses después ha interiorizado lo conseguido?
-Cada día por la mañana, cuando me levanto… jajajaja. Especialmente en el K2, en el
que había perdido tanto… Y el 23 de agosto fue un momento tan fuerte allí arriba, en la
cima, con la última luz del día… (Gerlinde no puede evitar emocionarse y las lágrimas
afloran en sus ojos). Son emociones que perdurarán en mi interior hasta el día que me
muera.
-Cuando Iñurrategi concluyó en el Annapurna los 14 ochomiles se refirió a ello como
una liberación. Como el final de una etapa y el inicio de otras ¿Usted ha sentido lo
mismo?

-Efectivamente, ha sido un poco así. Después del K2 me he sentido muy libre, muy

satisfecha, pero no tanto por acabar los 14 ochomiles como por haber escalado el K2,
el ‘ochomil’ más peligroso y en el que he vivido más emociones al cabo de los años.
-¿Es el ‘ochomil’ que más ha significado para usted?
-Sí, sin duda. Ha sido el más importante para mí, por toda la energía que ha supuesto, de
preparación, de tiempo en el campo base, emocionalmente tras la muerte de Fredric el
año pasado. Durante mucho tiempo he sentido que la montaña me rechazaba, me tiraba
hacia abajo y ahora que ya he estado en su cumbre me siento muy satisfecha.
-¿Y por qué por la cara norte?
-Para mí era muy importante no regresar a la vertiente sur, en la que había fallecido
Fredric. No quería saber nada de esa ruta.
-¿Cuáles son sus próximos proyectos?
-Desde luego, mi pasión por las montañas va a seguir toda la vida. A partir de ahí,
durante nuestras expediciones hemos visto tantos ‘seismiles’ y ‘sietemiles’ con rutas
bellísimas que tenemos muchos planes. El primero, la próxima primavera, va a ser la
arista Este del Nuptse, aun sin escalar y que termina en una cumbre secundaria de la
montaña también virgen.
-¿Los ‘ochomiles’ quedan al margen de sus planes?
-Después del Nuptse quiero acompañar a Ralf al Everest, que aunque lo ha subido
varias veces nunca lo ha hecho sin oxígeno. ¡Aunque yo sólo subiré hasta el Collado
Sur! No quiero ir más arriba.

Temas

Por Fernando J. Pérez e Iñigo Muñoyerro

Sobre el autor


enero 2012
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