«Alpinismo horizontal» le llaman ellos. «La diferencia es que nunca descansas», añaden. «El 80% del agua dulce del mundo está en la Antártida, pero como no tengas con qué deshelarlo te mueres de sed», ilustran. Palabras como estas en boca de Alberto Iñurrategi, Juan Vallejo y Mikel Zabalza son, quizá, la mejor expresión de lo que les espera en los próximos dos meses. Estos tres escaladores curtidos en las más duras montañas del planeta muestran su respeto ante un desafío con mayúsculas: cruzar la Antártida pasando por el Polo Sur sin ayuda externa. 3.700 kilómetros en los que arrastrarán un trineo de 170 kilos con una temperatura media de 30 grados bajo cero. Un homenaje a la gesta de Roald Amundsen en el centenario de su llegada al Polo Sur.
Pero plantearse esta travesía con la única fuerza del cuerpo humano es absolutamente inviable. La mayor distancia realizada en esas condiciones han sido 1.800 kilómetros, la mitad de lo que quiere hacer el Basque Team. Así que recurrirán al único elemento natural que les puede ayudar en tan inhóspito escenario: el viento. Cada uno llevará cuatro cometas que le permitirán recorrer hasta 250 kilómetros en los mejores días. Si el viento acompaña claro. «Y esperemos que lo haga. Desde luego, el éxito pasa por que los vientos catabáticos (creados por las diferencias de temperatura en las distintas capas de la atmósfera) no nos fallen», explica Iñurrategi. Ya que recorrer esos 3.700 kilómetros entre la base Novolazarevskaya y la Bahía Hércules a pie y con 170 kilos atados a los riñones es sencillamente imposible.
Tendrán setenta días como máximo para hacerlo. Si los consumen sin llegar a Bahía Hércules no tendrán más remedio que pedir auxilio para que una avioneta les recoja. El motivo de ese plazo es simple: no podían cargar con más peso los trineos sin poner en peligro la empresa. De los 170 kilos que arrastrarán, la mitad será comida, perfectamente distribuida en paquetes de 1,2 kilos por personas y día. Y es que la alimentación es otra de las claves del éxito: engullirán 5.000 calorías al día, más del doble de las recomendadas para una personas normal (2.000).
Pero es que es la única forma de sobrevivir en las condiciones tan tremendas que van a encontrar: vientos huracanados casi constantes, treinta grados bajo cero de temperatura media, tres mil metros de altitud, exigencia física extrema durante ocho horas al día, 24 horas de luz permanente… «El médico que nos ha preparado la dieta -Xabier Leibar, responsable del CPT de Getxo- incluso se ha enfadado con nosotros porque nos ha visto demasiado delgados», explicaba Iñurrategi hace unos días «Nos ha dicho que hasta que salgamos para allí tenemos que engordar tres o cuatro kilos», añadía.
Sin embargo, tanto como a la exigencia física, los tres alpinistas deberán enfrentarse al componente psicológico. «La travesía se nos hará más dura mental que físicamente», reconoce Juan Vallejo. «La clave está en la monotonía», apunta Iñurrategi. «Son muchos días seguidos de una dureza física permanente, haciendo todos los días lo mismo, lo que acaba repercutiendo en la moral. Acabaremos hartos muchos días, pero la experiencia es única y estamos supermotivados para afrontarla. Es un reto contra nosotros mismos», añade.
La limitación que les impone el peso ha llegado hasta los elementos personales que pueden hacer más soportable la travesía. «Solo llevamos un libro cada uno, que nos iremos pasando según lo vayamos leyendo», explica el atxabaltarra con cierto tono de resignación. Al menos, los modernos aparatos de mp3 les permiten contar con música de sobra sin que apenas ocupe espacio. El correo electrónico que recibirán en el ordenador vía satélite completarán su agenda de ocio durante los 70 días.
Y por si el reto no fuera suficiente, el trío no ha podido abstraerse a su condición de alpinistas y ha planificado una escalada en el monte Holtanna, (2.650 m.). Esta cima, y algunas más, se encuentra en la Tierra de la Reina Maud, un lugar tan inhóspito como bello situado unos 300 kilómetros al sur de la base Novolazarevskaya. «De nuevo, nuestras limitaciones en el peso nos ha condicionado a la hora de decidirnos qué vía hacer. No podemos llevar mucho material, así que hemos elegido la arista Sur, de unos 400 metros de largo, que intentaremos escalar en libre».
Ayer partieron del aeropuerto de Loiu y dentro de cuatro días estarán ya protegiendose del frío y calzándose los esquís a 13.000 kilómetros de sus casas y con casi 4.000 por delante. En el lugar más inhóspito del planeta, al otro lado de la última frontera. O como explica el explorador británico Apsley Cherry-Garrard en su libro “El peor viaje del mundo” sobre la fallida expedición del capitán Scott al Polo Sur, «la exploración polar es la forma más cruel y solitaria de pasarlo mal».