Imposible. El invierno ha jugado sus cartas con cruel precisión en el momento decisivo. Alex Txikon, Gerfried Göschl y Louis Rousseau no pudieron llegar ayer a la cumbre del Gasherbrum I (8.080 m) en su objetivo de ser los primeros alpinistas en coronar este ‘ochomil’ del Karakorum (Pakistán) en la temporada invernal. En realidad, ni tan siquiera lo pudieron intentar desde el emplazamiento del campo 3, en el que pasaron la noche a 7.050 metros de altura.
La culpa ha sido de los vientos huracanados que han tenido que soportar, mucho más fuertes de lo anunciado en las previsiones. Esta circunstancia, unida a las temperaturas de -45ºC que tenían a esa altitud, hubiese convertido el ataque a cumbre en un auténtico suicidio. Ya de vuelta al campo base, Txikon lo explicaba sin ambages: “Menos mal que no hemos salido hacia la cumbre. Si lo llegamos a hacer no estamos vivos”.
Ya el lunes por la tarde, tras escalar hasta ese campo 3, comprobaron que las previsiones del tiempo no se cumplían. Tardaron casi dos horas en montar la tienda de campaña en medio de la ventisca y tuvieron que asegurarla con casi toda la cuerda que les quedaba para que no se la llevase el viento. Por la noche, las rachas huracanadas les impidieron conciliar el sueño, ya de por sí complicado a esa altitud. “Hubo momentos que pensamos que el viento se la llevaba con nosotros dentro”, explicaba ayer Alex Txikon ya de vuelta al campo base.
Por fin, sobre la medianoche amainó, pero era tarde para que los tres alpinistas pudieran dormir. A la una de la madrugada estaban ya preparándose para partir hacia la cumbre, pero de nuevo el viento comenzó a soplar con fuerza. “El día anterior había pegado del norte y cuando volvió de madrugada soplaba del oeste y todavía con más fuerza. Estaba claro que el ‘jet stream’ anunciado con el temporal que iba a entrar mañana (por hoy) se había adelantado”, matizaba el Lemoa. El ‘jet stream’ o corrientes de chorro son vientos muy fuertes y constantes que se producen a grandes altitudes en la atmósfera cuya presencia o ausencia deben tener siempre presente los alpinistas cuando se aventuran a cotas altas de los ‘ochomiles’.
Así que no les quedó más remedio que esperar a un improbable descenso del viento. “En cuanto amaneció y vimos cómo pegaba en la cumbre nos dimos cuenta de que era jet stream y que casi seguro no pararía, pero teníamos tan cerca la cumbre que quisimos apurar al máximo el tiempo de espera”. Por fin, a las diez de la mañana tuvieron que tomar la dolorosa decisión de descender. “El tiempo se nos acababa porque para mañana (por hoy) el parte meteorológico nos daba una tormenta muy fuerte que no nos podía coger allí arriba. Así que la única decisión posible era la de bajar”.
El sistema de posicionamiento vía satélite en tiempo real que llevaba el ‘ABC Team’ indicó inmediatamente que el terceto descendía en vez de ascender. Unas horas más tarde, tras descender el Corredor de los Japoneses, el tramo más delicado de la ruta, el líder de la expedición, Gerfried Göschl confirmaba al campo base lo que su gps mostraba desde hacía horas, que el ‘ABC Team’ retornaba al campo base. Y explicaba que se debía al fuete viento. “En esas condiciones hubiese sido imposible llegar a la cumbre”, sentenciaba.
El descenso fue lento y pesado. Las mochilas de los alpinistas bajaron cargadas hasta los topes. No solo con todo el material que han llevado en este intento a cumbre en estilo alpino, sino también de unas ilusiones que la montaña se ha negado a concederles pese a su trabajo, primero en la cara sur y ahora en la vía normal, durante el último mes y medio y en unas condiciones extremas. “Ha sido duro, muy duro, físicamente probablemente lo más duro que haya hecho nunca y desde luego hoy nos hemos sentido un poco decepcionados cuando no nos ha quedado más remedio que bajar. Pero me quedo con la experiencia que he vivido aquí. Ayer por ejemplo, dentro de la tienda a 7.000 metros, sabiendo que estábamos solos en toda la montaña… supone una satisfacción personal muy grande lo que hemos intentado y cómo lo hemos intentado. Personalmente he disfrutado mucho de esta expedición y creo que mis compañeros pueden decir lo mismo”.
Por fin, sobre las siete de la tarde, noche cerrada ya en el Karakorum (cuatro horas menos en España), los tres alpinistas arribaban por fin al CB. Poco antes, el glaciar les volvía a demostrar que en cualquier gran montaña, se llegue o no a su punto culminante, la verdadera cumbre está en el campo base. “En la subida dejamos el camino por el glaciar marcado, pero hemos tenido que improvisar sobre la marcha porque un par de aludes habían borrado nuestra huella ocultando además varias grietas que teníamos que cruzar”.