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La sal pone en peligro nuestros bosques, campos y ríos

Llega el invierno, nieva, las carreteras de hielan y las autoridades competentes hinchan pecho y comienzan a echar cantidades ingentes de sal (ClNa) para limpiar las infraestructuras. Toneladas y toneladas son desparramadas en aceras, plazas y arcenes. El cloruro sódico que cubre calles y vías de circulación se diluye en el agua que con el deshielo va a las alcantarillas, corre a los ríos, se infiltra en los acuíferos y repercute sobre el medio ambiente.
¿Cuánta sal se sedimenta en los campos? ¿quién es el culpable de la desaparición de la trucha pintona y del salmón asturiano? ¿de que cada vez haya menos ranas y sapos? ¿los cormoranes? ¿los furtivos? ¿los pesqueros japoneses en alta mar? ¿las corrientes cambiantes por el Niño? La respuesta es más sencilla. La culpa la tiene la sal marina o gema, lo mismo da, que altera la composición de las aguas y termina con peces y anfibios, salvo los más resistentes.
En otras palabras, que su empleo contra las heladas en España supone un daño ecológico difícil de cuantificar. El año pasado ya me hice eco de este problema, pero nadie se preocupa de ponerle una solución. ¿Alguien a título académico se ha preocupado de averiguarlo?
Además está comprobado que el uso masivo y descontrolado de miles de toneladas de sal -como está ocurriendo estos días por toda España- para combatir las nieves y heladas, acelera la corrosión en el pavimento de las carreteras, así como de los vehículos y otras construcciones civiles de hierro como puentes y túneles, dada que la composición corrosiva de su naturaleza.
Algunos estudios científicos calculan que el empleo de sal contra las heladas es el responsable de la muerte del 90% de los árboles en las grandes ciudades europeas. Y del lamentable aspecto que presentan los pinares de la meseta española por donde pasa una autovía. Y del color mustio y amarillento de la hierba de algunas áreas de servicio.
¿Alguien en España es sensible a este asunto o todo vale con tal de no tener que dar explicaciones del caos circulatorio y el colapso de los aeropuertos y autovías? Si la nevada es de las de aúpa, es decir innegociable, las toneladas de sal y los quitanieves no van a servir para nada. En esos casos debería de haber una normativa para que la gente se quedara en casa.
Vaya un ejemplo europeo. La normativa de Berlín, una ciudad donde nieva y hiela de verdad, es restrictiva. Prohibe el empleo de sal bajo el riesgo de ser sancionado con una multa de hasta 10.000 euros. Los ciudadanos están obligados a retirar con sus propios medios la nieve y las placas de hielo de sus calles hasta un mínimo de 1,5 metros de su propia acera o portal. Pero no a cualquier hora del día, sino ya a partir de las 7 de la mañana (9 en días festivos).

Por Fernando J. Pérez e Iñigo Muñoyerro

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