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El Makalu encontró los límites de Ueli Steck

Ueli Steck es, muy probablemente, el alpinista más fuerte de la actualidad. Tanto física como mentalmente. Sus escaladas causan tanta admiración como asombro en el planeta alpino. Su combinacion de audacia, velocidad, exigencia personal y compromiso alpinístico le han convertido, por derecho propio, en un referente.

Su último proyecto ha sido intentar escalar en solitario el Pilar Oeste del Makalu, una de las vías más exigentes del ochomilismo. A mediados de mes recibimos la escueta noticia de que había llegado hasta los 7.200 metros, pero se había tenido que dar la vuelta por las condiciones de nieve que había encontrado. Ahora, casi dos semanas después, nos llegan sus explicaciones de la ascensión y los motivos que le llevaron a darse la vuelta. En un relato hipnótico y dramático, Ueli revela que el Pilar Oeste del Makalu le ha descubierto sus límites físicos y mentales. Y finalmente le ha vaciado. Tanto que allá arriba, en la soledad del fracaso, llegó aplantearse abandonar el alpinismo. Tal es su grado de compromiso.

Éste es su relato:

“Mientras escribo estas líneas estoy sentado en el campo base, a 5.250m sobre el nivel del mar. Por encima de mí, la cima del Makalu, a 8.463m de altura. Exactamente 3.213m de desnivel me separan de mi deseado sueño.

Hace una semana llegué hasta el Pilar oeste. Ascendí e instalé un campo a 6.700m de altura. Estaba lleno de motivación, quería completar mi proyecto. Estoy muy bien preparado para realizarlo. A las 3 de la mañana comencé a escalar. Estaba seguro de que iba a conseguirlo. Solo y sin cuerdas fijas, hasta la cima. Pero después todo cambió.

Las grandes cantidades de nieve fresca me mostraron claramente en donde estaban mis límites. Pero luché. No abandoné. No es mi estilo decir tan rápido que no se puede hacer. Si no hubiera dado todo de mi mismo, si hubiera abandonado en ese momento el proyecto y me hubiera vuelto a sentarme en mi cálido salón, ¡me hubiera sentido muy avergonzado por ello!

“Navegué” a través de la nieve adecuadamente. En la primera parte no fue realmente un problema. Pero entonces llegué hasta las primeras torres de roca verticales. El monzón había sepultado literalmente los pasajes verticales de la pared bajo 30 centímetros de nieve. No podía hacer otra cosa que excavar la nieve hasta encontrar la estructura de roca en donde encontrar los apoyos para continuar escalando. A 7.000m esto es extenuante.

Era como escalar la cara norte del Eiger en condiciones imposibles. Pensé que si hubiera estado en casa, escalando en el Eiger en esas condiciones, me habría dado la vuelta, me habría tomado un café, y me habría ido al rocódromo por la tarde.

Al final conseguí superar el primer escalón vertical de roca. Sin aliento me detuve. Fui hacia la derecha, buscando un campo de nieve de 45º-50º. La nieve era muy profunda. El riesgo de avalanchas era límite. Los cristales de nieve no habían fusionado debido al intenso frío. Me arrastraba, casi sin fuerzas. Pero alcancé los 7.100m.

La arista acababa en una canal muy inclinada. Tenía que tirar por ella. Tan pronto como entré, me hundía, y a cada paso que daba, de pronto descendía para atrás rodeado por una masa de nieve. Mi corazón se paralizaba literalmente cada vez. Alguna vez descendía más de un metro. Cada músculo de mi cuerpo estaba en completa tensión. ¿Por qué me detenía de repente, en lugar de continuar para abajo con la nieve? No tenía ni idea. En el momento en el que me detenía la tensión se distendía, y mi corazón volvía a latir. Un respiro. Continué intentando ascender esta canal, que era como un trineo debajo de mí. Lo intentaba una y otra vez. Mis nervios estaban al límite. Hasta que conseguí llegar al siguiente paso de roca. Y otra vez a excavar la nieve para encontrar las presas. Y después de este paso, otro campo de nieve.

Esa masa de nieve suelta me dejó vacío psicológicamente. No sabía en ningún momento si estaba firme en la montaña o si al segundo siguiente iba a patinar con la nieve y caer al vacío. Estaba en permanente tensión. Además la masa de nieve era mayor cada metro que subía. A 7.200m volví al eje del Pilar, esperando que allí hubiera menos nieve fresca. Un poco más arriba me paré en una pequeña plataforma. Esto me permitió quitarme la mochila y asegurarla a un piolet.

Me permití beber un litro de líquido y una barrita de muesli, esperando recuperar algo de fuerza con ello y descansar un poco. La perspectiva hacia arriba era destructiva para mí. El Pilar permanecía bajo un grueso abrigo invernal. Una mirada a mi reloj me dijo que había necesitado 4 horas y media para ascender 500 metros. El tiempo: cielo azul profundo. Mi confianza en mi mismo estaba en su punto más bajo. ¿Qué podía hacer? ¿Continuaba o daba la vuelta?

Esta incertidumbre, el no saber en ningún momento en donde pisaba y si la nieve no se iba abajo conmigo, me hundieron.

Escalar sin cuerda es mentalmente muy exigente. Pero puedo evaluar mis puntos de apoyo. Veo agarres. Puede que me encuentre 1.000 metros por encima del abismo, y todo mi peso cuelga de una regleta de 7mm de ancho. Pero puedo ver la regleta, si es sólida o no. Sé si puedo colgarme de ahí o no. No me importa lo grande que sea. Pero puedo juzgar la situación.

Pero en ese momento me encontraba desde hacía horas en una situación muy precaria. Definitivamente no era capaz de evaluar por más tiempo la situación. Así que ¡decidí descender! Había subido hasta los 7.200m, para descender.

La bajada se convirtió también en una guerra de nervios. Perdí el sentido del tiempo, sólo me daba cuenta de lo tenso que estaba mientras descendía. Una vez que llegué a mi tienda a 6.700m me senté en la nieve. Mi euforia del día anterior había desaparecido. Bebí algo. Después de mucho rato me encontraba otra vez en un lugar seguro. Pero eso no me proporcionaba ningún alivio.

Ahora mi cabeza empezó a funcionar a toda velocidad ¿Qué estaba haciendo ahí arriba? Me acordé de las horas que acababa de pasar, y me enfadé conmigo mismo. Estaba claro: en esas condiciones, era imposible escalar esa ruta. Pero de repente pensaba: “eres demasiado débil. ¿Tienes tan solo un poco de voluntad?”

Estuve sentado allí durante una hora. Mi mayor deseo era volar de vuelta a casa al siguiente día. Después de una hora comencé a recoger mis cosas. Sólo quería bajar. Y abandonar inmediatamente la práctica del alpinismo ¡No veía una razón por la que no abandonarlo! Estaba ya llena la mitad de la mochila y había comenzado a desmontar mi tienda.

Pero entonces me encorajiné: “Sólo es 13 de septiembre”, pensé. Tenía al menos un mes más para intentar la cima del Makalu. Y comencé a deshacer mi mochila otra vez. En se momento no tenía ningún plan acerca de cómo podía ser capaz de escalar el Pilar oeste. Pero en un mes las cosas podían cambiar mucho.

Anclé de nuevo mi tienda y deposité mi material en ella. Puede que las condiciones mejoraran, aunque tengo que reconocer que no confiaba en ello. Comencé el descenso hacia el campo base con sentimientos contrapuestos. Y descendía con buen tiempo.

¿Es realmente necesario exponerse uno mismo a un riesgo semejante? Me sentía deprimido. Totalmente motivado y lleno de confianza entré en este proyecto. Y ahora todo parecía haber acabado. Mis pensamientos daban vueltas en mi cabeza.

A las 12 en punto tuve contacto por radio con Andy Waelchli y Robert boesch, que iban hacia cima por la ruta normal. Estaban atascados en la nieve también. Un pequeño consuelo para mí. Habían llegado hasta los 6.500m ese día. Menor altura que la que yo había alcanzado. Robert ascendió al día siguiente hasta los 6.800m antes de abandonar también. Así pues, mi decisión no había sido del todo errónea.

De vuelta al campo base me sentí aliviado. Me di una ducha. Comí patatas calientes con queso y comida liofilizada. No sabía qué hacer. Al día siguiente Andy llegó al campo base. Y al otro Robert. Deliberamos. Llegamos a la conclusión de que en esas circunstancias, un ataque a cima era imposible.

Al menos el tiempo era bueno. El sol brillaba y no habíamos vuelto a tener precipitaciones. Pero esto hacía aún más insoportable tener que permanecer sentados en el campo base mientras el tiempo era excelente.

Por la noche le daba vueltas a todo. La historia del alpinismo muestra claramente que todo tiene que encajar para conseguir una cima de 8.000. Y ahora nada lo hacía. Consideré muchas opciones ¿Quizás una ruta por la sur? La radiación solar es mayor, y la nieve transforma más rápido.

Al final rechacé estos pensamientos. Si no podía ser el Pilar oeste, no iría a la cara sur.

Decidí volver a mi pequeño campo a 6.700m. Cima primera y después cima segunda antes de la tienda. Andy vino conmigo. Esto fue el jueves 16 de septiembre. La huella del domingo todavía estaba allí. Esto significaba que la nieve no se había transformado…

Sin equipo alcanzamos los 6.700m, llegando a las 6 de la mañana. Hacía un frío intenso y el sol todavía estaba escondido detrás del Makalu. Estaba contento por contar con la compañía de Andy. Después de un rato llegué a la conclusión de que un ataque al Pilar oeste con esas condiciones era imposible. La ruta normal quizás tuviera más posibilidades.

Dejé comida, la tienda y un hornillo a 6.700m. Bajé mi equipo de pluma al campo base. De esta manera, podía intentar otra ruta, pero dejaba una puerta abierta al Pilar oeste. Descendimos.

Ahora estoy sentado en el campo base y estoy contento de haber bajado mi material de pluma. Así tengo las posibilidades abiertas. De momento, el Pilar oeste es una ilusión. Tan solo un sueño. La ruta normal: si tenemos suerte, quizás tengamos una oportunidad ahora. Tenemos por delante 3 semanas antes de que el Jet Stream incremente los vientos a 8.000m imposibilitando un ataque a cima. 3 semanas…

Lo más importante es que volvamos a casa sanos y salvos. Y con toda seguridad nos habremos enriquecido con una nueva experiencia. Me encontré con mis límites ahí arriba.

Estudiamos ansiosos el parte meteorológico. Robert, Andy y yo queríamos haber comenzado a subir el pasado sábado. Parecía que iba a mejorar el tiempo. Pero el sábado el mensaje de meteotest anunció un giro en los modelos. Tormenta para el lunes y martes. Otra vez inmovilizados. Pero el tiempo no ha sido tan malo al final. ¿Debemos creer o no en el parte meteorológico? Esperamos de nuevo. Si meteotest hubiera tenido razón y hubiéramos ascendido, nos habríamos quedado atascados arriba, y el peligro de avalancha habría sido muy alto. Así que mejor esperamos. Mejor permanecemos en el campo base y hacemos nervios que estar arriba y que se cumplan las previsiones.

Un parte meteorológico es sólo una predicción. Pero las predicciones son esenciales. Pueden evitarnos situaciones críticas y muy desagradables.”

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makalu

Por Fernando J. Pérez e Iñigo Muñoyerro

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