El Diario Vasco (Cristina Aguinaga, Pamplona) informaba el pasado día 28 de diciembre que en 2009, por segundo año consecutivo, se mantendrá la prohibición de pesca de la trucha común en los ríos de la Región Salmonícola Superior de Navarra. Ni la recuperación del 14% de la población en 2008, ni las propuestas de algunas asociaciones de pescadores para permitir de forma temporal la pesca sin muerte. Ninguna de las dos medidas ha hecho variar la opinión. Se pretende así continuar con su recuperación. El departamento de Desarrollo Rural y Medio Ambiente lo acordó a mediados de diciembre y lo incluirá en la orden foral de pesca para 2009.
El ente regulador justificó su medida tras valorar de forma positiva la recuperación experimentada en la población de trucha común en 2008, primer año de veda.
La densidad, dicen, está por debajo de los valores deseables para garantizar la sostenibilidad y es muy inferior al nivel de población medio registrado en los últimos años. Pesó también el hecho de que en 2009 las previsiones apuntan a que el potencial reproductor suba al 29%, al continuar en los ríos los ejemplares adultos que hubieran desaparecido por la pesca.
La medida anterior quizá sea la acertada, pero nadie quiere caer en la cuenta que una de causas de la desaparición de la trucha fario (la ‘pintona’) o autóctona de los ríos norteños (Vizcaya, Guipúzcoa, Cantabria, …..), es la sal. El cloruro sódico que por toneladas, con alegría, se arroja sobre las vías de comunicación en cuanto hiela o nieva y que luego va a parar a los cauces fluviales. Los peces menos resistentes, en este caso las truchas, la ingieren y mueren.
Las truchas son unos animales extremadamente sensibles a la salinidad y a la contaminación. Lo lógico es que la sal (ClNa o ClK) les siente igual de mal que un cartucho de dinamita.