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La tragedia del K2, paso a paso

Mañana se cumplen dos semanas de la tragedia del K2. Los supervivientes curan ya sus heridas en sus paises de origen y la montaña recupera su tranquilidad.

Sanos y a salvo, los supervivientes han contado sus vivencias, sus experiencias, lo que unido a lo que se conoce de la operación de rescate llevada a cabo por las expediciones que se vieron involucradas en él ha permitido elaborar una cronología bastante aproximada de lo que ocurrió entre el 1 y el 2 de agosto a más de ocho mil metros en la segunda montaña más alta del planeta.

Éste es el relato del os hechos. Sacad vosotros mismos las conclusiones:

La noche del 31de julio al 1 de agosto, 31 alpinistas se encuentran el en campo IV del K2, sobre ‘El Hombro’, casi ochomil metros de altura, para partir de madrugada hacia la cumbre. Pertenecen a las expediciones coreana (5 alpinistas), holandesa (5), noruega (4), serbia (4), italiana (2), el irlandés Gerard McDowell, adscrito a la expedición Norit (holandesa), y el veterano francés Jean Luis Marie Hugues d’Aubarede, líder de una expedición internacional en la que al final se ha quedado prácticamente sólo. Además, por supuesto varios sherpas o/y porteadores de altura paquistaníes acompañan a casi todos los grupos.

Hay un alpinista más que también va hacia la cumbre, pero no está en el campo IV. Es el alavés Alberto Zerain. En una decisión que inicialmente parece algo arriesgada, ha decidido realizar el ataque a cumbre desde el C-III, a 7.500 metros de altitud. Él explica sus motivos. “Tenía algunas dudas sobre el tiempo y además vi que el día anterior subía mucha gente al IV y que én él sería complicado descansar, así que preferí quedarme tranquilamente solo en el III, y me pasé todo el día hidratándome y descansando. La noche del 31 salí a las 10 de la noche y en menos de tres horas estaba ya en el C-IV”.

Mientras, en el C-IV hay algunas dudas sobre la meteorología y las condiciones de la montaña. Incluso alguno alerta sobre el mal fario que supone coincidir con el eclipse de sol que ese día se produce en buena parte del continente asiático. Todos esos debates no hacen más que retrasar la hora de salida hacia la cumbre. Tanto, que Zerain decide partir hacia arriba sólo. “Estuve más de una hora esperando fuera de las tiendas, en el C-IV a que la gente con la que había quedado para subir juntos y equipar la ruta saliese. Pero no se decídian, así que decidí seguir para arriba solo”.

Por fin, los primeros hombres se deciden a partir, al margen de Zerain, que va varias horas por delante. El equipo Norit informa que sobre las seis de la mañana, Wilco van Rooijen, Gerard McDonnell y Cas van de Gevel alcanzan muy arriba del Cuello de Botella a Gyalje sherpa Pemba, que había salido antes para equipar la ruta. Tres horas más tarde, informan que los cuatro están en el principio de la Travesía, el sector más técnico y expuesto de toda la ruta.

(El Cuello de Botella, con el Gran Serac encima)

Mientras, por detrás, un buen número de alpinistas se ha animado y han salido detrás del grupo holandés. Uno de ellos sufre el primer accidente de los varios que se desarrollarán en las siguiente 24 horas y que conformarán la mayor tragedia del K2. En el Cuello de Botella, el serbio Dren Mandic pierde pie y, tras deslizarse 200 metros por la empinada ladera, cae al vacío. El sueco Fredrik Strang informa al CB que va a subir para intentar recuperar el cuerpo. Llega hasta una reunión de varios escaladores que, según él, ofrecen síntomas de hipotermia y anuncia que “toma el mando” en el intento de rescate del cuerpo. Pero ve como un porteador de altura paquistaní pierde pie y cae también al vacío. Es el segundo muerto del día. Strang decide entonces regresar al campo IV. Pero el grueso del grupo sigue, aunque en una ascensión extremadamente lenta. Más tarde, el noruego Rolf Bae, toda una celebridad de la exploración glaciar en su país y alpinista de primer nivel, decide también darse media vuelta, mientras otros dos miembros de su grupo, su mujer Cecile Skog y Lars Naesse, siguen para arriba. No se volvería a saber nada de Bae, aunque nadie se daría cuenta de su desaparición hasta muchas horas después, cuando sus compañeros llegaron a las tiendas del C-IV y comprobaron que no estaba. Luego confirmarían que había fallecido en una avalancha.

Casi una veintena de alpinistas continúan hacia la cumbre. Y van llegando a ella. El primero, ajeno a todos los problemas que van sugiendo por detrás, es Alberto Zerain, que holla la cima del K2 sobre las tres de la tarde. Sobre las cinco llegan Cecile Skog y Lars Naesse junto con el sherpa Chiiring Dorje Sherpa, único integrante que hace cumbre de la expedición internacional que lidera el estadounidense Michael Farris y de la que es integrante Fredrik Strang. Supone ademas su 17º ochomil. Media hora después llegan cinco coreanos, incluyendo a Go Mi-Sun, que logra su sexto ochomil, y dos de sus sherpas sherpas. A las 7 p.m., Gerard McDonnell llama a su casa para informar de que se acaba de convertir en el primer irlandés en ascender el K2. Con él está Marco Confortola. Poco después, Hugues d’Aubarede holla también el que es su cuarto ochomil, acompañado por su fiel porteador paquistaní Karim Meherban. Los últimos son Wilco van Rooijen, Cas van de Gevel y Pemba Gyalje Sherpa, que se habían retrasado, según informaría días mas tarde Wilco, por un error en la instalación de las cuerdas fijas, que incluso les llevó tener que reinstalarlas en el Cuello de Botella y la Travesía.

(En la imagen, el inicio de la Travesía, el tramo más técnico y peligroso de la ruta)

En sus declaraciones tras el rescate, Wilco van Rooijen se mostró especialmente enfadado con este extremo. “El mayor error que cometimos fue llegar a acuerdos” entre las distintas expediciones, dijo. “Todo el mundo tenía su propia responsabilidad, pero algunas personas no hicieron lo acordado”. Así, aseguró que una de las expediciones, de la que no quiso dar el nombre, no subió la cuerda acordada, y a la hora de la verdad, se vieron con sólo la mitad de la cuerda prevista. “Con esas estúpidas decisiones pusieron en peligro las vidas de muchos alpinistas”, añadió.

En total, 18 alpinistas hacen cima a lo largo de la tarde y primeras horas de la noche del 1 de agosto.

Pero ahora toca descender. El agotamiento y la oscuridad ralentizan enormemente la bajada, que se alarga más allá de lo que cualquier protocolo de seguridad en montaña recomienda. Sólo Alberto Zerain (al C-III) y los noruegos (al C-IV) alcanzan la seguridad de las tiendas sin novedad y totalmente ajenos a lo que está ocurriendo más arriba, donde la tragedia comienza a fraguarse (Alberto Zerain confiesa que no se entera de lo que ha ocurrido hasta que llega al CB al día siguiente).

(El relato, a partir de ahora, parece en algunos momentos inconexo e incluso contradictorio, sobre todo en lo referente a los horarios, pero está elaborado única y exclusivamente con las declaraciones posteriores de los supervivientes).

Sobre las 4 de la madrugada del 2 de agosto, la expedición Norit informa que uno de sus alpinistas que descienden de la cumbre (al parecer Wilco) ha llamado para decir que un pedazo de hielo se ha desgajado del serac que hay sobre la Travesía y el Cuello de Botella y al caer se ha llevado las cuerdas fijas que aseguraban la ruta. En ese momento, nadie sabe si la avalancha ha arrastrado también a alguno del los montañeros que descendían. El informador dice que cerca de doce escaladores han quedado atrapados por encima de la sección rota.

La expedición holandesa se moviliza inmediatamente y, en coordinación con la coreana, organizan un intento de rescate. Mientras, arriba, el caos y el pánico se apoderan de la situación, según explicaría más tarde Wilco van Rooijen, que tras ser rescatado se mostró extremadamente duro con la actitud de los alpinistas en esos momentos. “La gente corría hacia abajo, pero no sabía a dónde ir, por lo que muchas personas se perdieron al seguir un camino equivocado”. También dijo que intentó que los alpinistas atrapados sobre el Cuello de Botella trabajasen juntos para superar la situación, pero no le hicieron caso. “Querían usar mi gas y mi cuerda”, dijo. “Así que, en realidad, todo el mundo estaba luchando por cada uno mismo, No entiendo por qué nos separamos.”

En sus declaraciones, Marco Confortola también incide en los problemas de desorganización que hubo entre los alpinistas y explica cómo, nadam ás iniciar el descenso surge un nuevo problema que ralentiza la bajada: varios alpinistas, incluido él, habían quedado en ir poniendo banderines durante la subida para marcar el camino, pero ninguno lo ha hecho. Pese a todo, consiguen descender hasta llegar justo encima del gran serac (en la zona de la Travesía y la parte alta del Cuello de Botella. “Gerard, mi amigo, va por delante. Entonces le grito que pare porque oigo un gran estruendo. Veo caer a tres coreanos por la pendiente. A continuación, silencio absoluto” relata. Según él, son alrededor de las ocho y media de la noche. Entonces le dice a Gerard que se quedan donde están porque todo está muy oscuro y corren el riesgo de caer ellos también. “Así que pasamos allí mismo la noche”.



Están en una pendiente de casi 60 grados sin nada en lo que guarecerse, así que hacen dos agujeros, “dos sillas más bien”, en los que se aprestan a pasar la noche. El objetivo es aguantar el vela. Allá arriba, a la intemperie, dormir es sinónimo de morir. De pronto, Marco escucha que alguien la llama a gritos, a su derecha, en la pared, por debajo de él. Es el holandés Wilco van Rooijen. Intentan hablar pero no se entienden. “Mi inglés es repugnante”, confiesa el italiano. Más tarde, sienten una súbita racha de viento y acto seguido se ven cubiertos por una nube de polvo. Otra avalancha a pasado junto a ellos.

(En la imagen, Cas van de Gevel y Wilco van Rooijen)

Al poco, Gerard, que se ha alejado unos metros para orinar, llama a su compañero. Marco acude, mira hacia donde le indica el irlandés, hacia abajo en el canal, y ve las cuerdas fijas que desaparecen en el serac. “Me asomo un poco más y veo que hay tres alpinistas colgados, los que que habíamos visto antes. Tratamos de socorrerles, pero no podemos hacer nada”.

Después, “sobre las 3 y media”. Marco dice ver a cuatro sherpas que continúan descendiendo. Y después, a un alpinista, al que no indentifica, en la parte inferior del canal que había perdido parte de su material en la avalancha, le faltaban las manoplas, las gafas, una bota incluso. Lo único que puede hacer es darle un guante. “Seguimos bajando, pasamos la Travesía y bajamos el Cuello de la Botella y, justo cuando estamos debajo, siento un gran rugido, miro para atrás y veo, a unos 400 metros sobre nosotros, una avalancha que cae del serac”. Cuando pasa junto a él “entonces veo que de ella sobresalen dos botas que conozco”. Son las de su compañero Gerard McDonnell. Entonces, Marco cuenta que “derrumbado, me dejo caer en la nieve y me quedo dormido”.



No sabe cuanto tiempo está así. Lo siguiente que recuerda es que un sherpa le despierta, le da oxígeno y le lleva hasta el campo IV. El rescatador es Pemba Gyalje Sherpa, que junto con el holandés Cas van de Gevel, ha logrado descender hasta el C-IV en medio de la noche y sin la cuerdas fijas y al dlía siguiente ha vuelto a remontar el Cuello de Botella en busca de supervivientes. “Si no hubiese sido por él, sin duda habría muerto” reconoce Marco Confortola. Pero antes de llegar a las tiendas, aún tienen tiempo de escuchar otra gran avalancha que cae del gran serac.

(En la imagen, Marco Confortola a su llegada a Italia)

La noche del sábado, 2 de agosto, cae sobre el K2. No aparecen más supervivientes. Tampoco Wilco van Rooijen, que en un momento del descenso que ninguno logra concretar se ha separado de Confortola. De pronto, se recibe una llamada suya en el CB. Apenas acierta a decir que está en la “cara sur” de la pared. Además de que ya es de noche, es imposible localizarlo sólo con ese dato. Pero el teléfono satélite permite ubicar exactamente el punto desde el que se ha realizado la llamada. La firma del celular (Thuraya) accede a dar las coordenadas exactas y un grupo de rescate sale urgentemente en su busqueda. Lo encuentra al día siguiente (domingo) descendiendo desorientado en un punto entre los campos IV y III de la ruta Cessen, la utilizada por los holandeses para la ascensión (y que confluye en El Hombro con la Abruzzos).

Con el rescate de Wilco las operaciones de salvamento se dan por cerradas. Es domingo y han pasado 48 horas desde la avalancha que ha cortado la ruta y 72 horas desde que partieran para la cima. Las explicaciones de Marco y Wilco dan a entender que los tres coreranos y lod sod sherpas han muerto bajo la avalancha principal. Pero aún hay dos, el francés Hugues d’Aubarede y su porteador paquistaní Karim Meherban. Sepultados bajo alguno de los aludes o perdidos en el intento de descender sin las cuerdas fijas, el caso es que el margen de supervivencia en esas condiciones y a esa altitud ha quedado ampliamente superado. Se les da por muertos.

El saldo final de fallecidos queda establecido definitivamente en 11, el mayor de la historia del K2 en un sólo ataque a cumbre. Wilco llega al día siguiente al campo base con congelaciones en las manos y rápidamente es evacuado en helicóptero a un hospital. Marco aún tarda dos días más en llegar al CB y otro más, por culpa del mal tiempo, en ser evacuado en helicóptero a un hospital. De Skardu. Sufre gravísimas congelaciones en los pies.

Esta cronología de lo sucedido en el K2 entre el 1 y el 5 de agosto ha sido realizada con los datos obtenidos de una conversación mantenida con Alberto Zerain y en las siguientes webs:

www.barrabes.com
broadpeak08.blogspot.com/
www.desnivel.com
www.elcorreodigital.com
www.explorersweb.com
www.k2climb.net
www.mounteverest.net

www.montagna.org
www.marcoconfortola.it/
www.noritk2.nl

www.reuters.com
news.yahoo.com/

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Por Fernando J. Pérez e Iñigo Muñoyerro

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