Ha comenzado ya la temporada en el Karakorum y los cinco ochomiles de Pakistán reciben ya el asedio de cientos de alpinistas (un día de estos os cuento las primeras ascensiones del verano). Sin embargo, habrá una baja significativa: Gerlinde Kalterbrunner, la austriaca que encabeza, con once (junto con la italiana Nives Meroi), la carrera femenina por ascender los catorce ochomiles, ha anunciado que este verano no intentará el K2, su objetivo para los próximos meses. El argumento esgrimido son los problemas físicos que sufrió hace poco más de un mes en el Lhotse, que intentó enlazar con la ascensión al Dhaulagiri, donde coincidió en la cumbre con Edurne Pasaban.
Efectivamente, Gerlinde y su marido Ralf Dujmovits se las prometían muy felices en el vecino del Everest. De hacer cumbre,el alemán, que venía de hacer cumbre en el Makalu, habría terminado los Catorce. Pero las cosas se complicaron. El desgaste que ambos sufrieron en el Dhaulagiri y el Makalu fue mayor de lo que creían y en el Lhotse sufrieron problemas físicos y principios de congelación que les obligaron a darse la vuelta no muy lejos de la cumbre.
Y ahora ha llegado la renuncia de Gerlinde al K2, una decisión más que acertada, ya que la segunda montaña más alta del planeta exige plenitud de forma para afrontarla con garantías. Esta decisión puede permitir a Edurne Pasaban alcanzar a la austriaca y a la italiana Nives Meroi (aún recuperándose de un accidente el otoño pasado en el Makalu) el próximo otoño, en el que la tolosarra intentará el Manaslu. (En la foto, Edurne y Gerlinde en la cumbre del Broad Peak. Colección Edurne Pasaban).
Hablando de sustos en el Lhotse, el de Carlos Pauner sí que fue realmente serio. El aragonés sufrió un principio de edema cerebral (lo supo más tarde) y gracias a que las escasas fuerzas que le quedaban le permitieron un momento de lucidez en el que decidió darse la vuelta a apenas doscientos metros de la cumbre, porque si no, ahora el relato sería bien distinto.
El caso es que Pauner, que también había ascendido el Dhaulagiri unos días antes, confió en sus fuerzas y en la aclimatación lograda en La Montaña Blanca y planteó la ascensión al Lhotse como “subir a un tresmil en Pirineos”. Dicho y hecho,: llegó al Campo Base (el mismo del Everest), esperó un par de días a que los partes meteorológicos fueran buenos, se echó la mochila al hombro y tiró para arriba… Y así le fueron las cosas. Carlos cuenta que ya subiendo en la zona baja notó cierto cansancio. Y luego, arriba, se rozó la tragedia. Incluso fue auxiliado por varios alpinistas españoles que descendían del Everest (El Lhotse y el Everest comparte ruta hasta el campo III), que le suministraron oxígeno y le ayudaron a descender hasta el CB.
Definitivamentem, no hay nada como perderle el respeto a la montaña, sea el Lhotse, el Aneto o el Gorbeia, para jugarte la vida.