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Iñurrategi: “La actitud de la gente cuando viaja al tercer mundo deja mucho que desear”


Alberto Iñurrategi concluyó hace ya seis años el proyecto de ascender los 14 ochomiles. Ya lo dijo entonces. «Me he quitado un peso de encima». Luego ha seguido escalando, pero en proyectos mucho más personales –Cho Oyu en invierno, segunda absoluta al G-III, intentos al Ogro y el Everest por el corredor Hornbein–, en los que el éxito o el fracaso no venía dado por la consecución de la cumbre. Reservado por naturaleza, también ha descubierto un vehículo para dar a conocer sus inquietudes personales: los documentales. Primero fue el multipremiado ‘Hire Himalaya’, una deuda saldada con su hermano. Luego surgió ‘Gure Himalaya’, los recuerdos personales de una década de expediciones. Y ahora llega ‘Begiz Begi’, una reflexión personal y muy crítica del alpinista reconvertido en viajero. Un viajero que mira. Pero al que también miran.
–No deja títere con cabeza en el documental. Es muy crítico con casi todo: el turismo, la religión, la explotación infantil y de las mujeres…
–Y conmigo mismo.
–… con el alpinismo actual.
–Si me incluyes dentro de él, sí.
–Concretamente con la actual forma de hacer alpinismo.
–A mí no me parece que sea tan, tan… es duro, sí, pero yo creo que es una crítica muy asumible. Por parte de todos. Tampoco se trata de tomarlo a título muy personal. Yo me quedaría más con el mesaje general. Y creo que es muy evidente: que las actitudes de la gente, de los montañeros, a la hora de viajar, en la mayoría de los casos deja mucho que desear.
–También critica la religión.
–No se critica la religión. Se critica la hipocresía de los montañeros en el uso de las banderas de oraciones, por ejemplo. ¿Qué tiene que ver eso con la montaña? Es sólo folclore. La crítica no se hace tanto al individuo que vive su fe como a la clase dirigente que dirige la religión, a sus palacios, como ocurre en el catolicismo y en todas las religiones.
–En un momento del documental afirma «nosotros venimos al pillaje, nosotros venimos a profanar»…
–Claro. Y si tienes en cuenta lo que pasa… Te pongo un ejemplo. ¿Conoces esas piedras cultivadas que suelen llevar los tibetanos en collares, no? Pues los japoneses en particular y los occidentales en general hemos esquilmado Tíbet de esas piedras. Las hemos comprado, las hemos robado como quien dice pagándoles cuatro rupias, cuando son unos artículos que ellos han heredado de sus antepasados y han ido pasando de generación en generación.Y nosotros hemos ido allí, nos han gustado y hemos arramplado con ello. Y que profanamos tumbas, es evidente. Vamos a Pashupatinath y los occidentales entramos con las cámaras hatsa las mismas piras crematorias. No somos nada respetuosos cuando vamos de viaje. Eso, por ejemplo, difícilmente nos lo plantearíamos hacer en casa.
–¿Se incluye en esa crítica?
–Por supuesto. Las imágenes de la proyección están hechas por mí o por los que me acompañaban. Y me incluyo porque el documental es una autocrítica. Quedaría hasta muy feo excluirme de ese grupo.
–¿Cómo se llega a esta visión tan crítica del viajero?
–En mi caso hay dos elementos que me han influido muchísimo. Uno es la relación con la gente local que he ido conociendo viaje tras viaje, sobre todo en Pakistán, donde los pueblos desde los que parten las expediciones son siempre los mismos y eso te permite entablar una relación más estrecha y profundizar un poquito más. Y el otro elemento es la estrecha colaboración que he tenido, casi desde el primer momento que empezamos a montar proyecciones, con Koldo Izagirre. Me ha enseñado a valorar esa vertiente humana, ese lado social y lo importante que es. Porque cuanto más somos capaces de enriquecernos de ella, más peso va a adquirir también la actividad deportiva, que toma otra dimensión. En las anteriores proyecciones, tanto ‘Hire Himalaya’ como ‘Gure Himalaya’, creo que ese lado social del os viajes se dejaba ver mucho. Ha sido un componente que siempre ha estado presente, tanto en las proyecciones como en nuestros dos libros. Siempre hemos intentado que no queden ignorados un porteador de altura, un cocinero o un ayudante cuando hemos recurrido a ellos, cuando nos han acompañado en una expedición.
–¿Hay mala conciencia personal en la necesidad de hacer un documental así?
–Deberíamos de tenerla. Pero la verdad es que no se ha hecho por eso. Ni tampoco para lavar culpas. Sino con la intencion de aportar algo positivo. Porque con este mensaje tampoco se está diciendo que no se viaje, sino que se puede viajar con otra actitud, de otra forma mucho más enriquecedora. Yo creo que al final el viajar es algo muy universal y un elemento con el que los pueblos se han ido desarrollando y enriqueciendo. Y hoy es el día en el que todavía todos tenemos mucho que aprender de otros países y de otras gentes. Y el viaje es un instrumento inmejorable para ese desarrollo.
–¿Pero es posible hoy en día viajar no con las perspectiva de conquistar, sino con la de aprender? ¿Con el objetivo de ver, no de mirar? –Yo creo que sí, aunque para eso hay que viajar con menos prisa y sabiendo que somos bastante menos de lo que pensamos. Y acercarnos a la gente con otro respeto, con otra actitud. Claro que es posible, aunque evidentemente no todo el mundo lo va a hacer con esa actitud. Eso es imposible. Pero sí se puede influir en muchos y que una parte de la gente que viaja lo haga de esta manera.
–El turismo se ha convertido en una nueva forma de colonización. ¿Pasa lo mismo con el alpinismo?
–Sí, si la globalización la entendemos como el neocolonialismo pues si que la montaña es parte de la globalización. No hay más que ver la cantidad de gente que va al Aconcagua, al Kilimajaro, al Monte Kenia, al Himalaya, etc. Se ha globalizado y es parte de ese neocolonialismo.
–¿Pero esa globalización es buena o mala? Porque algunos le podrán responder que así se ha democratizado la montaña.
–No debería de ser malo si se hiciera repetando unas formas y unos mínimos. Me explico. Si me preguntas si es malo que los montañeros vayan a Nepal o a Pakistán, te diría que no porque es beneficioso. Me parece positivo.
–¿La llegada del alpinismo ha sido positivo para pueblos como el nepalí?
–Yo creo que sí. Es palapable el desarrollo que ha habido en el valle de Khumbu, en el de Annapurna o en un montón de valles de Nepal. La gente ha mejorado en nivel de vida, en educación, en sanidad. Es algo notorio. En Pakistán, donde el desarrollo ha sido algo menor, en los años malos, como durante la guerra de Afganistán, cuando ha habido epocas duras, siempre por temas políticos, ha habido bajón de turismo y expediciones y la gente de alrededor del Karakorum ha tenido que emigrar a los Emiratos Arabes, a Karacho o a Lahore para buscar trabajo porque en sus pueblos no tenían ningun otro recurso para sacar adelante a sus familias.
–¿Cómo ve la situación que está viviendo en Tíbet?
–No me pilla de sorpresa. Todo el mundo sabe que China vulnera los derechos humanos, en general y más concretamente en Tíbet, y los tibetanos están aprovechando la publicidad de los Juegos Olímpicios y la antorcha para llamar la atención sobre sus derechos. Por otra parte, existe una respuesta por parte de occidente que yo sospecho que va muy unido a una moda. Al budismo y a todo lo que conlleva. Porque la vulneración de los derechos humanos se da en mucho otros países, e incluso en casa. Pero ahora parece que sólo pasa en Tíbet. Los intereses económicos también están muy presentes en la actitud que adopta cada Gobierno. Es todo muy complejo.
–¿Es partidario del boicot?
–Lo que pasa es que a mí todo me parece un teatro, un despropósito. Por las dos partes.
–¿Es un documental para el público o para otros alpinistas?
–Yo creo que es para todo el mundo, aunque el alpinista puede sacar más conclusiones que el simple turista. El montañero puede entender esto sólo como una forma de viajar de otra forma pero también como una forma distinta de actuar en la montaña. Porque esa misma cultura del viaje ‘fast food’, del viaje conquistador, actualmente también se aplica en la montaña. Hoy en día en la montaña la gente cada vez valora menos como se hacen las cosas y lo único que se tiene en cuenta es la cumbre. Al final se extrapola la actitud del viaje a la montaña. Y si el montañero reflexiona sobre su actitud en el viaje, esa misma reflexion la puede trasladar a su actividad en la montaña y aprende a valorar mas otras cosas como el propio acercamento a la montaña, el como se hacen las cosas, por donde se sube… La camaradería incluso, de la que tanto hemos hecho gala siempre los montañeros. Ponerla más en práctica porque últimamente ha habido un montón de situaciones en las que se ha antepuesto la consecucion de la cumbre a ayudar a un compañero incluso moribundo.
–También se muestras crítico con el alpinismo mediático. Sin embargo, usted es un alpinista mediatico. Es un profesional de la montaña gracias a la publicidad que le dan los medios de comunicación.
–Pero es que yo nunca he estado en contra del alpinismo mediático. A mi el alpinismo que no me gusta es el que no es honesto. El discurso falso. Eso es lo que me incomoda. Cómo voy a ser yo crítico con el alpinismo mediático si he vivido y sigo viviendo de ello. Sería echarme piedras a mí mismo. A mí lo que no me gusta es la falta de sinceridad. El no contar las cosas como han sido. Siempre y cuando se cuenten las cosas como han sucedido no veo nada malo en mediatizar esa experiencia.
–Actualmente, ¿la importancia de las ascensiones lo son más en función de la publicidad que tienen que su propio merito alpinístico?
–No tengo ninguna duda de ello. En estos momentos tiene bastante más trascendencia una ascensión al Cho Oyu por su ruta normal de lo que tenía hace 20 años, cuando no existía el teléfono satelite, ni el ordenador, ni la posibilidad de mandar imágenes y sonido desde un campo base. Cuando nadie te atendía a la vuelta de una expedición y nadie te dedicaba un titular o dos minutos en televisión. No tenía trascendencia. Lo contabas a tus amigos y lo que hacías lo hacías para ti y para tu entorno, que era muy reducido.
–Entonces, ahora mismo no se hace alpinismo para uno mismo, se hace alpinismo para los demás.
–Siempre se ha hecho alpinismo para uno mismo y para los demás. Sólo que esos ‘los demas’ antes eran una cuadrilla muy reducida y ahora son grandes masas debido a los medios de comunicación. Pero el reconocimiento de los otros siempre ha existido como impulso para los montañeros, es algo innato a su actividad. Sentirte reconocido en tu actividad es algo que todo el mundo agradece. Lo que pasa es que hoy en día las nueva tecnologías y la sociedad global nos permiten llegar con cosas bastante menos meritorias a muchisima más gente. Y además con un mensaje mucho más sobredimensionado. Haciendo bastante menos de lo que se hacía antes, ahora te consideran bastante mejor de lo que te consideraban tus amigos, que tenían una visión mucho más real de lo que hacías que la que tiene ahora de lo que haces esa masa general.
–Quizás ahora sea más importante ser un buen comunicador que un buen alpinista.
–Sin ninguna duda. Y por eso hoy lo único que se tiene en cuenta es si has hecho cumbre. Porque el que te valoraba antes tenía unos conocimientos y un criterio para valorar las ascensiones de los que carecen ahora los medios y el publico en general. A parte de que entiendo que para los medios también es difícil. No es lo mismo valorar una actividad alpinística que un partido de fútbol o una carrera de atletismo.
–¿Y esta dirección que ha cogido el alpinismo tiene vuelta atrás?
–Sí Yo creo que llegará un momento en el que ya a nadie le llame la atención la actividad de montaña. Y luego vendrá otra fase, porque los montañeros seguirán estando ahí, en la que la gente que sigue las actividades de montaña se especialice y las vuelva a contar, pero con criterio y sin la pretensión de llegar a las masas, dando una información mucho más objetiva.

Por Fernando J. Pérez e Iñigo Muñoyerro

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