Estoy enganchado a sus páginas como siempre me ha sucedido con todo lo que se ha publicado del personaje. Desde los primeros libros de Jesús Cacho, -del enamoramiento al desencanto- hasta aquella tamborrada de acusaciones que le dedicó Encarna Pérez –curiosidades de la vida profesional, hoy responsable de comunicación de la Asociación Española de Banca-, reconozco que el personaje ejerce sobre mí una enorme atracción. Jamás he conocido un inmoral tan listo como Mario Conde.
He tenido la oportunidad de entrevistarle dos veces. La primera creo recordar que en 1992, apenas doce meses antes de que el Banco de España interviniese Banesto y le sacase de aquel despacho rococó que utilizaba en la sede de la entidad, frente al Ministerio de Economía. Impresionante, hora y media tratando de ponerle en aprietos y consiguió convencerme de que era la mente más ágil y brillante que yo había tenido enfrente. “Si non é vero é ben trovato”, pensé para mí. Tan sólo unos meses después de aquella entrevista, antes incluso de la intervención, pude comprobar que no había hecho otra cosa que mentirme desde principio a fin. También me di cuenta de que había usado aquella entrevista y otras muchas más que concedió en aquellos momentos, para enviarle determinados mensajes al Banco de España. Quería ganar tiempo. Y lo cierto es que algo ganó, aunque quizá no todo el que hubiese querido. En el periodo que necesitaba para encubrir una irregularidad, él y los suyos eran capaces de cometer otras seis más. Por eso se le amontonaron en las Navidades de 1993.
Volví a entrevistarle catorce años después, a mediados de 2006. Aún dormía en un centro penitenciario y el personaje tenía ya una posición completamente distinta. Me llamó la atención su deterioro físico, especialmente los surcos de su cara. “Es que en la cárcel se te pone mal color”, me dijo. Aquel día, abandoné su despacho, ubicado en un chalet a las afueras de Madrid, convencido de que no me había mentido, ya no tenía sentido, pero también de que Mario Conde seguía convencido de haber hecho las cosas bien. Irreductible. “¿Arrepentirme? ¿De qué?” Más aún, creía haber sido objeto de una conspiración organizada para apartarle del mundo. Mejor dicho, para alejarle del poder financiero y de una hipotética carrera política.
Conde jamás ha aceptado –en su nuevo libro se nota desde las primeras páginas- que él fue el epicentro de un montón de tropelías, cometidas desde la prepotencia se saberse brillante, el más listo entre los listos, y de considerar que moral, en el mundo de los negocios, es un árbol que da moras.
Insisto. Es el inmoral más listo que he conocido.