En el caso de la Administración pública, tanto da si es la central, la vasca o la Canaria, cuando se registra un descenso radical de sus ingresos fiscales, es cierto que se dispara al mismo tiempo la necesidad del gasto. Aumentan las demandas de subsidios de quienes pierden su empleo y los gobernantes desempolvan el manual ‘keynesianismo’ y se lanzan a intentar estimular la economía abriendo zanjas. En el caso de España, también colocando carteles, ‘manu militari’, en cada una de las obras financiadas con este fin. Del recorte de plantilla ni hablamos, porque la Administración no entiende de esta fórmula.
La anécdota de los carteles del ‘Plan E’, que según algunas estimaciones ha costado 46 millones de euros, me lleva a constatar un viejo temor. La eliminación de gastos superfluos en la Administración es una estrategia que no se usa o a la que se recurre con displicencia y poco entusiasmo en épocas de crisis. Peor aún, lejos de bajar el precio de sus servicios, la Administración siempre se empeña en subirlo. De ahí viene la subida de impuestos. Y que nadie piense que este es un problema exclusivo de Rodríguez Zapatero. La hoja de roble en la camiseta de algunos deportistas profesionales merece para mí la misma consideración en esta coyuntura. (Añadido: El envío masivo de fotografías de Patxi López y portarretratos que acaba de realizar la Lehendakaritza, hay que colocarlo en el mismo plano).
Y, llegados a este punto. ¿Se puede justificar un aumento de impuestos y, en definitiva, una rebaja de salarios para pagar los carteles -los del Plan E o los de cualquier otro- y los gastos prescindibles de los gobiernos? Me temo que no. Pero seguro que nuestros gobernantes lo hacen.