El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, ha repetido en los últimos días y por dos veces la frase “no es tiempo de grandes beneficios”, en referencia a los resultados empresariales y la situación de crisis.
El lehendakari del Gobierno vasco, Juan José Ibarretxe, calificó hace días de “obscenos” los resultados obtenidos por los dos grandes bancos españoles, BBVA y Santander, en 2008. Como anécdota de esta intervención hay que señalar que pronunció la frase en un acto convocado por el presidente de Innobasque, Pedro Luis Uriarte, que durante muchos años y desde la vicepresidencia del BBV, primero, y más tarde en el BBVA, dedicó todos sus esfuerzos -16 horas diarias según sus propias manifestaciones-, a conseguir unos beneficios grandes, muy grandes. Me atrevo a decir que “pornográficos”, en esta escalada de adjetivos dislocados, si tenemos en cuenta que en aquella época Euskadi soportaba tasas de paro superiores al 24%.
En el caso de Ibarretxe, creí entender que la manifestación respondía más a un reproche sobre las formas que habían empleado los dos bancos para dar a conocer su cuenta de resultados y que les recriminaba sacar pecho, incluso alardear de ello, en tiempos de crisis, de estrecheces en el crédito para familias y empresas y de dificultades para hacer frente a las deudas contraídas con las entidades financieras. Contraídas con bancos y cajas de ahorros. Que estas últimas tampoco son ‘mancas’, a la hora de buscar los beneficios o de exigir la devolución de los créditos. Limitado, como toque de atención al sector que tiene al conjunto de la economía en vilo por sus excesos del pasado, me parece aceptable la “obscenidad”. Pero ojo al cristo, que es de plata.
La expresión de Zapatero -“no es tiempo de grandes beneficios”-, lo reconozco, generó en mí una enorme inquietud. Seguro que buena parte de la población, la mayoría, se sintió identificada con el presidente. “¡Mételes caña, presidente! ¿Quién dijo que eras como bambi?” Me tranquilicé a mí mismo pensando que no fue exactamente eso lo que quiso decir el presidente y que quizá se dejó llevar por una falsa creencia popular -la de que los beneficios de las empresas son malos- o que, simplemente, en esto le faltan otras dos tardes de clase a cargo del ex ministro Jordi Sevilla. Dos tardes como las que el ahora defenestrado Sevilla le prometió a Zapatero para enseñarle la diferencia que existe entre un impuesto “progresista” y uno “progresivo”, que no siempre son la misma cosa. El pesimismo no genera empleo, pero las empresas de beneficios pequeños tampoco.
¿Quizá quiso decir el presidente que “no es tiempo de grandes dividendos”? ¿Quizá que las empresas deben ser conscientes de la situación que atraviesa el país y deben por ello dedicar una mayor parte de los rendimientos que obtienen a reforzar sus fondos propios -en la banca, sí o sí-; a reducir su endeudamiento para aligerar la presión en la caldera del sistema financiero; a invertir en investigación e innovación; a la apertura de nuevos mercados; a hacer caja para soportar un 2009 que viene duro, largo y difícil? Si ésta era la clave del mensaje, que las empresas deben recortar la remuneración a sus accionistas para reforzarse internamente, me tranquiliza.
Apoyo la moción. ¿Dónde hay que firmar? Eso contribuirá a que sean más fuertes, a que superen la travesía del desierto de la crisis con más oxígeno y no fallezcan antes de alcanzar esa meta. Seguro que los puristas me dirán que esto también tiene efectos negativos y que hay mucho jubilado que vive de los dividendos y que se hundiría la cotización bursátil de las compañías, etc. Pero…. me parece que no estaría mal probar la fórmula, de la misma manera que los trabajadores del Grupo Mondragón han puesto en marcha la opción de rebajarse los salarios, a cambio de defender el mantenimiento del empleo. No tengo claro que el resultado de esta acción vaya a ser bueno en el medio y largo plazo, probablemente enmascare algunos problemas más profundos como la falta de competitividad, pero admiro la valentía de quienes han tomado ese camino.
El cementerio mercantil está lleno de empresas de bajos beneficios y por eso me inquietó la frase. Quizá yo sea un tipo un poco raro, pero lo cierto es que cuando escucho que en mi empresa bajan los beneficios…. que quieren que les diga, …..me pongo un tanto nervioso. Me acuerdo de aquella en la que trabajaba mi padre, a finales de los 70. Se le cayeron tanto….. que desapareció. Ese es el camino que conduce al precipicio y al desastre. Y podemos auto engañarnos, pero sólo en empresas de grandes beneficios se pueden reclamar grandes salarios. No hay que confundir beneficios de la empresa con beneficios del accionista (dividendo). O, como dice habitualmente Ibarretxe, “no hay que confundir la gimnasia con la magnesia”.
Un par de tardes, por favor, para explicar la diferencia entre beneficio y dividendo. Vuelve Jordi, el país te necesita.