La primera puede pasar sin pena ni gloria. Tan sólo una pequeña parte de la población es capaz de discernir con claridad lo que significa. EL IRPF es un mundo tortuoso sólo accesible para masoquistas. La segunda, la que afecta a pensionistas y parados -100.000 de los primeros y 60.000 de los segundos, según los cálculos oficiales- va a ser publicitada hasta la saciedad por los responsables políticos. Unos se apuntarán el tanto de haber sido los primeros en proponerla –sin duda, un mérito que le corresponde al PNV-, mientras que otros darán menos importancia a la paternidad de la deducción para recordar que ellos lo van a aprobar en los parlamentos forales de Vizcaya, Álava y Guipúzcoa.
Es cierto que todo lo que se haga para mejorar la situación económica de quienes menos ganan es positivo y por lo tanto esta medida lo es, a pesar de que la deducción media para los pensionistas va a ser tan sólo de 150 euros y de 35 euros para los parados. Dividido entre 365 días toca a 41 céntimos de euros diarios para los primeros y 9 céntimos para los segundos. En ninguno de los casos llega para tomar un café con leche al día.
Hay mucho de electoralismo en esta decisión. Hace tan sólo unos días, un alto responsable de una de las haciendas vascas me confesó que en una época preelectoral como la que ya vivimos –con un ojo puesto en el presente y otro en los comicios municipales y forales de mayo-, toquetear los impuestos es un asunto en extremo delicado. Le cuestioné sobre la oportunidad de eliminar la deducción por vivienda, algo que según muchos expertos no ha hecho sino contribuir en el pasado a engordar el ‘boom’ inmobiliario. “¡Eso no hay quien lo haga ahora. Es la deducción que más contribuyentes aplican! A un paso de las elecciones. ¡Ni locos!”.
Pues nada, habrá que esperar a que pasen las elecciones para que se tomen en serio el asunto este de los impuestos. Mientras tanto…se buscan votos.