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Manu Alvarez

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La Comisión Europea cae en la depresión


Aunque desde la lejanía de los “Estados miembros” no se aprecia con claridad, lo cierto es que el corazón de la maquinaria de la Unión Europea está sumido en la depresión. Los casi 38.000 funcionarios de la Unión –el número asusta- comienzan a no saber exactamente qué hacen en sus puestos. Para ser exactos, saben perfectamente cuál es la misión que tienen encomendada, pero no alcanzan a entender por qué lo que hacen apenas sirve para algo.

Pasar buena parte de la pasada semana en Bruselas, invitado por la Comisión Europea para conocer sus “esfuerzos” en I+D y la esencia de su política energética, me ha servido para dos cosas más: comprender que la moral de la tropa está realmente baja y, además, que el ‘ejército’ es inmenso. Uno siempre tiende a pensar que en su municipio, en su región o en su Estado, la burocracia es excesiva. Una pasadita por Bruselas y se te quitan todos los complejos. ¡Eso es burocracia y no lo que tenemos en casa! Estoy seguro de que la Comisión no me había invitado para esto último pero…. ya se sabe del peligro que acecha cuando le abres la puerta de tu casa a un periodista. No sólo se queda a comer, sino que se fija en las grietas de las paredes.

¿Las claves de la depresión? Probablemente, la principal la desvelaba Eneko Landaburu en la entrevista que ha concedido esta misma semana al corresponsal de EL CORREO en Bruselas, Fernando Pescador: A la nueva Europa le faltan líderes que crean en el proyecto. Abatidos por las dificultades para sacar adelante una “Euroconstitución” y con la mentalidad de que son la mortadela o el salami que se aplasta entre dos trozos de pan, la corte funcionarial de la Comisión ha perdido el rumbo. “Trabajas mucho –me decía un alto funcionario en una cena de confidencias-, te pasas el día proponiendo cosas y luego te las destrozan al primer roce con el Consejo”. Donde antes se peleaban 12, ahora lo hacen 27 y el carajal es ingobernable. Y no es un problema de idiomas –comienzan a ser prácticos y el inglés y el francés se imponen ya como vehículos de comunicación-, sino de luchas por mantener e incluso incrementar parcelas de poder.

Con pan, sin embargo, las penas se pasan mejor. Y en esto hay que señalar que la Comisión alimenta bien a sus ‘soldados’. Unos salarios de envidia y totalmente libres de impuestos -¡toma goma, jeroma!- permiten surfear por encima de las dificultades y mantener la sonrisa de oreja a oreja.

¿Será posible definir una política europea en materia nuclear?, cuestionaba yo a otro representante comunitario. Fue tajante: “Imposible”, respondió con rotundidad. “En una Europa en la que hay estados pro nucleares, como Francia y otros, como Austria, que preferirían no tener calefacción en invierto antes de tener una central en su territorio, no hay forma de establecer una directriz”.

Y si fuese el único caso……, pero basta echarle un vistazo al tema de la fiscalidad para ver que el sueño de Schuman está lleno de muros tan altos como la sede de la Comisión, el Edificio Berlaymont. Sólo de pensar lo que puede suceder si algún día cambiamos de la “Europa de los Estados” a la “Europa de las Regiones”, como pretenden algunos partidos nacionalistas, me entran mareos. Los problemas para tejer estrategias comunes del momento se multiplicarían de forma exponencial.

Por Manu Alvarez

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