Partamos pues del principio de que, al menos en el corto y quizá también en el medio plazo, las cosas no van a hacer sino empeorar. Sólo cuando el sistema financiero esté realmente saneado y comience a trasladar síntomas de normalidad -estabilidad corporativa en las entidades, incremento de la circulación del crédito interbancario, inicio de la fluidez en las colocaciones de deuda, etc.- alguien, con sentido común, podrá formular un escenario creíble para la escalada. Sea con formato de Lagos o de falso llano, pero con tendencia hacia arriba. Y me niego a pensar que el saneamiento del sistema financiero, por lo menos del español, se vaya a resolver con la intervención de Caja Castilla-La Mancha o con las cuentas de resultados que revelan estos días las entidades.
Hasta ahora, muchas empresas vascas se han adentrado ya en los tres primeros estadios del ciclo del ajuste interno, para adaptarse a un descenso brusco y quizá desconocido en su cartera de pedidos. Sectores como los componentes de automoción o los electrodomésticos se han encontrado con recortes de hasta el 80% desde el pasado mes de noviembre. Estos tres primeros estadios, por este orden, son el ajuste de gastos generales; la no renovación de contratos temporales y por fin los expedientes de suspensión temporal. Son los tres primeros y no el ciclo completo.
Hay expedientes que, por su dimensión, están en las mentes de casi todos. Mercedes en Vitoria, Sidenor, Tubacex, Tubos Reunidos (aún sin aprobar) , junto a decenas de situaciones similares en empresas más pequeñas, forman parte ya del paisaje cotidiano. En todos los casos, con acuerdo sindical o sin él, las empresas han accedido a complementar de forma muy importante la retribución de los afectados, hasta garantizarles la percepción de una cifra que se sitúa entre el 80 y el 91% de su salario. Hay que tener en cuenta que las personas afectadas por un expediente de este tipo son “parados temporales” y cobran por tanto la percepción por desempleo. A pelo, sin complementos, no supera los 1.300 euros mensuales. Y esa cifra, para los trabajadores que no tienen hijos, se reduce hasta el entorno de los 1.000 euros mensuales como tope máximo.
La revisión de las estadísticas oficiales no permite vislumbrar el futuro -en un mundo en el que la información se mueve a la velocidad de la luz, datos de hace dos meses están ya obsoletos-, al tiempo que las estimaciones han perdido tanta credibilidad que mejor no detenerse mucho en ellas. Así las cosas, el que suscribe, ha optado por un método mucho menos científico, como es el sondeo discreto, muchas veces a pie de cafetería, a responsables empresariales. Nadie mejor que ellos para conocer si hay o no señales de recuperación en sus particulares carteras de pedidos. La conclusión es fastidiosa. No las hay.
Con ese panorama, no estaría de más que nos vayamos preparando para la cuarta fase del ciclo del ajuste: los expedientes temporales de suspensión sin complementos salariales. Me temo que tras el verano la caja de las empresas no va a estar para bromas y la financiación tampoco. Incluso, hay que ir preparándose para la quinta fase: los expedientes de rescisión, si la sequía de pedidos continúa más allá de diciembre de 2009. Quiero pensar que las cosas se solucionarán antes de abordar la sexta y definitiva fase: la desaparición de empresas.
Ya sé que Euskadi iba a mantener el pleno empleo en 2009 y que la recesión nunca iba a llegar porque nos ‘protegía’ la industria. Paparruchas. Mejor ponerse el chubasquero, que el cielo está de color gris. Cuando las barbas de General Motors veas pelar, pon las tuyas…..