En más de una ocasión me he ocupado aquí de los salmones. Lo hice en las entradas “La esforzada vida de los salmones” y en “Peces que van y vienen”. Y lo volveré a hacer aquí. Vuelvo con otra historia de peces anádromos. Recordemos: los peces anádromos son los que nacen en agua dulce, se dirigen luego al mar, donde crecen y engordan, para regresar finalmente al río a desovar. Todos los salmones pertenecen a
Los salmones a los que me referiré aquí son los pertenecientes a la especie cuyo nombre común es salmón “sockeye” y cuyo nombre científico es Oncorhynchus nerka. El nombre común procede del que se le daba a estos salmones en una lengua de la costa oeste de Norteamérica, zona en la que se encuentran. Suk-kegh es la palabra de la lengua amerindia en cuestión y quiere decir pez rojo. De ahí viene la palabra sockeye, al anglizar los europeos el vocablo amerindio.
Una particularidad curiosa de estos salmones es que hay diferentes patrones migratorios. Hay algunas poblaciones, las menos, cuyos miembros viven en lagos y no migran nunca. Permanecen en el lago toda su vida y alcanzan un tamaño muy pequeño. No obstante, la mayoría sí migra. Pueden nacer en un río o en un lago, pero los que nacen en un río, si pueden, se quedan durante uno, dos o tres años en un lago del mismo sistema hidrológico antes de dirigirse al mar. Los que no tienen la oportunidad de pasar su juventud en un lago se dirigen al mar antes, y lo hacen con un tamaño menor que los que pasan antes por el lago. Por flexibilidad en el ciclo de vida, que no quede.
Como expliqué en “Peces que van y vienen”, los peces anádromos viajan al mar a crecer y engordar. En el mar pemanecen entre uno y cuatro años, hasta que han adquirido la suficiente biomasa y alcanzado la madurez reproductiva. En ese momento comienza el viaje de regreso al río, un viaje que constituye una verdadera hazaña.
El viaje puede llegar a ser muy largo, de miles de kilómetros para algunos salmones. Pues bien, en el momento en que lo empiezan dejan de comer, y ya no volverán a alimentarse nunca. Durante las semanas o meses que dure el viaje recurrirán a las reservas de energía que habían acumulado durante los meses anteriores para mantenerse y propulsarse, y los gametos ya los han producido. No necesitan nada más.
A lo largo del viaje van gastando las reservas almacenadas, principalmente para satisfacer las demandas de la natación prolongada. Al comienzo hacen uso de las reservas lipídicas, y más tarde, cuando se van agotando las grasas, empiezan a catabolizar proteínas. Por sorprendente que pueda parecer, el glucógeno, que es la molécula de reserva que utilizarían casi todos los vertebrados al principio, lo reservan hasta el último momento.
La razón de ese proceder es que el glucógeno constituye para los salmones una reserva de “emergencia”. Lo utilizan cuando saltan para superar los rápidos y pequeñas presas del río, porque es el sustrato energético ideal para sostener esfuerzos breves y muy intensos. Pero de esa forma se gasta una cantidad relativamente menor de glucógeno. La mayor parte la reservan, para dedicarlo a las últimas actividades que han de realizar una vez han alcanzado el punto de destino. La freza es una actividad de alta demanda metabólica, porque requiere la ejecución de movimientos muy enérgicos para que se produzca la liberación de los gametos; y después, tras la fecundación, para cubrir con grava los huevos.
Una vez completadas la freza, fecundación y acomodo de los huevos, permanecen otras dos o tres semanas con vida, cuidando el nido las hembras y tratando de fecundar ovocitos de otras hembras los machos.
Y luego mueren.
En el video se puede ver un episodio de freza de salmones sockeye.