El pingüino emperador, Aptenodytes forsteri, vive en la Antártida. No hay en el mundo ninguna otra ave que viva en un lugar tan frío. Quizás por ello sea tan asombrosa la vida de este animal.
Aptenodytes forsteri, al ser una especie piscívora, sólo se alimenta en el mar. Al aproximarse el invierno, el pingüino macho sale del agua y se dirige, caminando sobre el mar helado, hasta la zona de cría, situada sobre hielo permanente a 50 o 100 km del agua. Allí le espera la hembra. Cuando llega el macho, la hembra pone un huevo, un único huevo y, tras pasarselo al macho, se dirige hacia el mar, en busca de alimento. El macho es, a partir de ese momento, el encargado de incubar el huevo, tarea que desarrollará de modo ininterrumpido durante más de dos meses.
Durante todo ese periodo el pingüino no solamente no come, -recordemos que se encuentra a gran distancia del mar-, sino que además, en numerosas ocasiones la temperatura, durante el invierno antártico, cae hasta los 40 o 50 ºC bajo cero. Por si eso fuera poco, en la Antártida no son infrecuentes las tormentas de viento y nieve. Cuando finaliza el periodo de incubación y sale el pollo del huevo, llega la hembra de su estancia en el mar, y trae el estómago lleno de pescado para alimentarlo. Es en ese momento cuando llega para el pingüino macho el turno de volver al mar. Durante las semanas que siguen, y mientras la hembra alimenta al polluelo con el pescado que ha traido en su estómago, el macho se alimenta y repone sus reservas de energía, casi completamente exhaustas.
El comportamiento del pingüino macho es ciertamente asombroso. Permanecer en ayunas durante tres meses no es heroicidad pequeña para la mayor parte de los animales. Pero por si eso no fuera poco, mantiene su cuerpo a 38 ºC, mientras la temperatura ambiente no se eleva por encima de -20 ºC, llegando en numerosas ocasiones hasta los -50 ºC. ¡La diferencia entre la temperatura exterior y la temperatura corporal nunca es inferior a los 60 ºC! Esto solo es posible gracias a las reservas de grasa que ha almacenado bajo la piel durante el tiempo que pasó alimentándose en el mar. Eso está claro, sí, pero las cuentas no salen.
El periodo de ayuno se puede prolongar alrededor de 100 días, y durante el mismo, el pingüino llega a perder un 40% de su masa. Para hacer cuentas, dos son las fuentas de gasto que se tienen que considerar. Está, por un lado, la energía que debe invertir en el largo viaje de ida y vuelta (entre 50 y 100 km para venir del mar y otro tanto para el regreso); y por el otro, está el combustible que necesita para mantener su cuerpo a 38 ºC durante el periodo de incubación.
Aptenodytes forsteri es un pingüino grande; es el más grande entre las diferentes especies de pingüino. Un ejemplar de 35 kg necesita un aporte de energía para el desplazamiento equivalente a 1’5 kg de grasa aproximadamente. Por otra parte, de acuerdo con los resultados obtenidos en experimentos realizados bajo condiciones controladas y a las temperaturas habituales en el invierno antártico, un pingüino macho perdería del orden 25 kg de grasa durante la incubación del huevo.
Por eso no salen las cuentas, porque la masa que pierde el pingüino durante el periodo de incubación es del orden de 12 o 13 kg, esto es, la mitad del valor estimado a partir de los resultados experimentales. Es evidente, por lo tanto, que no se han tenido en cuenta todos los elementos que intervienen en esta historia. Y lo más probable es que los resultados del laboratorio no sean todo lo representativos de las condiciones naturales que debieran ser. Porque las determinaciones se realizaron de forma individual a unos cuantos pingüinos, pero cuando se encuentran en el invierno antártico, los pingüinos se juntan unos a otros, casi podría decirse que se amontonan. Si estuviesen solos, toda su superficie corporal se encontraría expuesta al frio glacial y a los vendavales, y por toda la superficie corporal perderían calor de forma intensa. Pero cuando se encuentran incubando el huevo en la zona de cría se agrupan, se colocan unos al lado de los otros y durante la mayor parte del tiempo tan solo exponen una pequeña fracción de su superficie corporal al exterior. De esa forma pierden mucho menos calor que el estimado a partir de determinaciones de laboratorio. Y al perder menos calor, también es menos el calor que deben producir utilizando el combustible almacenado en forma de grasa. Así pues, gracias al agrupamiento llegan a gastar la mitad del combustible que, sin él, hubiesen necesitado.
La verdad es que son muchos los animales, -humanos incluídos-, que se agrupan para evitar perder calor, pero en el caso del pingüino emperador sin duda podemos afirmar que se trata de una cuestión de vida o muerte.