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Mentiras masculinas

En la historia de Pedrito y el lobo, tal y como me la contaron de pequeño, Pedrito mentía advirtiendo de que venía el lobo aunque en realidad el lobo no venía; hasta que vino. Al parecer los seres humanos no somos los únicos capaces de mentir emitiendo falsas alarmas. Diversas especies animales también lo son. Porque contra lo que piensan quienes atribuyen a los animales inocencia y bondad, lo cierto es que también los animales engañan. Se han documentado engaños animales tácticos cuando hay conflictos de intereses. En particular, las llamadas de alarma se prestan especialmente a ser utilizadas de forma engañosa. Hay aves que utilizan falsas alarmas (avisando falazmente de que se acercan depredadores) para alejar a potenciales competidores por el alimento. Y los chimpancés utilizan falsas alarmas para confundir a miembros de su especie y acceder a objetos que desean o, incluso, a una pareja. Pero hasta ahora no se había documentado ningún caso en que las falsas alarmas se utilizen en circunstancias en las que no se producen conflictos de intereses.

Un trabajo publicado el pasado años (2010) en American Naturalist por Jakob Bro-Jorgensen & Wiline M. Pangle ha documentado un caso de engaño táctico entre individuos de la misma especie. La historia va de topis, que son unos antílopes de tamaño medio que habitan en las sabanas que se extienden desde el Senegal hasta Etiopía, por el norte, y de Etiopía hasta Sudáfrica por el este.

El caso es que los topis machos (Damaliscus lunatus), para retener en su entorno a las hembras que se hallan receptivas, emiten señales de peligro, señales que indican la presencia de depredadores en las proximidades. De esa forma las hembras permanecen durante más tiempo al alcance de los machos, con lo que sus oportunidades de apareamiento aumentan.

Los machos sólo emiten señales falsas cuando hay hembras en celo cerca; es más, hay una clara correspondencia entre los intentos de las hembras en celo por abandonar el grupo y el inicio de las llamadas falsas por parte del macho. Además, no se conforman con emitir los sonidos característicos de las señales de alarma, sino que adoptan una actitud de alerta típica, alzando sus orejas y mirando hacia el punto al que la hembra se dirigía.

Los investigadores han comprobado que la táctica resulta efectiva porque, por un lado aumentaba la probabilidad de que la hembra en estro no abandonase el grupo del macho, y por el otro, ciertamente permitía un aumento del número de apareamientos. Así pues, los machos llevan las de ganar en este conflicto entre sexos.

Está claro que el macho tiene bastante que ganar con el engaño; y en el caso de la hembra es mucho lo que arriesga abandonando el grupo, pues arriesga la vida. La hembra, al no ser capaz de distinguir las señales verdaderas de las falsas, ha de conformarse con el macho con el que se encuentra; esto es, deja de explorar la posibilidad de aparearse con otro de mejores atributos, -y por lo tanto de tener mejor progenie-, o renuncia a dirigirse a una zona con más abundancia de alimento. En todo caso, parece que, comparando esas desventajas potenciales con el riesgo de perder la vida, no es tan importante la pérdida que sufre. Al respecto, un dato relevante es que, al menos en la población de topis estudiada en este trabajo, la densidad de población no está controlada por la abundancia de alimento, sino por los depredadores. Así pues, estos constituyen una amenaza cierta.

Los autores del estudio finalizan el artículo con una curiosa reflexión: “…nuestro estudio identifica un paralelismo entre los animales y los seres humanos en su capacidad para utilizar señales falsas para engañar a sus parejas, un hallazgo que indica que su comunicación puede ser esencialmente menos diferente de lo que venía siendo asumido”.

En el video aparece un grupo de topis en las proximidades de un grupo de leones:


Por Juan Ignacio Pérez

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