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Andarse por las ramas tiene sus ventajas

Es evidente que la vida arbórea ofrece ciertas ventajas a los animales que la han adoptado. Charles Darwin, en “El origen del hombre y de la selección en relación con el sexo”, se refirió a las ventajas de esa modalidad de vida por la protección que ofrece frente a la acción de depredadores. Pero las ventajas no se quedan ahí. Resulta que la teoría evolutiva del envejecimiento predice que, cuando las tasas de mortalidad extrínseca son bajas, las especies experimentan senectud tardía y longevidad prolongada. Más adelante veremos en qué se traduce esa previsión teórica, porque al parecer, en el caso de las especies de vida arbórea, se cimple.

Tanto aves como murciélagos sufren menores tasas de mortalidad extrínseca y son más longevos que los endotermos no voladores (mamíferos, excluídos los murciélagos). Eso es así porque, probablemente, el vuelo reduce los riesgos derivados de la exposición a depredadores, enfermedades y riesgos ambientales propios del medio terrestre. Del mismo modo que el vuelo, la “arborealidad” puede hacer que disminuya la mortalidad extrínseca y que la duración de la vida se prolongue, algo que también se ha propuesto como explicación para la gran longevidad de los primates.

Pues bien, dos investigadores de la Universidad de Illinois (EEUU) han certificado los beneficios de la vida en el medio arbóreo. Milena Shattuck y Scott Williams han realizado un estudio comparativo de 776 especies de mamíferos y han comprobado que las especies que viven en las ramas de los árboles viven más que las del mismo tamaño que viven en el suelo. Es más, la regla se cumple incluso cuando se analizan especies pertenecientes a un mismo grupo, como es el caso de las ardillas. De entre ellas, viven más años las que saltan de rama en rama que las que viven a ras de suelo. Hay dos únicos grupos que no cumplen la norma, aunque se trata de grupos en cuyo pasado ha habido periodos de vida arbórea.

Habrá quien piense que todo esto es de Perogrullo; porque parece obvio que, en general, han de vivir más años los animales que no sucumben a los depredadores. Eso es así, por supuesto, pero no es esa la cuestión. De lo que se trata es de que incluso aunque no se los coma nadie, los que viven a ras de suelo envejecen antes y mueren antes. Y lo que propone la teoría evolutiva es que las mutaciones que eventualmente pudieran promover la longevidad no se seleccionan en los animales que mueren jóvenes: sencillamente no les da tiempo a experimentar, en términos evolutivos, las ventajas de la mayor longevidad potencial. Sin embargo, en aquellas especies más a salvo de riesgos extrínsecos de mortalidad, las mutaciones conducentes a variedades más longevas sí resultan seleccionadas, porque los individuos llegan a vivir más y al reproducirse a edades más avanzadas pueden transmitir los genes de la longevidad a la progenie.

Fuente: Milena R. Shattuck y Scott A. Williams (2010): “Arboreality has allowed for the evolution of increased longevity in mammals.” Proceedings of the National Academy of Sciences 107: 4635-4639.

Por Juan Ignacio Pérez

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