Dijo Dios: “Bullan las aguas de bichos vivientes y revoloteen aves sobre la tierra y contra la haz del firmamento celeste. Y así fue. Y creó Dios los grandes monstruos marinos, y todos los seres vivientes que bullen serpeando en las aguas según su especie, y toda ave alada según su especie. Y vio Dios que estaba bien. Los bendijo Dios diciendo: “Sed fecundos y multiplicaos y llenad las aguas de los mares; y multiplíquense las aves en la tierra.” Y atardeció y amaneció el día quinto.
Dijo Dios: “Produzca la tierra seres vivientes según su especie: ganados, sierpes y alimañas, según su especie.” Y así fue. Hizo, pues, Dios las alimañas según su especie, y los ganados según su especie, y toda sierpe del suelo según su especie. Y vio Dios que estaba bien.
Dijo Dios: Hagamos el hombre a imagen nuestra, según nuestra semejanza, y dominen en los peces del mar, en las aves del cielo, en los ganados y en todas las alimañas, y en toda sierpe que serpea sobre la tierra.
Y creó Dios al hombre a imagen suya: a imagen de Dios los creó, macho y hembra los creó.
Pocos habrán dejado de reconocer en los párrafos precedentes el fragmento del Génesis en el que se relatan el cuarto y quinto días de la creación. La cita es literal, aunque he omitido, por innecesaria, la última parte del quinto día. A estas alturas, casi nadie con una mínima formación interpreta entre nosotros esas palabras de forma literal. La ciencia ha demostrado que todos los seres vivos son el resultado del proceso evolutivo, proceso mediante el cual, por selección natural de los mejor adaptados, van surgiendo variedades y especies a partir de formas anteriores. El relato del Génesis no tiene, claro está, valor científico alguno, pero lo he incluido aquí porque recoge, -de forma poética-, el que es el principal objetivo de los animales: reproducirse, generar y extender copias de los genes que portan, multiplicando de esa forma el número de ejemplares del grupo, población o especie a que pertenecen.
El Génesis relata el comienzo, y he pensado que la mejor forma de empezar este blog era hacerlo por el principio. En adelante, cada vez que veamos cómo funcionan los animales, mediante qué mecanismos sobreviven bajo condiciones adversas, cómo consiguen el alimento que necesitan, cómo administran sus recursos, nunca perdamos de vista cuál es el objetivo último de todo ello. Los seres vivos somos presa de una gran paradoja: no existimos por nosotros mismos, sino que existimos por y para los que nos sucederán, quienes, a su vez, existirán con el mismo propósito.