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Los osos son una colección de misterios

Uno de los procesos peor conocidos en la fisiología de mamíferos es el de la hibernación, incluyendo en esta categoría el letargo invernal de los osos. Aunque la hibernación de los osos se conoce de antiguo, últimamente se ha producido un renovado interés por el fenómeno. Interesa conocer los mecanismos que están en la base de los cambios reversibles de determinados procesos fisiológicos que ocurren en la hibernación.

La razón de ese interés es que pueden ser muy útiles para los seres humanos. Por ejemplo, si fuésemos capaces de “hibernar” de un modo similar a como lo hacen los osos, eso facilitaría notablemente los viajes espaciales tripulados de larga duración. Y no solo eso, ese conocimiento también sería de gran utilidad a la hora de criopreservar órganos humanos con el objeto de ser transplantados en plazos de tiempo menos exigentes que los actuales. También sería importante para combatir determinadas enfermedades.

Para empezar, los osos no comen nada mientras hibernan. Así pues, incluso aunque el gasto metabólico es muy bajo durante el periodo de letargo, ese gasto ha de ser satisfecho recurriendo a las reservas almacenadas previamente. Esa es la razón por la que los osos engordan de manera ostensible durante el otoño, y lo hacen a base de comer bellotas y otros productos de alto contenido en carbohidratos. Lo verdaderamente notable, no obstante, es que durante ese periodo en que utilizan las reservas previamente almacenadas, apenas pierden masa muscular. En otro orden de cosas, también sabemos que los osos que hibernan tienen en el plasma un factor que bloquea la proteolisis, esto es, se trata de una sustancia que impide el catabolismo de las proteínas. De hecho, al cultivar células musculares de ratón en un medio al que se había añadido plasma de osos hibernantes, la proteolisis se redujo en un 40%. Está claro que la identificación y caracterización de ese factor sería muy importante para combatir las peligrosas pérdidas de masa muscular que acompañan a algunos cánceres, sida, ayunos prolongados o malas prácticas alimenticias.

Además, mientras dura el letargo, y aunque no beben en ese periodo, los osos no se deshidratan. Es cierto que no eliminan orina, pero eso ya es, en sí mismo, asombroso, puesto que la elevación de la concentración sanguínea de la urea no parece producir problema ninguno. El hecho de que la urea carezca de efectos tóxicos es muy reseñable y el conocimiento del mecanismo que está en la base de esa inocuidad sería muy importante de cara a evitar o paliar el daño que producen las disfunciones renales. Los osos han de contar necesariamente con algún mecanismo gracias al cual redirigen el nitrógeno de la urea hacia la síntesis de proteínas durante ese periodo.

Otro aspecto de interés es que tampoco provoca daños la hipercolesterolemia. Como la energía que utilizan durante el letargo proviene en su mayor parte de los lípidos almacenados, los osos tienen niveles muy altos de colesterol en la sangre. Y sin embargo, ese colesterol no obstaculiza la función arterial. Tampoco tienen problemas de litiasis biliar (arenilla o cálculos biliares). Como han demostrado las investigaciones realizadas, la bilis que producen los osos durante la hibernación es capaz de deshacer los cálculos biliares humanos. De hecho, la bilis de los osos ha sido utilizada de antiguo en la medicina tradicional en Asia (en China y Corea, sobre todo). Y esa es la razón por la que la caza excesiva de osos ha llevado a esta especie a borde de la desaparición en ese continente. También se crían en condiciones de cautividad en China y en Corea, pero las sales biliares de los osos así criados carecen de un compuesto que sí tienen los osos salvajes, la colil taurina, que es el compuesto que proporciona a la bilis sus efectos más beneficiosos.

Y finalmente, hay un último misterio en relación con la hibernación de los osos cuyo esclarecimiento puede ser de gran utilidad. Estos animales llegan a estar de tres a cuatro meses sin moverse apenas, y curiosamente, no pierden masa ósea ni se debilita su osamenta. Ursus americanus, el oso de Norteamérica, puede estar hasta seis meses en letargo y sin utilizar sus huesos, sin que la geometría, fuerza y grado de mineralización de su fémur se modifiquen de forma apreciable. Parece evidente que los osos disponen de algún mecanismo biológico que les permite evitar la osteoporosis que provoca la edad y la falta de uso de los huesos. Ni que decir tiene que el descubrimiento de ese mecanismo tendría una importancia biomédica enorme.

En definitiva, en la hibernación de los osos hay una verdadera colección de misterios, misterios cuyo esclarecimiento reportaría indudables beneficios a los seres humanos.

Por Juan Ignacio Pérez

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julio 2012
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