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Gigantes abisales

“El rojo”, del alemán Bernhard Kegel, es una novela de ciencia ficción. Su autor es biólogo y al parecer, muy conocido en Alemania. La novela, aunque no está mal escrita y es entretenida, no me pareció en su día nada del otro mundo. Eso sí, se nota que su autor es de formación científica y que conoce la materia acerca de la que escribe. El siguiente es un párrafo tomado de la página 141 de la novela (versión española, claro):

De vez en cuando pasaba la lengua brvemente por aquella piel lisa y limpia. Tenía que hacer de tripas corazón, pero sólo realizaba aquella operación con animales que tuvieran un aspecto fresco y sano. Se trataba de descubrir si el tejido contenía amoniaco. Como los animales no olían a tal, y el no disponía de un laboratorio, sólo le quedaba su sentido del gusto para comprobarlo. Los calamares que tienen mucho amoniaco en sus tejidos pueden flotar ingrávidos en el agua, y eso era válido incluso para los más grandes, los calamares gigantes. John Deaver le había enseñado el truco, no sin antes añadir, con cierta risita sarcástica, que el método sólo era recomendable para gourmets y cefalopodómanos. Ahora Hermann ya sabía lo que su colega australiano había querido decir.

El pasaje de la novela ilustra muy bien esa característica tan peculiar del calamar gigante. De hecho, esa peculiaridad ha sido subrayada en más de una ocasión en las crónicas de prensa sobre capturas de calamar gigante realizadas frente a las costas asturianas. En los artículos se suele hacer mención a la posibilidad de que puedan ser comestibles, pero es descartada de manera categórica por los investigadores entrevistados a ese respecto, debido precisamente al mal olor y al mal sabor que provoca la presencia de amoniaco en sus tejidos. Los seres humanos no podemos comer carne de calamar gigante, pero los cachalotes sí lo hacen; de hecho, los grandes cefalópodos constituyen una parte muy importante de la dieta de los cachalotes y dentro de los cefalópodos, también se incluyen los calamares gigantes (1).

Todos los calamares gigantes hallados hasta la fecha se han incluído en el género Architeutis. Se han descrito ocho especies, pero el número correcto quizás es inferior. Como su propio nombre indica, son animales de gran tamaño, sin duda los invertebrados más grandes que existen. Las hembras de mayor tamaño tienen una longitud de 13 m de la punta de la aleta caudal hasta las puntas de los dos tentáculos más largos, y de 10 m en el caso de los machos. Excluídos los tentáculos, la longitud es de 5 m aproximadamente. Es poco lo que se sabe de estos animales; las primeras fotografías tomadas de estos calamares con vida y en su medio son de 2004 y la primera película es de diciembre de 2006.

Architeutis es el calamar de mayor longitud, y también el invertebrado de mayor longitud que existe. Pero en términos de masa, sin embargo, el mayor es el calamar conocido con el nombre de “calamar colosal”, cuyo nombre científico es Mesonychoteuthis hamiltoni. Del calamar colosal se sabe aún menos que del calamar gigante, pues se han capturado muy pocos ejemplares de esta especie. El calamar colosal de mayor tamaño fue capturado en febrero de 2007 en las costas de Nueva Zelanda; pesaba casi 500 kg y tenía 10 m de longitud. Los especialistas creen, no obstante, que los ejemplares de esta especie de mayor tamaño quizás alcancen los 12-14 m de longitud.

Tanto los calamares gigantes como los calamares colosales viven en las zonas abisales oceánicas. Gracias al amoniaco de sus tejidos consiguen igualar su densidad a la del agua de mar, lo que les proporciona una gran capacidad para flotar. Son animales depredadores pero, a la vez, también pueden ser presas. De hecho, han sido los restos encontrados en los estómagos de los cachalotes los que han permitido conocer las características anatómicas de estos cefalópodos de aguas profundas.

Estas dos especies son magníficos ejemplos de un fenómeno conocido como “gigantismo abisal” o “gigantismo de aguas profundas”. Muchos invertebrados de aguas profundas son de gran tamaño, mucho mayor que el de las especies próximas que viven en aguas someras. Otros ejemplos de ese gigantismo abisal son el isópodo gigante (Bathynomus giganteus), el centollo japonés (Macrocheira kaempferi), el arenque rey (Regalecus glesne), el pulpo de siete brazos (Haliphron atlanticus) y algunos calamares más.

Se han barajado dos hipótesis para explicar el gigantismo abisal, una relativa a la teoría de los ciclos de vida y de base metabólica la otra. De acuerdo con la primera, cuando los recursos son escasos y cuando la probabilidad de supervivencia de los ejemplares grandes es mayor que la de los ejemplares pequeños, los animales suelen dar prioridad al crecimiento somático, retrasando la reproducción hasta que se ha alcanzado un gran tamaño. Como consecuencia de ello, los ejemplares adultos tienden a ser de gran tamaño. La segunda hipótesis tiene que ver con la relación existente entre metabolismo y tamaño, ya que los animales grandes tienen una tasa metabólica inferior a la de los animales pequeños. Esto quiere decir que los animales grandes son, metabólicamente, mucho más “eficientes” que los pequeños (cabe recordar lo visto aquí al respecto en la entrada “El elefante y el ratón”); por lo tanto, los animales de mayor tamaño requieren, comparativamente, menos recursos que los pequeños para mantener la misma biomasa con vida. No resulta sencillo optar por ninguna de las dos hipótesis, pero cabe pensar que ambos factores, el demográfico y el metabólico son importantes.

(1): Aunque, en contra de lo que suele afirmarse, no son sus principales presas. De hecho, son muy escasos los restos de calamar gigante hallados en los estómagos de cachalotes.

Estos videos muestran imágenes reales de un calamar colosal atrapado hace pocos años y una recreación animada de una partida de caza en las profundidades marinas

Por Juan Ignacio Pérez

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