Quien haya cogido en sus manos un pajarillo o un ratón se habrá percatado de que su corazón late a un ritmo muy rápido. Se contrae a una altísima fecuencia. Parte de la culpa la tendrá, quizás, el encontrarse en las manos de un animal mucho más grande: no debe de resultar nada tranquilizador ese […]