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La esforzada vida de los salmones

Hace poco me ocupé de los peces anádromos y de los catádromos. Hoy voy a referirme a los salmones. Siendo como son anádromos, tienen una relación variable y compleja con el medio en que se encuentran. En entradas anteriores aludí a los problemas, relacionados con el agua y con las sales, a que deben hacer frente los peces de río (“Mira cómo beben…”) y los de mar (“Los peces marinos sí beben”). Pues bien, los salmones tienen esos mismos problemas, pero los tienen de otro modo, porque en una etapa de sus vidas han de hacer frente a unos y en otra han de afrontar los otros. ¡Mérito doble el de los salmones!

Los salmones nacen en agua dulce, en zonas próximas a las cabeceras de los ríos, y en esas zonas transcurre la primera etapa de sus vidas. A esos salmones que todavía no han viajado al mar se les denomina “parr”. Los parr deben evitar la entrada de agua en su interior y deben combatir el riesgo de pérdida de sales, como les ocurre a todos los peces de agua dulce. Pero en el momento en que migran al mar las cosas cambian, porque en el mar la concentración de sales es muy alta, bastante más alta que la de sus fluidos internos.

Así pues, al cambiar de medio, la relación hídrica y osmótica que mantienen con el exterior se invierte y por ello, antes de migrar han de prepararse para ello. Habrán de pasar de no beber agua a beberla, de producir abundante orina muy diluida a restringir su producción y a concentrarla de forma intensa y, -lo que resulta más llamativo-, de incorporar sales a través de las branquias, a expulsarlas por esa misma vía. Lo de empezar a beber no es difícil; al fin y al cabo no es mucho más que un cambio de comportamiento. Lo de cambiar el volumen de orina eliminada, así como su concentración tampoco es tan complicado. Pero el tercer cambio sí es complejo.

Las branquias de los teleósteos de agua dulce incorporan iones sodio e iones cloruro, justo lo opuesto a lo que hacen las branquias de los marinos. Así pues, las branquias de los salmones deben realizar trabajos opuestos en uno y otro medio, trabajos que no pueden recaer en las mismas células branquiales. Por ello, para poder pasar de uno a otro medio han de generarse células nuevas, células que se ocuparán de expulsar las sales cuando se encuentren en el medio marino. Esas células se denomina “células de cloruro”. La generación de esas células, así como otras transformaciones ligadas a la transición al medio marino, se encuentran bajo el control de determinadas hormonas. Una vez que se han producido esos cambios, los salmones están en condiciones de viajar al mar. A esos salmones se les denomina “smolt”.

En la actualidad se dispone de conocimiento preciso acerca de todas estas cuestiones, ya que tal conocimiento ha resultado esencial para desarrollar con éxito el cultivo industrial de salmones. Anteriormente, cuando se desconocían las particularidades de la fisiología de estos peces o cuando se disponía tan solo de un conocimiento fragmentario, ocurrían con cierta frecuencia episodios de alta mortalidad en las factorías en las que se cultivaban. En el cultivo intensivo de salmones ha de reproducirse el ciclo de vida en su totalidad, razón por la que debe ejercerse un control estricto de la transición de agua dulce a agua salada en los estanques. Cuando no se conocía bien la biología de la especie, en ocasiones se cambiaba la salinidad demasiado pronto, cuando los salmones todavía no se encontraban preparados para la transición, por lo que los jóvenes parr morían en grandes cantidades. Por ello, hasta que no se identificaron con precisión los hitos y características de la transición parr-smolt, el cultivo de salmones no alcanzó el gran éxito del que goza. En estos momentos los salmones son los peces que se cultivan en mayor cantidad en el mundo, y en Europa representan la mitad de las ventas de peces cultivados.

Por Juan Ignacio Pérez

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