En algunas entradas anteriores me he ocupado de peces de mar y de peces de río. Pero como es de sobra conocido, también hay peces que viven, de forma secuencial, en los dos medios. A esos peces se les denomina “diádromos”. Son muy conocidos y algunos de ellos, muy apreciados. Entre nosotros son especialmente valoradas las anguilas; en realidad lo son sus alevines, las cotizadísimas angulas. Las anguilas viajan a desovar desde los ríos de Europa al mar de los sargazos en un viaje de
Y también los hay que hacen el viaje en sentido contrario. Los salmones nacen en los ríos y en ellos permanecen durante las primeras fases de su vida. Luego se dirigen al mar, a engordar, y una vez finalizada la etapa de engorde y de maduración sexual y formación de los gametos, vuelven al río a desovar. A los peces diádromos que hacen este recorrido se les denomina “anádromos”.
No deja de resultar chocante que haya peces que hagan ese tipo de viajes y de transiciones; al fin y al cabo, pasar de agua salada a agua dulce o lo contrario conlleva unas complicaciones fisiológicas tremendas, y eso hay que añadir el impresionante esfuerzo que supone realizar desplazamientos tan largos. Pues bien, más chocante resulta que haya peces que hagan el viaje en un sentido y que otros lo hagan en el contrario. La razón para que ocurra eso, según los especialistas, tiene que ver con la productividad de unos medios y otros. Aunque con excepciones, parece ser que los peces catádromos abundan en el ecuador y van escaseando hacia los polos, y lo contrario ocurre con los peces anádromos, que son más abundantes en altas latitudes. Por otro lado, la productividad del mar y de los ríos también varía con
Así, los catádromos son peces marinos que se desplazan a los ríos para, beneficiándose de su alta productividad, necesitar menos tiempo para crecer, acumular reservas energéticas y formar los gametos. Del mismo modo, los peces anádromos son peces de río que hacen lo que los anteriores pero al revés, beneficiándose de las condiciones idóneas de los mares de altas latitudes. Ahora bien, como ocurre con tantos otros fenómenos de la naturaleza, hay notables excepciones a la norma y en este caso la excepción consiste en que en los mismos ríos podemos encontrar anguilas y salmones, esto es, peces anádromos y peces catádromos.
Pero que haya excepciones no quiere decir que la hipótesis que manejan los especialistas sea incorrecta. Que nos encontremos en los mismos ríos anguilas y salmones no nos dice nada de cuál ha sido su historia evolutiva, ni de cuál era la situación de unos y otros cuando se fijaron esos patrones migratorios. La hipótesis no pierde valor por la presencia de unas especies y otras en los mismos ríos (por cierto, en latitudes intermedias). Al fin y al cabo, no se entenderían esas migraciones tan costosas y esas transiciones tan complejas si de ellas no se derivasen, o se hayan derivado en la historia de cada especie, evidentes beneficios.
Nota: En el texto no he aludido a ello, pero a las complicaciones osmóticas de la transición y al enorme esfuerzo que supone hacer el viaje, hay que añadir el dramático final que tiene para algunos (no pocos):