La semana pasada me ocupé de las aves migradoras, y más en concreto, de la fisiología digestiva de Dendroica striata, la reinita rayada. Dendroica es un gran migrador, pero si de grandes migradores se trata, el más grande es el charrán ártico, Sterna paradisiaea.
El charrán ártico es un ave circumpolar. En verano, que es la estación en la que se reproduce, vive en las zonas ártica y subártica de Europa, Asia y Norteamérica. Para anidar forma colonias y es muy agresiva con los animales que pueden suponer una amenaza para los nidos, también con los mamíferos de gran tamaño como los seres humanos. Como otras aves marinas, se alimenta de peces e invertebrados marinos. Es un ave de larga vida, puesto que puede alcanzar con facilidad los veinte años de edad.
Pero como he señalado antes, su característica más genuína es su gran capacidad migratoria. Cuando eclosionan los huevos, permanecen del orden de un mes cuidando de los pollos y alimentándolos, y una vez transcurrido ese periodo, se dirigen hacia la Antártida, junto con los pollos nacidos un mes antes.
La migración es tan larga que si sumamos las distancias que recorren en los viajes de ida y vuelta, son casi
Lo que más me fascina de los charranes árticos es que viajan de un verano a otro como si sólo abandonasen esta estación para volver a ella poco después, tras un tránsito fugaz por otoños y primaveras. Viviendo como vive en un verano semipermanente, es la especie animal que disfruta de más horas de sol. No sólo me fascina, me produce una envidia enorme.